Guía turística: qué hacer y ver en Londres

La manera más divertida para aprender un poco de la historia más oscura de Londres es acercarte por County Hall en Westminster, y adentrarte en The London Dungeon. Dentro de este recinto te espera una hora y media en la que, ya te lo avisan al entrar, vivirás una fuerte descarga de adrenalina acompañada de una buena ración de sustos. El calabozo, a lo largo de su recorrido, repasa una serie de hechos históricos que han ensombrecido las calles de la ciudad desde la Edad Media: las plagas, las torturas, el gran incendio o Jack el Destripador son solo algunos de los protagonistas de esta macabra atracción que ha divertido a todo tipo de público desde que, en los años setenta, naciera como una parte del museo Madame Tussauds para ir evolucionando e independizándose en lo que hoy es uno de los espectáculos interactivos más populares de la ciudad. Durante el viaje, se suceden representaciones con actores reales, escenarios de todo tipo y un conocido laberinto repleto de sorpresas para asustar a quienes se atreven a entrar. Todas estas cosas forman una buena manera de asegurarte, siempre mejor si es acompañado, un rato divertido descargando tensiones y conociendo muchas de las macabras curiosidades sobre la capital.

En Southwark se levanta el segundo rascacielos más alto de Europa. Este joven edificio, llamado Shard, se terminó de construir en 2012 y aún no ha sido ocupado por las oficinas, restaurantes y el hotel de lujo que se dispone a albergar, pero desde hace poco, ya es posible acceder al mirador que corona el edificio a 300 metros sobre el suelo de la cuidad. Aunque, debido a su reciente apertura, mejor conseguir las entradas con antelación. La vista que obtienes al subir a la planta 72 de la estructura, desde una terraza exterior y, si puedes, al atardecer, es más impresionante que desde cualquier otro edificio de esta ciudad. Una fotografía que, sin duda, te encantará guardar como recuerdo y pronto será una de las más típicas de Londres. Al bajar, posiblemente te hayas quedado con ganas de seguir observando la ciudad desde la altura, si es así y se acerca la hora de cenar, una opción idónea es acercarte a la OXO Tower, en el mismo distrito, para entrar en el restaurante de su octava planta. Allí puedes cenar con unas excelentes vistas, aunque mucho menos elevadas que las anteriores. Despedir el día contemplando como el sol cae sobre la ciudad de Londres y el Río Thames será una experiencia inolvidable de tu visita a Londres.

Hyde Park, además de ser el más grande y agradable pulmón verde de esta ciudad, guarda en su interior una actividad poco común pero que fácilmente relacionamos con la cultura inglesa: la hípica. El país guarda una larga tradición ecuestre, desde su uso como medio de transporte y caza a lo largo de la Edad Media hasta los deportes hípicos, como la equitación o el polo, traídos de Asia. Hoy, cuando nos acercamos a Hyde Park, es increíblemente tentadora la idea de acercarse a los establos y montar uno de los caballos o ponis tras estar paseando por el enorme lago central y cruzarte con un grupo de jinetes. No tengas vergüenza, basta con acercarse y preguntar a cualquier empleado que veas por la zona, puesto que, aunque no es una atracción tan conocida, los establos del parque disponen de una buena oferta de clases y paseos. Aunque no tengas experiencia, puedes probar, dar una clase, sea cual sea tu edad, y dar un paseo por el parque, solo o en grupo, con un monitor. Estos establos funcionan todo el año y es una de las maneras más divertidas y bonitas de conocer este enorme parque.

Te hacen falta dos cosas: atrevimiento y no tener miedo a las alturas. Si posees ambas, esta manera diferente de ver Londres puede ser una de las experiencias más impactantes y sorprendentes que vayas a tener a lo largo de tu visita. Este lujo es algo costoso pero merece la pena, cualquiera que lo haya hecho te dirá lo mismo. Es perfecto para cuando creas que ya has visto todos los monumentos y lugares de interés de la ciudad. Distanciándose mucho de los clásicos tours en autobús o de los cruceros por el río Támesis, sobrevolar la ciudad te da una visión panorámica e indescriptible de todos los monumentos, jardines y calles de Londres. Desde el aeródromo de Elstree o el de Redhill, al norte de la ciudad, los jueves, sábados y domingos salen varios helicópteros que siguen el cauce del río, atravesando la capital a unos 300 metros de altura. El viaje, que dura entre media hora y cuarenta minutos, abarca tanto el centro como la periferia, cubriendo así todas las vistas posibles bajo el cielo de Londres.

En 1944 se llevó a cabo el famoso desembarco en Normandía de la II Guerra Mundial, en el que se pusieron en marcha los primeros y no tan famosos coches anfibios DUCK. Más de medio siglo más tarde, estos vehículos han sido modificados y reutilizados para ofrecerte un peculiar viaje por el centro de Londres. Pero que no te eche para atrás el origen bélico de estos patos, ya que los 75 minutos de ruta que llevan a cabo tienen la intención de ser una alternativa dinámica y divertida a los clásicos autobuses turísticos. Muy enfocada a las familias y a los más jóvenes, cuenta con varias rutas a elegir. Tras salir del London Eye, te espera un viaje por las zonas y edificios más característicos de la ciudad, cargada de historias y narraciones divertidas, no siempre verídicas, que van añadiendo color a las vistas. Pero el plato fuerte no llega hasta el final, en el que sin preámbulo ninguno, este enorme transporte te zambulle en un extremo del río Thames para completar el viaje con un crucero de entorno a media hora en el que puedes ver la ciudad desde otra perspectiva. Una forma emocionante de terminar una experiencia totalmente diferente.

Está claro que la mejor forma de meterte en el ambiente de la ciudad es caminando pero existen alternativas muy entretenidas. Una de las más atractivas es navegar por el río Támesis atravesando el corazón de Londres. Desde la zona de Greenwich al este, hasta Westminster al oeste, puedes visitar varios embarcaderos de los que zarpan distintos tipos de embarcaciones que cruzan el río. Desde estos barcos verás la ciudad de una manera diferente: fachadas y monumentos que se encuentran en la ribera del río como la Torre de Londres o el Parlamento, o mismamente los puentes que lo rodean. Además, es una actividad que se puede adecuar al plan del día, ya que hay muchas combinaciones y tipos de tours, desde trayectos de 20 a 50 minutos, hasta comidas o cenas en el restaurante a bordo. Si lo prefieres, existe la posibilidad de bajarte en una zona que te apetezca pasear durante un rato para luego volver a coger el siguiente barco y continuar con la travesía.

Si hay un icono popular del arte en Inglaterra es Shakespeare. Muchas de sus obras nos resultan tremendamente familiares y aún son estudiadas en todo el mundo. Si pasas por este teatro-museo, construido a orillas del Támesis, en la zona de Southwark, encontrarás una fiel recreación del teatro original de la compañía de Shakespeare del siglo XVII. Y aunque no te apasione el autor, puedes adentrarte en el edificio y ver cómo eran las instalaciones en la Edad Media: una vez dentro, sentirás que el teatro te ha gustado toda la vida. La zona del gallinero, los palcos para la nobleza, los juegos de poleas o las trampillas de las tablas tienen un aire artesanal que te acerca a la época mucho más de lo que esperas. Una vez hayas terminado de verlo, vas a sentir que no te ha llenado del todo, que falta algo. Ese algo es, cómo no, el propio espectáculo. Siempre y cuando estés visitándolo entre mayo y octubre, no abandones el edificio sin dedicar un rato a ver una de las obras clásicas que se representan. Es una forma de ver el teatro completamente diferente.

No hay, en toda la ciudad, un sitio mejor para pasar una tarde cuando no se tiene muy claro qué poder hacer. Para estos casos, cruza el puente de Westminster hacia la zona de South Bank y recorre el río en dirección norte para alegrarte la vista con la imagen de la ciudad. Tras un breve paseo, te encontrarás con el complejo dedicado al arte más grande de Europa. Si no estás yendo a algún evento concreto, no te preocupes, el centro tiene un calendario de actividades constante, la mayoría gratuitas, así que sencillamente ve y descubre. Desde conciertos de música clásica para acompañar a la hora de comer, hasta exposiciones de escultura o pintura para todos los gustos. Los padres pueden tomar algo en la zona central mientras los hijos se divierten en el área de juegos. Entre abril y julio celebran el Royal Festival Hall, con multitud de conciertos, monólogos, obras de teatro, etc. Durante el resto del año, resulta tremendamente difícil no encontrar algo interesante que ver: ferias gastronómicas, lecturas de poesía, teatro, conciertos, exposiciones de todos los artes, o desfiles de moda, son solo unos pocos ejemplos de un organismo que lleva más de 60 años tratando de acercar el arte a todo el mundo.

Para todos aquellos que quieran adentrarse en el ambiente musical alternativo de la ciudad. Entre las zonas del Soho y Camden hay innumerables locales donde las actuaciones de bandas son una norma general. Para cualquier londinense, el Barfly supone una apuesta segura para una noche de marcha, ya que esta sala, situada en el número 49 de la calle Chak Farm Road, tiene un ambiente único. Por él han pasado iconos como Oasis, Blur, o Coldplay. Pero si buscas en la noche un ambiente más tranquilo, dirige tus pasos hacia el Soho y busca el número 9 de la calle Greek Street. Tras una cristalera como de cafetería americana, tienes el Jazz After Dark, uno de los locales de jazz y rythm & blues más prestigiosos de la ciudad, donde personas de a pie coinciden con celebridades del género para escuchar a los músicos más influyentes en un ambiente que te asombrará por lo íntimo y lo elegantemente humilde. Entra, siéntate y pide un cocktail. No importa qué banda esté sonando. ¡Te encantará!

Al caer la noche, este es el barrio de Londres que debes visitar si quieres ver algún espectáculo. Alrededor del Palacio de Westminster se abre en abanico repartiendo alrededor de cuarenta teatros en los que puedes ver representaciones de cualquier tipo. Por sus salas han pasado las más famosas compañías y actores de todo el planeta. Las artes escénicas han supuesto en esta ciudad el principal foco de cultura y entretenimiento durante siglos y siglos, y todavía hoy, el West End supone el epicentro para los amantes de este género, ya que, además de la talla de las tablas, las calles adquieren por la noche un tono artístico y cultural en el sentido más refinado de la palabra. Basta con parar a tomar una copa o un café en Shaftesbury Avenue y observar las colas de gente en las entradas de los teatros bajo los infinitos carteles, iluminados por cientos de pequeñas y vivas luces, para sentirte parte de un amplio legado cultural. Aunque estos espectáculos son famosos por sus elevados precios, hay un pequeño secreto para los espectadores hábiles: acércate a Leicester Square, en la misma zona, para comprar las entradas en Tkts, donde vas a encontrar descuentos para la mayoría de las obras.

Un aspecto no tan conocido por los turistas es el enorme circuito de mercados que hay en la ciudad. Aunque no tan vistoso para el turismo, aquí los coleccionistas tanto londinenses como extranjeros encuentran una constante atracción. Repartidos en diferentes puntos, podemos acercarnos a ciertos mercadillos que son, como mínimo, un enorme saco de curiosidades. En el corazón de Banglatown, cerca de Brick Lane, las mañanas de los domingos están repletas de pequeños puestos donde encuentras ropa, libros y documentos o cámaras de fotos, entre otras muchas cosas, la mayoría de procedencia incierta. Después, yendo hacia el sur para cruzar por el Puente de Londres, tenemos en Bermondsey Street un mercado único al que más vale ir temprano, pues los conocidos tesoros que contiene vuelan desde primera hora, comprados por grandes y pequeños coleccionistas. Cinco paradas de metro hacia el noroeste, tenemos el mercado de Bond Street, donde mucha gente acude para comprar antiguas joyas y viejos curiosísimos juguetes. Solo para los más filántropos, en la zona de Greenwich los fines de semana hasta las cinco de la tarde, se canjean en este barrio todo tipo de piezas históricas antiguas, como monedas, libros o muebles. Aquí, realmente, es donde puedes llevarte un trozo de Historia.

Acércate por esta zona cuando tengas ganas de una buena y variada jornada de compras. Una vez llegues al centro de Oxford Circus, en un extremo de Regent Street, empieza a rodearla por donde mejor te parezca, ya que encontrarás multitud de locales de todo el mundo, y también los propiamente ingleses. Pero no olvides recorrer Oxford Street, la que, se dice, es la mayor calle comercial de Europa. En ella te esperan firmas como M&S, New Look, French Connection, Primark y un muy largo etcétera, ya que durante cerca de dos kilómetros y medio, no encontrarás un solo palmo sin una tienda. Seguramente la calle te sea familiar, no por conocerla, si no por contener un gran número de entradas y escaparates que ya has visto antes en otros lugares, pero resulta impactante ver una aglomeración tan grande de comercios mundiales dispuestos en fila. Si en algún momento buscas variedad, dobla la esquina por la primera calle que encuentres para alternar el paseo con tiendas algo más alternativas, como el almacén de segunda mano Beyond Retro, en Marlborough Street, o el personal estilo de Topshop, que une la calle Oxford con Regent.

En medio de la ajetreada zona comercial de Brompton Road, junto a Hyde Park, se erige el edificio comercial más famoso de Londres. Tengas intención de comprar o no, no dudes en cruzar la puerta de su llamativa y muy adornada fachada, que por la noche ilumina toda la calle con sus numerosas luces, pues un paseo por el interior te encantará. A lo largo de sus cinco plantas y su sótano, compruebas que su lema todo para todo el mundo en todas partes es algo que se toman muy en serio: te va a costar mucho no encontrar algo en estos almacenes. A pesar de tener una fama justificada de sofisticación y elitismo, que lo convierte en un sitio con unos precios bastante elevados, basta para disfrutar dar una vuelta como si de un museo se tratase, ya que no hay rincón que no esté tremendamente decorado, desde los mismos puestos de alimentación, que forman llamativas figuras y colores, hasta la zona de la tienda de mascotas. Por el camino, busca las escaleras mecánicas egipcias, verás un auténtico homenaje a los faraones del antiguo Egipto presidiéndolas. Fue, por cierto, ela primera tienda del mundo en instalar una escalera mecánica.

El caos bello, como lo llama su prestigiosa diseñadora Rei Kawakubo, que da forma a este edificio de seis plantas, lo ha hecho ser portada de todas las revistas de moda y va a ser el responsable de que tengas una experiencia totalmente diferente a cualquier otra que hayas podido tener al entrar en un comercio. Es difícil explicar la sensación al recorrerlo, hasta que llegas a la conclusión de que es casi más museo que tienda, puesto que cada producto, expuesto de manera independiente y en los lugares más peculiares de cada espacio, trata de ser una obra de arte en si mismo. Para exprimir al máximo esta sensación, olvida el ascensor y sube a pie por las escaleras estancas que conectan las diferentes plantas, de esta forma podrás recibir el impacto visual de lo que te espera en el siguiente piso. Es uno de los lugares más caros de Londres, ya que estamos hablando de uno de los sitios más punteros en tendencia y exclusividad del mundo, pero, si el haber subido y recorrido las seis plantas te ha cansado, arriba puedes parar para tomar un café y probar algo de pastelería en la cafetería de la última planta. Situado en Mayfair, una de las zonas más lujosas de la ciudad, este es uno de los puntos de shopping más atractivos de Londres.

Si estás buscando la última moda en estilos refinados, no sigas caminando hacia Camden Town, ya que en sus calles se encuentran los productos más underground que puedas encontrar. Pero si te pica la curiosidad por este mercado has de saber que aquí te espera una mezcla de piercings, cuero, comida asiática, antigüedades, crestas y música electrónica. Lo mejor para recorrerlo es venir en fin de semana (preferiblemente en domingo) y bajarte en el metro de Camden Town. Desde ahí, hacia el norte para cruzar por el Electric Ballroom y el Buck Street Market, el primero es un local nocturno que durante sábado y domingo abre por el día para que algunos comerciantes muestren su ropa, el segundo, un mercado al aire libre de jóvenes diseñadores y modas alternativas. Más adelante, tendrás que cruzar el Regent's Canal para ver los puestos del Camden Lock Village, donde encuentras los productos artesanos más variados y curiosos de la ciudad. Termina el recorrido con el núcleo del mercado, los famosos Stables Market, antiguos establos que ahora albergan decenas de tiendas de los estilos más extremos y pintorescos, todos de pequeños comercios ya que, en todo el mercado, no se permiten cadenas comerciales.

Estos almacenes de Oxford Street tienen un importante valor histórico ya que supusieron desde su apertura, la primera entrada en Europa del marketing americano. Cuando Harry Gordon Selfridge abrió las puertas, el país no conocía aún la peculiar forma que tenían sus tiendas de decorar los escaparates, o sus tácticas, como la de poner las perfumerías en la entrada para asegurarse una buena primera impresión a los sentidos. Todavía hoy, puedes entrar si quieres sentirte cuidado y servido, ya que estás en el primer sitio del continente donde siempre serás tú, como cliente, el que tiene la razón. Sus galerías las llenan las tiendas que forman la tendencia de la moda en el mundo. Esta obsesión por estar a la última se hace obvia incluso al verlo desde el exterior, ya que el diseño de sus edificios, puesto que ha ido creciendo y creando sucursales en otros puntos del país, han sido fotografiados para revistas y prensa como Vogue, Frame o el New York Times. Cuando los busques, no te preocupes, los reconocerás al instante.

Caminando hacia el Soho, entre Regent Street y Great Marlborough Street, te será difícil no fijarte en una preciosa fachada clásica que destaca en medio de la calle. Vuelve sobre tus pasos hasta la entrada, estás ante los almacenes Liberty del West End. Además de su impresionante edificio, que le ha otorgado el título a la tienda más bonita de la ciudad, ésta ha sido la cuna del Art Noveau, la respuesta inglesa a la moda parisina desde finales del siglo XIX, también llamado "Estilo Liberty" en honor a estos almacenes. Hoy, en el interior vas a encontrar moda, cosmética, accesorios, regalos, muebles o decoración, todo ello expuesto con las imaginativas maneras que caracterizan a los empleados de la tienda. Desde que Arthur Lasenby Liberty abrió sus puertas en 1875, este comercio, que comenzó vendiendo telas y productos importados del Imperio Británico en Oriente, ha sido una inagotable fuente de tendencia a lo largo del último siglo, y, en la actualidad, sigue apostando por los nuevos diseñadores y el trabajo artesanal, que ha sido siempre su seña de identificación. A pesar de su filial en Japón y las ventas que realiza a través de su web, es aquí donde vas a encontrar el alma de esta prestigiosa firma que, como se aprecia a simple vista, no pasará desapercibida.

Aquí la elegancia se respira en las calles. Cuando te acerques a la Piazza, en el corazón de Covent Garden y estés frente al edificio neoclásico que ocupa el Apple Market, sabrás que no es uno cualquiera. Y es que en esta antigua ciudad, hasta esto tiene historia, ya que su origen se remonta a 1654, cuando aún lo formaban tan solo unos pequeños puestos desorganizados de madera que, con el tiempo irían evolucionando hasta que en el siglo XIX, se formaría esta estructura en la que hoy puedes encontrar multitud de puestos de todo tipo. Resulta agradable dar un pequeño paseo por su interior para curiosear entre la gran variedad de objetos que te encuentras bajo su techo de cristal. Pero si lo que te ha atraído ha sido el ambiente refinado del barrio, lo mejor será que te acerques a Short's Garden, Floral Street y Neal Street, punto de reunión de las tiendas de ropa y complementos de primeras marcas como Paul & Joe o Paul Smith. Estás en una de las zonas más lujosas de la ciudad. Para demostrarlo, verás coronándola en la calle Floral, un peculiar pasillo en el aire que une el edificio del Royal Ballet Academy con el de la Ópera, que es la auténtica insignia de este barrio.

Cerca del barrio de Notting Hill se encuentra Portobello Market. Si lo visitas en agosto, te vas a topar con el carnaval más famoso de Europa, iniciado en los sesenta como cura a las tensiones que surgían con la llegada de multitud de inmigrantes. Pero es el sábado cuando se hace imprescindible acercarse por el extremo sur de Portobello Road para recorrer casi tres kilómetros de una calle repleta de puestos de todas las clases. Famoso por sus reliquias, en el Mercado de Portobello encuentras más objetos antiguos de los que te dará tiempo a ver: por cierto, que no te de vergüenza regatear para conseguirlos. A lo largo del camino te vas a topar con mucho más que antigüedades, desde discos de segunda mano hasta la ropa más fashion pasando por socorridos puestos de ropa vintage, y si te gusta lo que estás viendo, puedes desviarte a la galería de Elgin Crescent o la calle de Goldbourne Road, puntos clave donde se encuentran las tiendas de ropa de segunda mano más a la moda y baratas de la ciudad. Para cuando hayas terminado con las compras, no te habrás dado cuenta, pero habrás gastado bastante energía, así que completa el recorrido para salir al extremo norte que conecta con Ladbroke Grove, un sitio perfecto para parar a picar algo en cualquier restaurante.

Es posible que el cuerpo te pida en algún momento algo menos de asfalto y un poco más de campo. Para ello, tienes un gran abanico de posibilidades para salir de la ciudad, bien sean rutas turísticas planificadas o, si lo prefieres desde las estaciones de tren o autobús puedes organizarte para realizar las excursiones que más te interesen. Una de las más suculentas es, sin duda, la de Stonehedge, el gran y misterioso monumento megalítico prehistórico. A 100 kilómetros de la capital, esta mítica estructura de piedra circular ocupa un espacio cerca de la ciudad de Salisbury desde un período relativo al 2500 a.C., y aún se desconoce con certeza el sentido de su construcción, que posiblemente tuviera fines religiosos y astronómicos. Desde aquí, puedes pasar a ver pequeñas ciudades cercanas por donde vale la pena pasear, como Amesbury, la mencionada Salisbury, cuya catedral es una obra cumbre del gótico en Inglaterra, o Bath, cuyos orígenes se remontan al Imperio Romano. Aprovecha también para visita la ciudad universitaria de Oxford, cuna de los grandes autores y pensadores de este país, toda una autoridad académica, y cuyas calles y edificios forman una preciosa armonía arquitectónica.

Solo apto para rebeldes. Este barrio al noroeste del centro londinense, se ha erigido como hogar de las corrientes underground en la capital de un país del que han surgido las principales corrientes artísticas de los últimos tiempos. Aunque su origen se remonta al siglo XVIII, cuando aún era campo agrícola y tenía pocas viviendas esparcidas por el lugar, es desde la década de 1970 cuando comienza a transformarse en un auténtico centro de cultura alternativa, destacando muy por encima del resto la música rock. Y es que por los incontables clubs nocturnos que lo dominan por la noche, han actuado y trasnochado prácticamente todas las bandas y artistas de bandera las últimas cuatro décadas. Por sus calles han crecido las estrellas de hoy, como Amy Winehouse, que murió en un apartamento de este barrio. Pero la llamada de Camden no se limita a la música, de este sitio verás brotar arte en el simple ritmo que te engancha de gente pasando las veinticuatro horas, o los llamativos colores de los edificios que lo configuran y que albergan estudios musicales y televisivos como el de la MTV o galerías de arte. Resulta una parada obligatoria para ver con tus propios ojos la cara más transgresora de este país, por lo demás, pulcro y formal.

En esta zona duermen tan solo unas 9.000 personas, pero por el día alberga el trasiego de cerca de 320.000 trabajadores. Normalmente se emplea el término City para referirse al distrito financiero, que es uno de las más importantes del globo, aunque en realidad ésta comprende unos dos kilómetros de diámetro, ubicándose entre Westminster, Southwark y el Támesis. Si la bordeásemos, encontraríamos algunos restos, cerca de la Torre de Londres, del muro defensivo que construyó el Imperio Romano y que delimita su extensión. Aunque normalmente se crea que en el distrito financiero no hay nada que ver, no dejes de pasearlo, sobre todo entre semana, con el ajetreo de ejecutivos y comercios que te transportarán en unos segundos de una ciudad repleta de historia y moderación, a otra joven y tremendamente viva. Aquí es donde podrás ver el contraste entre una ciudad de apariencia predominantemente antigua y su parte más moderna. Los altos edificios y rascacielos aquí se distinguen de las antiguas construcciones de la parte oeste. Desvía un poco tu camino, si hace falta, para acercarte a la iglesia de St. Helene y podrás tener una muestra gráfica tremendamente potente de esta distancia histórica al ver la pequeña construcción medieval custodiada por el enorme y moderno edificio St. Mary Axe 30.

Una vez hayas visitado la plaza, vuelve a hacerlo, pero esta vez por la noche, vas a sentir que estás en un lugar distinto. Las luces de las fuentes y de los comercios que la rodean hacen que ésta sea otra cosa muy diferente a la que es por el día. La plaza, construida de manera conmemorativa a la victoria inglesa en la batalla de Trafalgar, es un sitio perfecto para hacer escala cuando pasees entre Westminster y la City, o mejor, para iniciar cualquier paseo, ya que te encuentras junto a la estación de Charing Cross, kilómetro cero de la ciudad desde el que se miden todas las distancias. Además de los pubs, restaurantes, cines y comercios que se extienden alrededor, una vuelta por la plaza te sirve para empaparte con un poco de historia del país observando las estatuas de figuras como Jorge IV, Ken Livingstone o Jacobo II repartidas en tres de cuatro plintos, último de los cuáles se destina a la exhibición de obras de arte actuales debido a la alargada indecisión sobre su finalidad. Coronada por la columna que sostiene la figura de Nelson, desde allí puedes cruzarla hacia el norte y entrar en la National Gallery, que preside el lugar, o ir hacia el sur y salir por la calle Whitehall, que te llevará directamente hasta el Parlamento.

Se dice que cualquier persona que permanezca el tiempo suficiente en Picadilly Circus, acabará encontrándose con toda la gente que conoce. Y es que en esta concurrida plaza es donde se conectan los dos extremos más importantes de esta continuamente visitada ciudad. El origen de su nombre es peculiar, lo recibe del término piccadillies, que era la forma de llamar a los cuellos de las camisas, los cuales se vendían en la sastrería Piccadilly Hall, que ocupaba este lugar en torno a 1626, para ser sustituida con el tiempo por multitud de comercios y, más tarde, por los ya clásicos carteles luminosos que la representan. Imposible de evitar, ya que une la gran mayoría de puntos de interés desde Westminster hasta la City, en este cruce de caminos encontramos multitud de lugares de ocio durante el día y pubs nocturnos cuando anochece, de manera que cualquier hora se hace buena para acercarse por allí y disfrutar del ambiente cosmopolita que alberga, o para observar la fuente en memoria del filántropo Lord Shaftesbury y la estatua que comúnmente se dice que representa a Eros, dios griego del amor pasional, pero que es en realidad su hermano Anteros, dios del amor reflexivo a quien se quiso dedicar.

Éste es un parque al que acuden los londinenses y no los turistas, un sitio para ver la ciudad sin ser absorbido por ella. Desde su privilegiada posición sobre una de las colinas más altas al norte de Londres, Parliament Hill ofrece una visión de Londres que, tras haberla visto por partes, nos deja observarla en su conjunto. El parque vecino, Hampstead Heath, forma con ella una extensión de 320 hectáreas de campo, zonas arboladas y lagos en los que resulta difícil no querer perderse. Y es que, tal es su contraste con ésta que no es difícil pasear por él y encontrarte con un ciervo o un conejo, o incluso tortugas, si te acercas a uno de sus 25 estanques, ya que estás dentro de un refugio para la fauna autóctona de la zona. Incluso cuenta con un pequeño zoológico en uno de sus muchos rincones. Pero, a parte de la vida animal, también guarda sitio para nuestro esparcimiento, ya que cuenta con estanques dispuestos para bañarse en ellos y varias instalaciones deportivas. A lo largo del paseo, también te puedes topar con antiguos puentes o estructuras, como la Kenwood House, ya que años atrás el campo fue patrimonio personal de nobles ingleses antes de que, con el tiempo, pasara a manos públicas.

El Palacio de Buckingham conecta tres parques: el St. James Park al oeste, Green Park al norte, y Buckingham Gardens al este, siendo este último el único que no está abierto al público. Puedes hacer coincidir la visita al palacio con el relevo de la Guardia Real, si es así, ten en cuenta que se efectúa a las 11:30 diariamente entre mayo y julio, y cada dos días el resto del año. Tras ver esta tradicional ceremonia, la opción más recomendable es dar un largo y agradable paseo por los alrededores para conocer la zona. Por un lado puedes recorrer el Green Park, un parque real en el que prima la austeridad, ya que no encontrarás lagos ni estatuas, sino tan solo árboles, césped y calma. Es en la intimidad de este paraje donde, años atrás, se llevaban a cabo los clásicos duelos entre caballeros, ya fueran a espada o pistola. Si sigues caminando hacia el Támesis, te encontrarás con el St. James Park, el más antiguo de los Parques Reales, éste mas adornado que su vecino, cuenta con fuentes y un lago central. Cuando lo encuentres, haz caso a tu instinto y bordéalo hasta llegar al puente que lo cruza, y una vez en él, tómate unos instantes para contemplar en dirección este, pues estás ante una de las mejores vistas del Palacio de Buckingham.

Situado al noreste de Westmister, bordeando el barrio de Camden, el Regent's Park supone uno de los parques más bellos y más queridos de la ciudad. Al igual que la mayoría de sus compañeros, se creó como finca privada de la alta sociedad, en este caso los Duques de Portland y, más tarde, Enrique VIII. Fue abierto al público a lo largo del siglo XIX. Hoy, en este gran pulmón encontramos dos zonas. La parte sur, donde se encuentra Queen Mary's Gardens, el lugar perfecto para dar un paseo y admirar la cuidada flora de los jardines, que constan de cerca de 400 variedades de rosas, y Boating Lake, su lago artificial de 9 hectáreas en donde uno puede parar a observar la fauna, pasear o incluso practicar el remo. Y la zona norte, donde disponemos de una gran extensión de campo habilitada para todo tipo de deportes al aire libre, desde rugby o hockey hasta tenis o atletismo, un auténtico peligro para los aficionados, ya que puedes pasarte toda una tarde mirando o practicando sin casi darte cuenta. Por último, en el borde norte tenemos una visita obligada para los amantes de los animales: el zoológico de Londres, que constituye el segundo más antiguo de Europa, abierto en 1828, y alberga el primer acuario del continente.

En la zona de Westminster, muy cerca del Palacio de Buckingham, hay un lugar perfecto. Un espacio que mezcla lo verde y la armonía. Lleno de entretenimiento. Esto es Hyde Park, el parque más antiguo y grande de la ciudad. Desde su apertura al público en 1637 por Carlos I, tras cien años como coto de caza privado de la realeza, este parque ha sido testigo de la evolución de la ciudad. Ha visto protestas y manifestaciones sufragistas, carlistas, reformistas, etc. Así como conciertos, la Gran Exposición de 1851, o los aniversarios de la Casa Real. Si paseas por la zona noreste, encontrarás un grupo de gente escuchando atentamente a un orador. Es algo normal, ya que te encuentras en la mítica Speaker's Corner, el punto de reunión muy frecuentado por diferentes grupos o partidos, pues es de los pocos donde se permite realizar discursos públicos. Aquí, contrariamente a lo que se cree, tan solo está permitido hablar siempre y cuando tus palabras no vayan contra la ley. Paseando más hacia el sur, si bordeamos el lago Serpentine en la zona central, hay un curioso secreto que no se suele mencionar, ya que en el camino, si te fijas, encontrarás una estatua del eterno niño Peter Pan, personaje que, se sabe, fue creado en este parque por el dramaturgo James Matthew Barrie.

En la zona de la Torre de Londres se celebra cada noche un banquete medieval en el muelle de St. Katherine, una forma de comer completamente diferente y divertida. Al bajar al sótano resulta difícil no olvidarse del mundo exterior, ya que a lo largo de los cuatro platos, se sucede un espectáculo que te sorprenderá por su preparación y su ambientación. El menú fijo, que consta de una alternativa vegetariana, es un repaso a la forma de preparación de la comida en el medievo, como el típico pollo asado o los quesos y vegetales. Pero es el ambiente lo que se encarga de dar el sabor a la cena. Por ejemplo, la música. Desde juglares que pasan cantando junto a tu mesa hasta músicos interpretando 800 años de partituras medievales. Un acompañamiento ideal para un homenaje a la historia del muelle, de la ciudad y de sus alrededores, ya que es en esta zona donde, más de 400 años atrás, se celebraban banquetes como el que estás presenciando o duelos entre auténticos caballeros, ya fuera por honor como por entretenimiento para la realeza. Acróbatas, malabaristas, danza, duelos, son parte del menú que ofrece esta celebración que se lleva a cabo cada noche durante más de treinta años. ¡No te lo pierdas!

La mejor opción para sumergirte en la tradición pesquera que alberga la historia de esta ciudad. Situado en la zona este de Londres, en una zona que es uno de los pocos recuerdos de los Docklands, o zonas portuarias, y el último de la aldea de Blackwall, por donde, en otro tiempo, pasearon personajes como Dickens o Nelson. Este pub y restaurante nace sobre el propio río. Si miras por una ventana, los grandes edificios de la ciudad son sustituidos por el puerto, y en vez de asfalto, el Támesis. Si en cambio giras tu mirada hacia el interior, tienes ante ti una decoración fielmente mantenida de los locales característicos de esta zona. Sea en el restaurante o en el pub, el ambiente marino inunda cada rincón. Si has venido a comer o a cenar, la mejor manera de disfrutar de la comida es en la terraza, donde, a escasos metros del río, vas a probar una amplia carta que explora la gastronomía marítima de esta zona tan tradicional. Por otra parte, también es un sitio donde venir a tomar algo tras explorar la aldea. Además, es uno de los locales más famosos por su carta de cervezas y por la elaboración de sus deliciosos cócteles, ¡tú eliges!

Después de ver la City, seguramente sea un buen momento para bajar a Southwark y comer algo viendo la cara sur del distrito financiero tras haberlo visto su interior. Cuando camines por Park St. te cruzarás con Anchor Bankside, un restaurante ubicado en un edificio llamativo por su mezcla de ladrillo, madera roja e historia, ya que conserva su aspecto intacto desde el siglo XVII. Se trata de una buena parada, ya que ofrece varias opciones. Puedes comer en el pub de la planta baja, al estilo de las antiguas tabernas, mezcla de ladrillos, madera y alfombras tupidas, donde beber unas pintas acompañadas de varios tipos de raciones en su mayoría tremendamente tradicionales. También puedes sentarte y pedir un clásico fish & chips, tanto en el interior del pub como en su terraza exterior. Sin embargo, hay una tercera opción atractiva, y es subir a la planta de arriba para acceder al restaurante, con una carta tradicional famosa por su pescado. Arriba, no dudes en sentarte en la pequeña terraza superior que da al río y a la increíble vista de la fachada sur de la City, ya que ésta forma la manera más agradable de terminar una visita al distrito financiero.

Este es uno de los lugares preferidos por los londinenses. Decorada completamente con la sobriedad y elegancia que caracteriza a los ingleses, esta taberna resulta un sitio ideal donde acercarse a sentir un poco del ambiente clásico del Reino Unido. Tienes dos opciones: sentarte a comer, en cuyo caso te va a costar decidirte a lo largo de una carta en la que no hay un plato que no forme parte de la estricta tradición culinaria del país, o, algo más característico, degustar una amplia colección de vinos y cervezas autóctonas, acompañándolo con diversas raciones, algo menos impactante que los platos, pero igualmente tradicional. Si tomas el segundo camino, no dejes de variar en las cervezas, cada una es diferente y posiblemente encuentres varios nombres que quieras guardar en la memoria. En cualquier caso, puedes estar seguro de que todo lo que pidas forma parte de los productos que se crían, cultivan o pescan en la zona, ya que éste es uno de esos muchos sitios encargados de conservar estrictamente la tradición, desde el pan que hornean en el mismo local hasta las botellas que traen los dueños en sus viajes. Tras la comida, no dejes de dar un pequeño paseo hasta Parlament Hills para hacer una buena digestión y contemplar las vistas de la ciudad desde su colina.

Una de las mejores y más populares formas de comer en esta ciudad es la que ofrecen pubs como este Duke of Cambridge, y es la de probar diversas raciones mientras disfrutas de las cervezas o vinos autóctonos. En este tranquilo barrio de Battersea, en la zona noreste de la ciudad, vas a encontrar un lugar típicamente inglés, y no cabe duda de que, al sentarte a sus mesas de madera y observar el interior del local remodelado de una forma clásica, casi seguro visitado, pero no abarrotado, por sus ciudadanos, te sentirás londinense al instante. Aunque si lo que te apetece es observar desde fuera la vida de la ciudad, también puedes comer en su terraza. En cualquier caso, prepárate para saborear una amplia gama de bebidas y, sobre todo, una comida sana y ecológica, ya que se trata de un pub famoso por la calidad de sus comida. No encontrarás en la carta ningún producto que no provenga de las granjas del propio país, y, de la misma forma, en la pizarra de la entrada no verás lo mismo dos días seguidos, ya que van variando la cocina en favor de lo que tengan disponible. Definitivamente, éste es el lugar donde sentarse y sentirse inglés, por cierto, no olvides pedir un té, ¡son deliciosos!

Al atravesar la calle Hanbury Street te cruzarás con su escaparate y basta con una rápida mirada para transportarte sesenta años atrás. Al volver sobre tus pasos para cruzar la puerta, lo primero que vas a escuchar es la música de los años 50 que sale de la jukebox. A partir de ahí te irás adentrando poco a poco en una ambiente lleno de detalles de la Inglaterra de mediados del siglo XX. Aunque cerca del centro, está en un barrio poco turístico, ideal para dar un pequeño paseo y sentir el ritmo que guarda la ciudad del día a día, cuando no está repleta de visitantes. El peculiar carácter del local te asegura un rato de entretenimiento para cualquier edad, resulta difícil apartar la mirada de sus paredes, llenas de imágenes tanto de personajes como de recortes de periódico y revistas, en el breve tiempo que tarda en servirte cualquiera de sus camareras vestida de pañuelo y delantal. Pero lo más importante: una carta sencilla pero infalible. No dudes en preguntar al personal si tienes dudas porque te costará elegir entre los diferentes tipos de fish and chips y sus variedades o sus alternativas en pollo y salchichas para los poco adeptos al pescado.

Aunque resulte raro, en esta ciudad, las comidas asiáticas son de lo más popular. Y no es de extrañar, puesto que suelen ser el símbolo en Occidente de la ciudad cosmopolita. Puedes encontrar locales de comida china, hindú, tailandesa o turca en casi cualquier punto del centro, desde Camden hasta Southwark, pero es en el Soho donde se concentran los locales más reputados y concurridos. Para comprobarlo, solo tienes que dar una vuelta por la zona. De hecho, una forma muy práctica y muy común es aprovechar una excursión conociendo la zona para ir catando varios de los puestos que, en su mayoría, tienen envases para ir comiendo mientras paseas. Pero si prefieres sentarte para comer o cenar tranquilamente, hay más restaurantes de los que da tiempo a probar, como el Golden Dragon en la pequeña Chinatown del Soho, o el japonés Zuma en Knightsbridge. Dependiendo de dónde te encuentres y qué te apetezca, las mejores opciones son acercarte a la zona de Brick Lane para probar la comida hindú y a Stoke Newinton para la comida turca, aunque la improvisación puede jugar en tu favor, ya que al recorrer las calles, irás encontrándote con multitud de puestos y locales.

Si aún no lo conoces, no puedes irte de la ciudad sin haber probado el plato más típico del Reino Unido. Este pescado capeado con patatas fritas parece algo muy simple a primera vista, pero ha cautivado los paladares de muchos puntos alrededor del globo. Desde que se abrió el primer restaurante especializado en esta comida en 1860, han ido emergiendo cientos de locales hasta que se ha convertido en la bandera gastronómica de la capital. Al caminar por sus calles, vas a encontrarte desde puestos ambulantes en donde comprarlo para llevar, hasta lujosos restaurantes que agudizan su preparación hasta el límite, variando la elección del pescado, que en su forma más general suele ser bacalao o abadejo, hasta el típico rebozado hecho con leche o cerveza. Si lo has pedido para llevar, probablemente te lo hayan servido en un peculiar papel que imita al de periódico, pues hasta hace poco, era la manera en que se envolvía esta comida que, tradicionalmente, ha sido consumida por la clase trabajadora. Por Bond Street encontrarás un restaurante íntimo y sencillo llamado Golden Hind, si puedes, es un sitio perfecto para probar la elaboración más tradicional de este plato, que lleva sirviéndolo desde 1941, o la terraza del Rock & Sole Plaice, que lleva en el 47 de Endell Street desde 1871.

Para pasar de Westminster al Soho, has de cruzar por Leicester Square, entre la plaza de Trafalgar, la de Picadilly y el Covent Garden, y aunque famosa por sus cines, esta es una zona estratégica para hacer un parón en cualquier excursión y entrar a comer en alguno de sus restaurantes, caracterizados por su tranquilidad y su servicio. Si buscas una parada con calma y durante un buen rato, el Leicester Bar & Restaurant de la calle St. Martin's es una apuesta segura para encontrar un precio asequible y una atención esmerada, pero también te va a merecer la pena andar un poco hacia la calle Picadilly para subir al 5th View, un restaurante desde el cual puedes comer con la vista más "europea" de la ciudad, ya que, al no tratarse de una gran altura, te sentarás solo un poco por encima de las azoteas de la ciudad para ver los tejados presididos por Elizebeth Tower y la Abadía de Westminster. Si, por otro lado, no quieres detener el ritmo, con una pequeña vuelta a la zona basta para encontrar una terraza donde sentarte a picar algo o tomar un café, una actividad recomendable para observar cómo se mueve la ciudad.

Entre todas las zonas que visites en la ciudad, resulta casi imposible no pasar por el céntrico Covent Garden, uno de los barrios más concurridos y animados de Londres. Y resulta un sitio perfecto, si planeas todo un día de paseos, para hacer una pequeña parada para comer. Al ser una ciudad que ha acogido a multitud de personas de diferentes puntos del globo, ten por seguro que tiene buenas muestras de gastronomía en el mundo. Y es que, al margen de sus pubs y locales nocturnos, esta zona se caracteriza por sus variados restaurantes de comida exótica. Aquí podrás encontrar reconocidos restaurantes de comida india, como el Livebait de Wellington St. o el Takari de Drury Lane, conocer la cocina australiana en el Walkabout de Henrietta St., o si quieres algo más cercano, el Stranded in London te ofrece un amplio menú de comida europea. Incluso si no te gusta la carne, tienes variedad de restaurantes vegetarianos, como el Food for Thought en Neal St., uno de los locales más populares en su género. También cuentas con locales de comida más típicamente inglesa aunque no se muestran tan llamativos ya que este barrio brilla por el mestizaje de culturas.

Al atravesar las calles del casco antiguo de Londres, es inevitable tener la sensación de que el tiempo se ha detenido al verte rodeado de fachadas de origen victoriano perfectamente conservadas. Muchos de sus comercios guardan esa estética del siglo XIX que caracteriza a Londres. Bien, pues si estás por los aledaños de la Calle Baker y te acercas al número 221, te espera una de las divertidas curiosidades de esta ciudad que te empujarán a entrar en dicha época. Hablamos de un pequeño y curioso museo dedicado al detective más famoso de la historia, y uno de los iconos que ha engrandecido la literatura inglesa. Creado por Sir Arthur Conan Doyle en 1887, Sherlock Holmes y su compañero Watson son la cúspide de las novelas de misterio y han servido de entretenimiento y aprendizaje a millones de personas. Este museo, creado en 1990 y ubicado en el número y la calle donde vivió el personaje según describen los libros, es muy peculiar debido a lo minuciosamente que ha reconstruido la vivienda descrita en sus historias. Si eres entusiasta de las novelas, verás que hasta el más mínimo detalle está bien encajado tal y como lo escribe el autor, y aquí encontrarás algunos de sus objetos más famosos o curiosidades, como documentos oficiales que acreditan la resolución de sus casos.

Aquí te invadirá cierta sensación de temor, pero no te preocupes, está justificada, ya que te encuentras ante uno de los edificios con la historia más siniestra de la ciudad. Las paredes de esta fortificación han vivido, desde la construcción en 1078 de la Torre Blanca, varios usos. Inicialmente levantado como residencia real, ha servido de armería, Casa de la Moneda, tesorería, casa de fieras y, lo que más la ha caracterizado, de prisión. Desde el año 1100, la torre ha servido para encierro y ejecución de monarcas y prisioneros de guerra. Esto ha hecho de este castillo el más oscuro estandarte de la realeza británica, y eso es algo que no pasa desapercibido en el paseo por su interior. Aunque sin duda merece la pena adentrarte en este amurallado recinto para poder echar un vistazo a las famosas Joyas de la Corona que guardan en su interior, además de la Torre Blanca o el castillo. Al pasar por los jardines verás unos cuantos cuervos. Puedes continuar tranquilo tu camino, pues son los habitantes más apreciados de la Torre, ya que, según la leyenda, si éstos abandonan el castillo, se desplomará la torre y el reino. Fíjate bien y verás que les falta un trozo de ala, pues, para evitar su huida, hay un encargado de cortársela.

Este museo es un ejemplo, como dicen en inglés, de matar dos pájaros con una piedra. Por una parte, desde su apertura en el año 2000 se ha consagrado como uno de los museos de arte moderno más visitados del mundo, superando al MoMa de New York o al Museo Reina Sofía de Madrid. Por otra parte, ha revitalizado cultural y económicamente la zona de Southwark, pues el museo ocupa lo que antes era una antigua e inutilizada central eléctrica junto a una zona que poco a poco se estaba abandonando. Tras la remodelación del edificio por los arquitectos suizos Herzog & de Meuron, millones de personas han acudido para ver esta exposición de la Tate Britain, anteriormente conocida como Galería Nacional de Arte Británico, que comprende varios museos enfocados a diferentes ramas del arte. Pero es en ésta donde puedes encontrar las obras contemporáneas más influyentes desde 1900, pasando por Picasso, Rothko, Dalí o Warhol. Puedes confiar que se trata de una visita refrescante, ya que, en contraste con el resto de puntos turísticos de la ciudad, plagada de una gran carga histórica, estamos ante un museo moderno tanto en fondo como en forma, pues la adaptación del emplazamiento lo convierte en un edificio tan innovador como las obras que alberga.

Seguramente te suene el nombre de este internacional museo de cera. Pero es aquí, en Marylebone Road, junto a los jardines Queen Mary, donde nos encontramos con su sede central. Un hecho curioso, ya que su creadora, Marie Grosholtz, que más tarde adoptó al casarse el apellido Tussauds, es de origen francés y fue en su patria natal donde aprendió el oficio y adquirió la fama a finales del siglo XVIII. A los 19 años ya era maestra de arte de la hermana de Luis XVI. Es en 1835 cuando instala de manera permanente la exposición que conocemos hoy en día y que no ha dejado de ampliarse. Dentro de este peculiar museo, encontraremos las recreaciones en cera de célebres personajes del mundo de la política y las artes desde finales del siglo XVIII hasta hoy, pero, sobre todo, no se puede dejar de visitar su famosa Cámara de los Horrores, que cuenta entre otras cosas con las figuras de personajes guillotinados como Luis XVI, o las dos secciones que lo distinguen de sus homólogos: las máscaras de la muerte empleadas para la tortura y humillación pública en la Revolución Francesa, y la guillotina en la que fue ejecutada Maria Antonieta. ¡Este museo es el entretenimiento más macabro de la ciudad!

Situado al norte de Hyde Park, el Wallace Collection constituye un importante museo de las artes y la decoración. La peculiaridad que lo diferencia del resto es su carácter privado, ya que estamos ante la íntegra colección personal de Sir Richard Wallace, noble y filántropo que vivió en el Londres del siglo XIX. Tras morir, sus bienes artísticos fueron legados por su viuda y trasladados a la mansión Hertford, donde han sido expuestos al público desde 1900 hasta hoy en día. A pesar de su gestión privada, se trata de un museo de entrada gratuita en el que tendrás acceso a más de 5.000 piezas, desde cuadros hasta armaduras, que configuran una apetitosa visita para cualquier aficionado o estudioso del arte entre el siglo XV y el XIX. La mayor parte de la colección está configurada por obras de origen francés, tanto en pintura como en decoración, pero también puedes contemplar varias obras de escuela inglesa, italiana, española o flamenca. Dicen que el hecho de estar ubicado en una mansión que se mantiene intacta desde entonces, provoca la ilusión de estar en el Londres victoriano. Si quieres mantenerlo, tendrás que evitar la tentación de mirar por sus ventanas.

Los conflictos bélicos son sin duda uno de los ejes más importantes sobre el que se ha movido la historia de Europa y Gran Bretaña ha luchado en muchos de estos conflcitos. La visita al Museo de la Guerra no te dejará indiferente pues su objetivo no es solamente la exposición sino que también trata de concienciar sobre las causas de la guerra y, sobretodo, el impacto y consecuencias que ha tenido en la humanidad. Este museo se abrió en 1920, tras la Primera Guerra Mundial, y ha ido creciendo y dividiéndose en varios edificios repartidos por el país como el Museo Churchill o el War Museum de Duxford. En la sede de Londres puedes encontrar multitud de testimonios, especialmente de la primera gran guerra, entre los que se incluyen material cinematográfico y documentos oficiales y personales que ayudan a comprender de una manera íntima y directa lo que sintieron quienes lo vivieron. En este sentido destacan las recreaciones de trincheras y otros escenarios que ofrecerán una imagen más cruda y real de la experiencia que tuvieron los soldados. Mención aparte merece la exposición sobre los niños de la guerra. Si decides visitarlo será de esas experiencias de las que no saldrás siendo la misma persona.

Si te acercas a la zona oeste de la ciudad, entre Exhibition Street y Cromwell Road encontrarás un museo diferente ya que el Victoria and Albert o Museo Nacional de Arte y Diseño, recoge una colección de piezas atípicas a los edificios de su clase. Si estás frente a este edificio, ¡prepárate!. Estás a punto de entrar en el más valorado, grande y variopinto museo de arte y diseño del mundo. A lo largo de 145 galerías se extienden innumerables objetos que recorren 3.000 años de historia del arte y la decoración en todos los ámbitos, de manera que se hace realmente difícil imaginar qué vas a encontrar cada vez que cambias de sala. Desde muebles, prendas o cerámicas hasta relojes o miniaturas, pasando por el Codex Foster de Da Vinci o exhibiciones eventuales como la de objetos relacionados con la vida y obra del músico inglés David Bowie. De hecho, para añadir peculiaridad, el edificio en sí mismo está considerado como una de las obras de arte que alberga. Desde su creación en 1852, por entonces llamado South Kengsinton Museum, antes de cambiarse el nombre en honor a la reina Victoria y su marido Albert, ha ocupado este lugar en la ciudad, siendo de los pocos edificios que sobrevivieron casi sin daños a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Que no te extrañe el ambiente estudiantil que encontrarás en sus galerías o si sales a su cuidado jardín, ya que, al contener la Colección Nacional de Artes Aplicadas y la Biblioteca Nacional de Arte, es un museo muy frecuentado por universitarios.

En 1824, el estado británico compró a John Julius Argenstein una colección de 38 obras pictóricas. A lo largo de estos casi 190 años, dicha colección ha crecido hasta la cifra de 2.300 cuadros que hoy forman la Galería Nacional del Reino Unido. Superado únicamente, según los entendidos, por el Museo Louvre de París. No te dejes engañar por el pequeño tamaño del edificio, puede ser la exposición más importante del mundo. De hecho, tiene una curiosidad que no suele pasar inadvertida, y es que en sus salas domina una ausencia total de decoración que no sean las propias pinturas exhibidas. Una vez en su interior, tus ojos únicamente podrán contemplar las imágenes que nos ha dejado la historia artística del continente europeo entre los años 1250 y 1900, pasando así por todos los estilos pictóricos, desde el Renacimiento de Rafael hasta el Postimpresionismo de Van Gogh. Ya que es propiedad del estado, la galería tiene entrada gratuita. Te recomendamos completar la visita y enlazarla con un paseo por Trafalgar Square, donde está situado el edificio que, por cierto, es el tercer lugar en el que se emplaza el museo debido al aumento de su colección.

Estás ante uno de los primeros museos de Europa. Sir Hans Sloane, médico y naturista, legó su amplia colección personal al estado británico tras su muerte. Comenzó con 40.000 libros, 7.000 manuscritos y una gran cantidad de antigüedades de todo el mundo y se ubicó en la mansión de Montagu para ser abierta al público en 1759. A día de hoy, comprende una de las mayores colecciones del mundo, destacando los testimonios del imperio egipcio, siendo famoso por albergar la Piedra de Rosetta. Más tarde, debido a la necesidad de espacio, se trasladó a su actual sede cerca de Oxford Street, y parte de la colección se llevó al Museo de Historia Natural. Sus departamentos, los cuales puedes visitar gratuitamente casi en su totalidad, comprenden unos siete millones de objetos de todo el globo, aunque la mayoría de ellos permanecen guardados para su estudio y conservación. Además, este museo comparte también con la Biblioteca Británica una sala de lectura que seguro te será familiar al verla, con su cúpula de cristal y su forma circular. Está abierta al público para todo aquel que desee visitarla y consultarla, como en su día hicieron grandes figuras como Oscar Wilde, Vladimir Lenin, H.G. Wells o Karl Marx.

Cuenta la leyenda que un pescador tuvo una revelación en el río Támesis en la que se le presentó San Pedro, tras lo cual se construyó un santuario en un lugar conocido como Thorney Island. Aunque no se encuentra rastro de dicho santuario, Eduardo el Confesor levantó en 1065 la Iglesia de San Pedro, más conocida como Abadía de Westminster. Desde su levantamiento ha sido testigo de la práctica totalidad de coronaciones y entierros dentro de la realeza británica y de otras figuras ilustres en el Reino Unido como Darwin y Newton. Además, el rincón de los poetas contiene las tumbas de artistas como Dickens o Kipling. En cuanto a su arquitectura es uno de los mayores monumento góticos del mundo. Es sorprendente que se mantenga como una iglesia totalmente activa en la que los adeptos benedictinos te acogerán e invitarán a participar en las misas de cada día. Tabién en el minuto de silencio que se lleva a cabo cada hora, sea para rezar si eres practicante, o como simple reflexión si no es el caso. Para ampliar la visita, los martes y jueves podrás realizar una visita a sus jardines, de los más antiguos de Londres, en donde te sorprenderá la calma que reina aún estando en el centro de esta ajetreada ciudad.

¡Ten por seguro que no se trata de subir a una noria cualquiera! Esta atracción fue, desde su construcción en 1999, la estructura más grande de su clase con la friolera de 135 metros de altura, hasta que fue superada en 2006 por la Estrella de Nanchang, en China. Pero han bastado esos pocos años para que se convierta en una parte representativa de la figura de la ciudad por derecho propio. Erigida sobre los Jubilee Gardens, entre los puentes de Westminster y Hungerford y a pocos pasos del Ministerio de Defensa, este peculiar mirador ofrece la vista panorámica de la ciudad y sus alrededores más impresionante que puedas imaginar. En un día despejado puede llegar a los 40 kilómetros. Desde luego algo poco recomendable para aquellos que sufran de vértigo. La noria cuenta con 32 cabinas de cristal que pueden acoger hasta 25 personas, aunque es posible reservar una, eso sí, por un precio bastante elevado. Resulta curioso, pero para evitar la parada y arranque de la maquinaria, se ideó de forma que pueda girar constantemente a una baja velocidad y así poder subirse en movimiento. Por esta razón, una vez que subimos viviremos un viaje de treinta minutos.

Este es el símbolo de la monarquía británica. Aunque en su momento, el Duque de Buckinhgam no tenía ni idea de que la residencia que estaba construyendo pasaría a ser el palacio que hoy conocemos. Fue después de su muerte cuando su hijo lo vendió al rey Jorge III en 1762. Pasarían cerca de setenta años hasta que su heredero, Jorge IV, decidiera convertirla en palacio real reconstruyéndola al estilo neoclásico francés y añadiendo dos alas más, formando la figura con un patio abierto que conocemos hoy en día. Aún así, la residencia oficial seguiría siendo el Palacio de St. James hasta la llegada de la reina Victoria, que trasladó a la familia a los Jardines de Buckingham. Desde entonces, el edificio se ha convertido en el centro vital de todos los asuntos desempeñados por la realeza, desde ceremonias hasta cumbres internacionales. Desde hace unos años es posible visitar su interior. Una vez dentro podrás contemplar las salas plagadas de elementos y decoraciones artísticas e históricas que alberga el ala occidental, y, en determinadas fechas, incluso la Royal Collection, popularmente conocida como Las joyas de la corona, que, curiosa y contrariamente, no pertenecen a la familia real, si no a la nación, al igual que el propio palacio y el castillo de Windsor.

Aquí tienes uno de los secretos de las calles de Londres. Debido a estar casi escondido entre los árboles, a orillas del Támesis, cerca de la estación de Embakment, este obelisco egipcio suele pasar desapercibido. Se trata de un homenaje al faraón Tutmosis III, en el siglo XV a.C. ubicado en el palacio de Cleopatra en Alejandría. Desde entonces hasta su traslado a la ciudad británica, ha pasado por toda una odisea. Egipto se lo regaló a la reina Victoria en 1819 por su ayuda en las batallas del Nilo y Alejandría. La reina rehusó costear el enorme y aparatoso gasto que suponía el traslado de la pieza. Veinte años más tarde un filántropo llamado Sir Erasmus Wilson se ofreció a financiar la empresa. Tras un dificultoso viaje en barco en el que el obelisco casi queda sumergido en el Cantábrico debido a las tormentas que costaron la vida de seis hombres, y una escala para su reparo en Galicia, llegó a su destino. Se optó por el emplazamiento actual debido a la complejidad de llevarlo por las estrechas calles de Londres hasta el Museo Británico. Si te encuentras paseando por las orillas del río, detente a observar el obelisco, su base de hormigón marcada por la metralla de un bombardeo en la II Guerra Mundial, y las dos esfinges de bronce que lo custodian.

La historia de este arco es la historia de la ciudad de Londres. Se cree que es de finales de la Edad Media, cuando ocupaba un lugar en la calle Fleet. Servía como una de las puertas de la ciudad. Aunque en un principio era de madera, el rey Carlos II la hizo reconstruir en piedra tras el incendio de 1666. Más tarde, a principios del siglo XIX, el resto de puertas fueron derruidas, pero Temple Bar aguantó unos años más hasta que, en 1878, fue desmantelada piedra a piedra debido al inconveniente que suponía para el tráfico de la ciudad. Curiosamente, fue entonces cuando Sir Henry Meux, miembro de la nobleza británica, la adquirió para su finca de Theobalds Park. La puerta ha pasado 120 años olvidada allí hasta que, en 2003, la Fundación Temple Bar la recuperó y restauró, ubicándola en un nuevo emplazamiento en Paternoster Square, cerca de la Catedral de San Pablo. No obstante, al moverla de su sitio original en la calle Fleet, se construyó una estatua en memoria de la puerta, la Temple Bar Memorial, con las figuras de la Reina Victoria y el Príncipe de Gales, coronada por un grifo, animal que es el símbolo de la ciudad.

Aprovechando el paseo por el centro de Londres y a la orilla del río Támesis, no podemos dejar de acercarnos al Parlamento y posiblemente nos resulte imposible no hacernos la fotografía desde el puente que empieza en este palacio, más aún cuando el sol cae sobre el castillo. La imagen del edificio neogótico, renovado por Sir Charles Barry y Augustus Pugin tras el incendio de 1834, se ha convertido en uno de los principales iconos de la ciudad. Además es Patrimonio de la Humanidad, declarado en 1987 por la Unesco. Fue durante siglos la residencia de la realeza y constituye el centro de reunión para los asuntos políticos y legislativos del gobierno. Pero además de disfrutar de su arquitectura y de su Jardín de la Torre Victoria, único de los cuatro jardines abierto al público, también podemos visitar el interior de las cámaras (aunque en un horario restringido a los sábados entre julio y septiembre) o incluso, asistir a una sesión parlamentaria (se puede acceder de lunes a jueves entre octubre y julio). Este es un punto estratégico en la ruta de visita a la Abadía de Westminster y el Londen Eye ya que todos estos monumentos forman el centro antiguo de la ciudad de Londres.

A unos 40 kilómetros de Londres se encuentra el histórico castillo de la familia real británica. Se trata de una excursión ineludible si eres un amante del arte y la arquitectura, ya que por las paredes de este edificio transcurren nada menos que once siglos de construcción, remodelaciones y decoraciones, siendo campeón de antigüedad en el continente. Por sus habitaciones y fachadas han pasado multitud de estilos artísticos y arquitectónicos, y sus Apartamentos de Estado o su Capilla de San Jorge son puntos de peregrinación para cualquier estudioso de la historia de Europa. Si te decides a unirte a las grandes cantidades de turistas que visitan el castillo, tendrás que desplazarte en uno de los autobuses o trenes que salen regularmente desde la capital, y una vez allí la visita puede alargarse notablemente, ya que entre el propio edificio y los enormes jardines que lo rodean, hablamos de una extensión de más de 1900 hectáreas, de las cuales solo una parte están abiertas al público. El castillo de Windsor, además de uno de los lugares más emblemáticos de Londres, es uno de los rincones más bonitos y tranquilos para sentarte a descansar y huir del ajetreo del centro de la ciudad.

En un extremo de Monument Street, cerca del Puente de Londres, podemos encontrar una columna de 61 metros de altura. La misma distancia que guarda con el punto en donde se inició el gran incendio de 1666, generado accidentalmente en una panadería y que supuso la devastación y posterior reconstrucción de gran parte de la ciudad. Se trata de un monumento que conmemora este desastre y el gran esfuerzo que supuso dicha reconstrucción, algo que supone un auténtico orgullo para los ciudadanos de Londres. Si reúnes fuerzas, puedes subir los 311 angostos escalones en forma de caracol que llevan a la punta, ya que está abierto al público, y admirar las vistas, así como la urna dorada con figuras de fuego que la coronan. Y si además dominas el latín, podrás ver las inscripciones que contiene, que narran el proceso que tuvo el incendio, las acciones de Carlos II tras éste y el proceso de construcción del monumento. Pero esto no es todo, ya que al bajar te otorgarán como recuerdo un certificado que corrobora el esfuerzo realizado. Y por si te ha picado la curiosidad por el incendio, entre Giltspur Street y Cock Lane se encuentra El hombre dorado de Pye Corner, que marca el lugar hasta donde se extendió el fuego.

He aquí ese puente al pie de la famosa Torre de Londres (de la que recibe su nombre) que has visto en tantas fotografías, postales y películas. Aún así, por muy familiarizados que estemos con esta estructura, cruzarla caminando es una experiencia indispensable, tanto por el acceso exterior como por el pasillo elevado, convertido también en sala de exposiciones, donde se ubica la antigua máquina de vapor que hacía elevarse el puente antes del cambio a los motores eléctricos en 1974. Además, este pasillo cuenta con una vista única del río y de ambas caras de la ciudad, ya que el puente comunica la city o ciudad financiera, con la zona de Southwark, al igual que su más antiguo compañero, el Puente de Londres, con el que es frecuentemente confundido. La construcción de este paso, de hecho, fue consecuencia del sobrecargado tránsito que soportaba dicho puente con el crecimiento económico e industrial a finales del siglo XIX, y la necesidad de comunicar ambas partes de la ciudad sin impedir el paso de las naves que iban y venían al Puerto de Londres. Aunque el tráfico náutico ha ido reduciéndose con el tiempo, el puente aún sigue abriéndose alrededor de mil veces al año.

La torre Elizabeth Tower, popularmente conocida como Big Ben, es uno de los iconos más característicos de la ciudad de Londres. Tras el fortuito incendio del anterior parlamento en 1834, hicieron falta dieciséis años para construir el edificio que conocemos hoy en día. Situada sobre el Palacio de Westminster, sede del Parlamento del Reino Unido, a orillas del río Támesis, esta torre cuenta con cuatro relojes que, a través de un enorme y complicado mecanismo, han sido ejemplo de la popular precisión y puntualidad inglesa ya desde su entrada en funcionamiento en 1859. Y ha sido testigo de la Segunda Guerra Mundial, durante la cual dos de los relojes fueron dañados por los bombardeos alemanes y posteriormente reparados. Durante esta etapa, además, sus campanas fueron silenciadas y se cesó su iluminación por las noches para evitar nuevos ataques. En 2012, la torre cambió su anterior nombre, Torre del Reloj, por el actual en honor a la reina Isabel II. Lo que no todo el mundo sabe, es que Big Ben, en realidad, es el nombre que se otorga a la campana encargada de contar las horas, ubicada en el interior de la torre, y que posiblemente haga honor a su constructor, Benjamin Hall.

Esta zona al norte de Westminster es el sitio perfecto para ver un poco de todo. Un paseo entre Regent Street y Leicester Square basta para probar comercios de todos los tipos. En la misma Regent Street, podemos entrar, por ejemplo, a los Almacenes Hamleys, una de las mayores tiendas de juguetes del mundo en donde te sentirás como un niño por unos instantes. Si caminamos frente a Piccadilly Circus, los amantes del deporte pueden entrar a Lillywhites, posiblemente la tienda más barata de la ciudad en equipamiento deportivo, además de incontables tiendas que se abren desde la plaza hacia todos lados. Esta zona fue, además, frecuentada desde los sesenta por músicos como los Rolling Stones o los Beatles, y aún sigue siéndolo, de modo que si eres melómano vas a sentir la llamada de Berwick Street, ocupada por varias tiendas de música de primera y segunda mano. Para hacer una ruta de moda en ropa, acércate hasta Kings Road y Carnaby Street, donde te irás encontrando con marcas conocidas. Para terminar un paseo de forma agradable, lo mejor es acercarte por el pequeño mercado de la calle Berwick, que, debido a su modesto espíritu de barrio, no aparece en mapas ni guías, pero acercándote a comprar algo de fruta te sentirás como si fueras un ciudadano más.

Teatro, sexo y tradición es como se define en Londres este popular barrio del centro. Y es que, desde hace al menos un siglo, en esta zona conviven los teatros más importantes con los escaparates más escandalosos, una mezcla peculiar que va a hacer de tu visita una serie de saltos entre las curiosidades que hay en sus calles. Desde mediados del sigo XIX multitud de artistas e intelectuales encontraron en un barrio inicialmente aristócrata, cada vez más caracterizado por cierta falta de moralidad, un sitio donde asentarse para dar rienda suelta a la creatividad. Al pasar por él, sientes ese arte emergente en sus galerías, sus tiendas o sus pubs nocturnos, mil veces atravesados por Eric Clapton o los Beatles. Aquí vivieron y grabaron Sex Pistols, y los Rolling Stones dieron su primer concierto. Aunque en la actualidad ha sufrido una ligera renovación y varios puntos culturales han sido sustituidos por comercios, la historia artística que contiene no pasa desapercibida. Para terminar el paseo, no dejes de acercarte al pequeño y acogedor Soho Square, un parque al norte, cerca de Oxford Street, en el que podrás descansar contemplando las fachadas de alrededor y, si tienes suerte, tal vez puedas escuchar el piano que, si el tiempo acompaña, sacan para uso público.

Caminando por la calle Exhibition Road, cerca de Hyde Park, encontramos el Museo de Historia Natural. Fue construido en 1880 para acoger una buena parte de la colección de plantas, fósiles y esqueletos de un abarrotado British Museum. Pero fue veintitrés años más tarde cuando absorbió al Museo Geológico y se constituyó como Museo de Historia Natural. En su interior no podrás ver todo, pues contiene nada menos que 70 millones de objetos, restos y especímenes que configuran un auténtico mapa visual de la evolución de la vida en todo el planeta. Te impresionará nada más entrar por la enorme y cuidada arquitectura del edificio, pero aún tienes por delante un viaje evolutivo desde el principio de los tiempos. Sus salas comprenden sorprendentes exposiciones de mineralogía, botánica, paleontología y zoología, con esqueletos auténticos y recreaciones de varios dinosaurios, así como multitud de animales que conocemos disecados, como la ballena azul a tamaño real que se sostiene en el techo de la sala principal. Además, el Museo cuenta con una recreación interactiva que explica la formación de terremotos y volcanes en el globo. Se trata de un lugar indispensable tanto si eres un amante de la naturaleza o solamente curioso. Por cierto, ¡es un lugar muy entretenido para los pequeños!