Guía turística: qué hacer y ver en Santiago de Chile

En la última planta del centro comercial Las Condes se encuentra El Mirador del Alto, una plaza gastronómica de primer orden donde se dan cita restaurantes sofisticados y diversos, con una oferta tan amplia que le será difícil decidirse. Entre los dedicados a comida internacional destacan “El Otro Sitio”, un clásico de la comida peruana en Chile; el Majestic, con lo mejor de la comida india; y el Sushihana, el primer restaurante de comida japonesa en Santiago creado por occidentales. Y si echa de menos la cocina mediterránea, acérquese al Oliva y Limón. Su nombre lo dice todo y se sentirá como en casa. Tras la comida, puede disfrutar de los más variados crêpes (dulces, salados, con marisco o especiales para vegetarianos) y un café en conocida cadena colombiana de cafés Juan Valdez. Si teme a las calorías, acérquese a Yogurt Life, helados a base de yogurt de diferentes sabores. Para llevarse un buen recuerdo de este intenso día gastronómico, puede pasar por la tienda de La Cav, el club de amantes del vino donde será asesorado por expertos en la materia y aprenderá sobre la cultura vitivinícola del país. En esta tienda la cata es tradición, de tal manera que podrá decidir por usted mismo qué vino llevarse a casa.

Probablemente todos los turistas que pasean por Santiago hayan visto este edificio situado junto a la Plaza de Armas, pero muchos no sabrán que sus soportales están repletos de históricos puestos de comida rápida a los que cada día acuden muchos santiaguinos a comer. Sándwiches, pizzas, o ‘completos’ –como llaman aquí a los perritos calientes– son algunas de las especialidades de la zona, ofrecidos a buen precio. El completo llegó a Chile de la mano de Eduardo Bahamondes Muñoz, un inmigrante que en la década de los 20 volvía a su tierra después de pasar varios años en Estados Unidos. Montó así su propio bar, el “Quick Lunch Bahamondes” y comenzó a servir estos perritos calientes. Pero no conformándose con el tradicional Ketchup y mayonesa, decidió incorporar a la mezcla una crema especial elaborada por él mismo. El inventó triunfó y lógicamente los establecimientos colindantes comenzaron a imitarle, instalándose ya esta tradición del ‘completo’ para siempre. Hoy, aunque el establecimiento de Bahamondes ya no existe, el local continúa todavía funcionando, con el nombre de “El Portal, Ex Bahamondes”. Mítico fue también el Chez Henry, abierto en 1929, pero que recientemente tuvo que ser subastado por insolvencia de sus dueños, y la pizzería Ravera, que continúa trabajando.

Aunque hoy es una incipiente cadena de restaurantes –ya cuenta con tres establecimientos en Santiago-, sus locales mantienen el encanto de esta confitería, probablemente la más antigua de la ciudad. Especialmente interesante es su sede de la calle Alameda, un inconfundible edificio por su exterior en tonos rosados con un curioso origen. Fue un mayordomo de una familia de la aristocracia santiaguina, José Domingo Torres, quien montó el negocio dada su buena mano para la cocina en general y la repostería en particular. Creada en 1879, su privilegiada posición junto a los más importantes edificios gubernamentales y su cuidada cocina lo convirtieron en uno de los preferidos de las autoridades, hasta el punto de que el cóctel de honor al cuerpo diplomático durante las celebraciones del I Centenario de la Independencia tuvo lugar en sus instalaciones. Desde entonces, ha contado con todo tipo de visitas ilustres y se ha convertido en sede de lanzamientos de algunas de las iniciativas culturales más importantes del país. Es uno de los mejores lugares para degustar comida tradicional chilena y dulces típicos, aunque los precios son altos. Si quiere ajustar el presupuesto, puede pedir un “Barros Luco”, bocadillo de carne y queso fundido, llamado así en recuerdo del presidente Ramón Barros Luco. Este sándwich se encuentra en muchos bares del país pero fue en el Torres donde comenzó a popularizarse, pues el presidente era un cliente asiduo de la confitería.

Si bien durante un tiempo el Barrio Brasil vivió un cierto proceso de deterioro, en los últimos años ha visto cómo sus calles y parques se regeneraban, dando lugar a un barrio joven y lleno de vida al que merece la pena acercarse y comer en uno de su sus originales restaurantes. Por ejemplo, el Ocean’s Pacific (Av. Ricardo Cumming 221), donde disfrutará de excelentes pescados y mariscos en un ambiente excepcional: el local asemeja el interior de un barco, con compartimentos en forma de camarote y nombres relacionados con el mar, como el Salón Cachalote. Destaca también Las vacas gordas, un restaurante especializado en carnes a la parrilla donde los fines de semana es casi imposible encontrar mesa si no ha reservado con antelación. Para la sobremesa, puede acercarse al Café Cronopios, desde donde podrá contemplar cómo pasa la tarde en la Plaza Brasil mientras toma su típico Mokaccino, batido de frutas y leche condensada. Además, por la zona encontrará restaurantes mexicanos, de comida china, tailandeses y otras especialidades. Tantos que, al final, lo difícil será elegir.

“Póngale más picadillo”, le dirán en Chile para indicarle que haga algo con más entusiasmo o gracia. Una frase que proviene, precisamente, de las típicas empanadillas chilenas, que se distinguen por su relleno de picadillo. La variedad más consumida y producida es la empanada de pino, un relleno de carne de ternera con cebolla condimentada y especias, que encontrará en todas las épocas del año pero especialmente si se acerca por Santiago en septiembre, durante las fiestas en honor a la Patria. También podrá probar empanadillas rellenas de marisco o verduras y no es de extrañar que se las ofrezcan a la hora del desayuno, pues a esta hora es costumbre tomarlas aquí, especialmente los domingos. Encontrar un sitio donde comerlas no le será nada difícil, pero si quiere acertar con el lugar, vaya a Paula A (Av. Los Militares 6946, en el centro comercial Las Condes), cuyas empanadas fueron elegidas las mejores de la ciudad en 2012 por el Círculo de Cronistas Gastronómicos de Chile. Otras opciones son la cadena de Panaderías Castaño (www.castano.cl ) o las tiendas de Ña Matea (www.namatea.cl), que han obtenido la primera y segunda posición respectivamente en el ranking 2013 de Wiken –suplemento cultural y de ocio del diario El Mercurio-.

En la repostería chilena el visitante apreciará la profunda huella que los conquistadores dejaron en el país y en muchos de sus platos tradicionales reconocerá sabores, formas y recetas provenientes de España. Aunque no fueron los guerrilleros, claro, sino las monjas que comenzaron a fundar conventos en el Nuevo Mundo las que sentaron las bases de esta repostería. Su influencia fue tanta que todavía se conserva el dicho “hecho con mano de monja” para elogiar el sabor de un buen postre. Entre estos descendientes de la cultura española destaca el merengue, el ‘brazo de reina’ (lo que en España conocemos como brazo de gitano), el membrillo, el dulce de leche o los llamados picarones, muy similares a nuestros buñuelos. Pero también existe, por supuesto, postres originarios de estas tierras como el dulce de alyacota (una fruta de forma similar al melón pero algo más pequeña) que se come untada en pan, el arrope de uvas o los llamados chilenitos. Muy similar a los alfajores, para su confección sólo se utiliza harina, mantequilla, yemas de huevo, leche y aguardiente. Puede encontrarlos en puestos ambulantes por las calles de Chile. Si prefiere comprarlos en un establecimiento, una buena opción es la Panadería La Chocolatine (Avenida Vitacura, 7269) o la cadena de pastelerías y helados Bravissimo. (www.bravissimo.cl ).

Italia supo hacerse un hueco en Santiago de Chile gracias al café Tavelli, una cafetería y heladería que hace 40 años se instaló en la ciudad convirtiéndose en un referente para desayunos y meriendas. También es típico acercarse al Tavelli para tomar las once, como se denomina en algunos países de Latinoamérica a la merienda. El origen del término no está del todo claro y hay también quien lo emplea para referirse a una especie de brunch, que se tomaría entre las 11 y las 12 de la mañana. Sea como fuere, unas pastas, un bollo de marraqueta (un tipo de pan) o un té, siempre son bienvenidas a entre horas. En un primer momento, fue la cuidada decoración, estilo y elegancia de estos establecimientos lo que llamó la atención de los santiaguinos, acostumbrados a locales sin tanto encanto. Hoy, con 14 locales repartidos por la capital, el Café Tavelli es ya una de las cadenas con más solera de la ciudad.

Aunque Santiago no es una ciudad costera, los casi 6.500 kilómetros de litoral que tiene el país se notan en su tradición gastronómica. Entre sus especialidades destaca el congrio frito o preparado en forma de guiso –caldillo de congrio- con una salsa elaborada a base de patatas, zanahoria, pimientos, cebollas y vino blanco, un plato que se prepara sobre todo cuando se acerca la Semana Santa. Cabe señalar, además, que abunda el marisco de todo tipo y se puede encontrar a buen precio. Generalmente, se encuentra buen pescado en la mayoría de restaurantes de la ciudad pero algunos se han hecho de los alimentos del mar su especialidad. Es el caso de La Tasca de Altamar (www.latascadealtamar.cl) calle Noruega 6347, barrio Las Condes), donde, desde hace 25 años se puede disfruta del congrio y otras especialidades marinas a un buen precio y en un ambiente dedicado, por completo, al mar. Otra buena opción es el Miraolas (avenida Vitacuria, 4171), restaurante y marisquería, donde se da una curiosa mezcla: lo mejor del mar chileno con la técnica vasca tradicional. Ofrecen pescados sencillos (reineta, salmón y congrio) y productos selectos como el cangrejo dorado, la langosta y las ostras.

En los años 90, Chile vivía aires de cambio, y no sólo en política. La sociedad se liberaba y comenzaron a surgir los llamados “cafés con piernas”, situados sobre todo en los barrios de la zona financiera de la ciudad, donde camareras ligeras de ropa atendían a los clientes que se acercaban a tomarse un café después de comer. Establecimientos con ventanas opacas y luces de neón que llegaron a convertirse en un icono de la ciudad pero que hoy son más bien un curioso recuerdo de aquellos primeros años del destape. Sin embargo, esto no significa ni mucho menos que hayan desaparecido del panorama. Entre ellos, todavía destaca el mítico El Barón Rojo (calle de las Agustinas, 717), que se hizo enormemente conocido por su ‘minuto feliz’- nunca llegó a estar claro si era mito o realidad-, en el cual, durante un minuto y siempre sin previo aviso, las chicas ofrecían un striptease improvisado a los afortunados clientes que se encontrasen en el momento en el local. Otro de los típicos es el Café Caribe (calle Ahumada 120), más transitado por los turistas.

Chile y Perú se disputan desde hace años la denominación de origen del pisco y según a quién pregunte, así será la respuesta. Pero independientemente de ello, lo cierto es que el pisco, un tipo de aguardiente que se consigue a través del destilado de ciertos vinos, es muy tradicional en Santiago. Las diversas formas de elaboración han conseguido hacer de ella una bebida muy versátil, que puede consumirse sola o junto a refrescos de cola, dando lugar a lo que lo los chilenos conocen como ‘píscola’. La otra opción es tomarlo en forma de cocktail, añadiendo frutas frescas, especialmente cítricos. Lo más típico es mezclarlo con zumo de limón y azúcar, y tomarlo con abundante hielo, en cubitos o picado. Pero no hay límites a la imaginación, y en algunos lugares se encuentra con melón, piña frambuesas, y hasta con miel. ¿Cuál elegir? Depende de la graduación que quiera –los hay de 30 a 43 grados de alcohol- pero uno de los destacados es el “Control C”, de la Compañía Pisquera de Chile. Uno de los mejores lugares para tomarlo es el Giratorio de Santiago (Av. 11 de Septiembre 2250, Piso 16, Providencia), donde además disfrutará de unas excelentes vistas En 2009, el Gobierno instauró el 15 de mayo como Día nacional del pisco chileno. Con motivo de este evento, cada año decenas de establecimientos ofrecen multitud de variedades de pisco a sus clientes en tan señalada fecha.

Un Cuasimodo –nada que ver con el personaje creado por Víctor Hugo- es en la zona centro de Chile una especie de carroza o carro de caballos que cada año sale en procesión el primer domingo después de Semana Santa para celebrar la fiesta religiosa que lleva su nombre. Un elemento clásico de la cultura popular chilena que se ha convertido en icono de las pequeñas figuritas de loza policromada que se realizan en la villa de Talagante, situada a 35 kilómetros al Sur de Santiago. Tanto, que fue el regalo elegido por la mandataria chilena Michelle Bachelette para honrar al Papa Benedicto XVI con motivo de su encuentro en 2007. De tan sólo unos 20 centímetros, siempre modeladas a mano y pintadas en vivos colores, estas tallas recrean con todo detalle imágenes costumbristas de la época, desde el Pollero a la Lavandera pasando el manicero (vendedor de cacahuetes), el limpiabotas o las reuniones para tomar té, las fondas o los confesionarios La tradición, surgida a principios del siglo XIX de la mano de dos hermanas de la familia Jorquera Díaz, que copiaron la técnica de las antiguas monjas Claras, ha estado a punto de perderse en varias ocasiones. Para evitarlo, la corporación municipal organiza talleres dirigidos a escultores y artesanos, que en ocasiones venden también sus figuras en sus talleres de Santiago.

Destinado al día a día de los santiaguinos, no es raro encontrarse a grupos de turistas entre los puestos de la Vega Central, puesto que la buena relación calidad-precio que ofrece el mercado se ha hecho conocida más allá de sus fronteras. Destaca como el mejor lugar para comprar productos frescos, especialmente frutas y verduras pero también quesos, carnes y pescados. Pero los turistas no se acercan hasta allí sólo por sus productos, sino también por ser un lugar donde se respira el más tradicional ambiente chileno. Los tenderos llevan décadas instalados allí y, conocedores de los gustos de sus clientes, en los últimos años han comenzado a instalar pequeños bares en los que se puede tomar un tradicional desayuno chileno de huevos con marraqueta, un tipo de pan parecido al de la hamburguesa. Surgido en 1985 gracias al empuje de un próspero comerciante local, Agustín Gómez García, en sus primeros años se le conoció con el nombre de Gran Mercado de Abastos de la Ciudad, pero finalmente terminó por imponerse el de Mercado de la Vega, como le llamaban sus vecinos. Hoy en día, en su interior se encuentran casi 1.500 locales, pero además a su alrededor han surgido numerosos locales y bodegas, que venden sus productos al por mayor.

Cuna de la tradición alfarera chilena ya desde antes de la llegada de los conquistadores, a unos 65 kilómetros al sur de Santiago se encuentra Pomaire, un pueblo en el que la mayoría de sus habitantes viven de la alfarería. Sus productos se distinguen fácilmente, gracias a sus tonalidades rojizas y sus superficies lisas y brillantes, aunque en los últimos años han ido adaptándose a otras formas y colores para hacer frente a la demanda de los turistas. Lo más habitual son las vasijas, en todas las formas y tamaños, aunque también es posible encontrar artículos de decoración, como platos y figuras. Pero el objeto sin duda más típico es el chanchito alcancía. Chancito es el diminutivo de chancho (cerdo), y alcancía es la forma de denominar a las huchas. O sea, nuestras tradicionales huchas en forma de cerdito, con su ranura en la parte superior y de las que es necesario romper para sacar las monedas. Una vez hechas las compras, nada mejor que dejarse guiar por el olfato y dirigirse a alguno de los puestos que ofrecen comidas típicas del país, como las empanadas de kilo o el pastel de choclo. Con ellas en la mano, es más que relajante sentarse a ver cómo los alfareros giran el torno moldeando sus figuras al son de típicos sones chilenos.

Desde los años 30, al albor de la crisis económica que golpeó a todo el mundo occidental, comenzó a montarse este mercadillo de fin de semana entre las calles Bio-Bio, Placer y Víctor Manuel. Al estilo del Rastro madrileño, en esta aglomeración de puestos ambulantes es posible encontrarse con más productos y artilugios de los que el visitante pueda llegar a imaginar. Conocida por los lugareños como el Mercado Persa, los historiadores no tienen claro de dónde proviene su nombre, pero sin duda coincide con la imagen que todos nos hacemos al escuchar la expresión. En los 90, las autoridades decidieron techar buena parte de las calles, para formalizar esta abigarrada concentración de puestos, pero desde entonces se han ido instalando nuevos puestos en los alrededores, quedando éstos de nuevo al aire libre. Son más de un millar de locales en los que se pueden encontrar productos de segunda mano, antigüedades, libros usados, ropa, muebles, pinturas y juguetes entre otros muchos. Lo bueno es que los puestos suelen agruparse en función de los productos que venden, por lo que basta con preguntar a alguno de los lugareños para dirigirse directamente al lugar que necesita. Los puestos techados abren todos los días pero para visitar el mercado en todo su esplendor, acérquese mejor en fin de semana.

En este centro se mezclan las verdaderas obras de artesanía hechas a mano con multitud de abalorios sin demasiado valor, pero lo bueno es que los precios suelen reflejar la realidad del producto en venta por lo que el cliente puede elegir en función de sus gustos y… su bolsillo. Entre los artículos destacados, encontramos muestras de joyería indígena, artesanía en cuero, plata, ropa tejida a mano y hasta zampoñas, un instrumento de viento típico de la zona andina pero que también se utiliza en el norte de Chile. En la zona de “souvenirs” no faltan las típicas camisetas con leyenda, las postales y figuritas. En definitiva, un abigarrado mercadillo repleto de colorido y artículos en el que disfrutará incluso si no quiere comprar. Puede dedicarse simplemente a pasear entre sus laberínticas calles mientras vendedores callejeros le ofrecen comidas típicas libre mientras contempla el interminable ir y venir de gentes. Además, en cada una de sus esquinas encontrará un puesto con zumos frescos y naturales de las más variadas frutas, un vendedor de Manises o riquísimos helados.

Surgido en la década de los 80 para albergar a los artesanos de la ciudad, se trata de una verdadera aldea dedicada a la orfebrería, en la que se encuentra posiblemente la más completa selección de artesanía de la ciudad. Muchas de las piezas son confeccionadas en el mismo recinto, donde es posible ver in situ el trabajo manual de los artesanos, aunque muchos venden también artículos procedentes de todos los rincones del país. Cada uno de los puestos –todos ellos construidos en barro y paja– ofrece productos propios, que van desde las vasijas de cerámica a las esculturas en madera, pinturas, trabajo en vidrio, restauración de muebles, antigüedades, o prendas de cuero; en definitiva, una completa muestra de artesanía en la que el visitante se verá inmerso en el más tradicional ambiente chileno. Con sus más de 160 talleres, es el centro artesanal más grande del país y uno de los más importantes de América Latina, y uno de los puntos más turísticos de la ciudad. Abierto de martes a domingo, entre sus callejuelas, el visitante encontrará también pequeños cafés y restaurantes familiares en los que, además de degustar una sabrosa comida, podrán pasar un rato charlando con los dueños y camareros.

Un centro comercial que no le recordará en nada a un centro comercial. Más o menos ése es el objetivo del Patio Bellavista, situado en el barrio del mismo nombre, y que se define como “panorama urbano, un lugar para disfrutar con identidad propia”. Es decir, un lugar en el que no sólo se va de comprar sino en el que pasar un día entretenido y relajado. El centro, de 18.000 metros cuadrados con las últimas ampliaciones, destaca arquitectónicamente no sólo por su estructura – fue seleccionado para formar parte del Pabellón de Chile en la Expo Shangai 2010– sino también porque ha servido como regenerador del barrio desde que abrió sus puertas en enero de 2006. Pero más allá de su arquitectura y diseño, lo importante de este centro comercial es que aúna la gastronomía y las compras con el mundo de las artes, el diseño, la música y el ocio entre vecinos. En él encontramos lo mismo joyerías que restaurantes y terrazas con una importante actividad cultural todo los días del año. Conciertos de jazz, exposiciones, teatro, recitales literarios…, siempre con especial atención a la idiosincrasia local, lo que le hace especialmente atractivo a los visitantes extranjeros.

Sólo dos lugares en el mundo producen esta preciosa gema de tonos azulados. Uno de ello es Afganistán, donde hace años que las minas no están en funcionamiento, y el otro, Chille. Aquí se encuentra la mayor mina del planeta, el yacimiento Flor de los Andes, situado a 3.600 metros de altura, en la cordillera de Ovalle. Durante casi 10 años esta piedra semipreciosa fue designada piedra nacional del país, y aunque en 1993 se sustituyó oficialmente por la combarbalita, los turistas y muchos chilenos siguen considerándola emblema nacional. Para encontrarla, basta con acercarse al barrio de Bellavista, junto al Puente Pío Nono. Paseando por sus callejuelas encontrará pequeñas tiendas y talleres dedicados a trabajar la piedra, en las que se aceptan incluso encargos especiales, siempre que esté dispuesto a pagarlos, ya que si un kilo de lapislázuli cuesta unos 30 euros, su precio aumenta enormemente una vez tallado. De entre todos los establecimientos destaca, por sus años de historia y su calidad, el establecimiento Lapislázuli House http://www.lapislazulihouse.cl/esp, tienda y taller abiertos por Luciana Celis hace más de 40 años. A la hora de comprar, es muy importante asegurarse de que se está adquiriendo verdadera piedra y no plástico, por muy bien elaborado que éste esté. Para ello, aconsejan algunos, propóngale al vendedor acercar la llama de un mechero a la piedra. Si ésta es de verdad, no se opondrá.

Desde fuera, nada haría suponer que este edificio de hierro forjado guarde en un interior el inmenso Mercado Central de Santiago. Su estructura de hierro sobre una gran planta interior cuadrada recuerda más a las típicas estaciones de tren parisinas de finales del siglo XIX que a cualquier otro mercado que haya podido visitar. Efectivamente, el diseño es típicamente europeo e hijo de su época: las obras se iniciaron en 1869 y corrieron a cargo de diseñadores ingleses que hicieron fundir la estructura central en Glasgow. La gran plaza central del mercado, en cambio, sí fue obra de un arquitecto y urbanista chileno, Manuel Aldunate y Avaria. Pero su singular estructura no es lo único que le ha valido para situarse entre los diez mejores mercado del mundo, según la revista National Geographic. En el mercado hay mucho más, comenzando por el ambiente de barrio que reina en su interior, la simpatía de sus comerciantes y la inmensa variedad de artículos que podemos encontrar en sus más de 200 locales. Desde panaderías hasta queserías pasando por herbolarios y carnicerías, sin olvidarnos de los restaurantes, en los que es recomendable disfrutar de las tradicionales especialidades marineras del país. No lo dude y pídase un caldillo de congrio o un chilenito (ver sección gastronomía).

Hay quien la ha denominado la Quinta Avenida santiaguina y, aunque la comparación pueda ser excesiva, lo cierto es que en los aledaños de esta inmensa calle se encuentran las tiendas, restaurantes y galerías de arte más chic de toda la ciudad. Ya busque zapatos, ropa o complementos, aquí lo encontrará, pues desde hace años este barrio residencial acoge todas las grandes marcas instaladas en el país, desde Armani a Louis Vuitton, pasando por Swarovski o Cartier. Además, en él se han instalado también pequeñas boutiques de alto standing, como la Sastrería Ugarte, para hombres, que ofrece una esmerada atención personalizada. Si lo que buscas es arte y diseño, lo encontrará en la Librería Milaires www.milaires.cl , autodenominada “boutique del libro” y especializada en volúmenes de arte, arquitectura, fotografía y diseño, así como en objetos únicos de decoración. Si prefieres conocer las últimas propuestas en el arte contemporáneo chileno, en la SWT Art Gallery periódicamente se realizan exposiciones de acceso gratuito. Para descansar entre tantas compras, a lo largo de la calle se han instalado diversos restaurantes de alta cocina, nacional e internacional, y una importante representación de tiendas gourmet.

Si bien estamos acostumbrados a acudir a los museos en busca de grandes obras de la Historia del Arte, en ocasiones es recomendable salir del circuito establecido en cuanto a cánones de belleza e importancia y acercarse a las pequeñas obras de arte que ha ido creando el pueblo llano. Esta es la idea del Museo de Arte Popular americano que tiene entre sus fondos pequeñas joyas recogidas a lo largo de toda América, especialmente la zona Sur y Centro, para disfrute del visitante. Artesanía como reflejo de la cultura popular, ésa es la idea del museo, que cuenta con una ecléctica colección en la que destacan las miniaturas y juguetes en madera y cerámica recogidas por toda América; los típicos trajes del huaso (campesino) chileno o las manifestaciones populares de la devoción del pueblo, como los tradicionales cristos crucificados en el interior de una botella, típicas de la Región Metropolitana. El origen del museo, que se encuentra enclavado en el Centro Cultural Gabriela Mistral, tiene lugar en 1942, cuando la Universidad de Chile organiza la primera Exposición de artes populares americanas para conmemorar sus cien años de existencia. Una iniciativa en la que no cuenta tanto la excelencia en la técnica o los acabados perfectos, como el valor social de unos objetos que durante siglos han pasado de mano en mano hasta llegar a donde se encuentran hoy.

El vestido que lució la Princesa Diana en su primera aparición pública tras anunciar su compromiso con el Príncipe Carlos, un inconfundible modelito rojo que perteneció a Marilyn Monroe, el traje de novia de Elizabeth Taylor para su boda con Richard Burton, una casaca tipo militar de John Lennon o la cazadora negra de Terminator son algunos de los tesoros modernos que guarda este museo, donde se encuentran también grandes joyas de épocas pasadas. Las más de 10.000 piezas que contiene abarcan desde el siglo V antes de Cristo, aunque el grueso de sus objetos corresponde a la segunda mitad del siglo XX, especialmente los años 50. De este inmenso repertorio quizás lo que más llame la atención al visitante sean las colecciones temáticas, dedicadas a temas concretos, como las relacionadas con el tenis o el fútbol, la de sombreros y abanicos, y la de uniformes militares. Tampoco se queda atrás la de ropa de niños, la de juguetes y la imprescindible de revistas de moda, datando la más antigua de 1983. De estilo minimalista y con una cuidada decoración, el edificio que alberga el museo, la casa de la Familia Yarur Bascuñán, presenta una clara influencia de los diseños funcionalistas de Frank Lloyd Wright.

Desde el mismo día de su proclamación como presidente en 1970, Salvador Allende se vio fuertemente criticado por sectores nacionales e internacionales temerosos de su ideología marxista. En un Chile muy dividido, un grupo de intelectuales decidió entonces crear un Museo de la Solidaridad en apoyo al Gobierno de la Unidad Popular –el partido de Allende-. Para ello pusieron en marcha un Comité Internacional de apoyo a Chile que recibió más de 500 obras donadas por artistas de todo el mundo que simpatizan con la causa. Con este material, el museo abrió en 1972, pero un año más tarde, con el golpe de Estado, fue clausurado y sus obras escondidas. Sin embargo, la idea logró regenerarse en el exilio, renombrándose Museo Internacional de la Resistencia, y comenzando una gira por distintas ciudades en las que fueron recopilando más donaciones. Con la vuelta a la democracia, estas obras fueron enviadas a Chile, sumándose a la colección original y el Museo pudo ser reinaugurado en septiembre de 1991. Hoy tiene más de 2.500 obras, representativas de todos los estilos del arte contemporáneo, y, desde 2004 se encuentra situado en el Palacio Heiremans, curiosamente uno de los centros de operaciones de la policía secreta durante la dictadura.

Basándose en la idea de que es necesario recordar y conocer la Historia para que ésta no vuelva a repetirse, este Museo inauguró en enero de 2010 bajo la presidencia de Michelle Bachelet, ella misma represaliada política, en recuerdo a las miles de víctimas, torturados, desaparecidos y ejecutados de la dictadura de Pinochet. Un lugar imprescindible para comprender la magnitud de los que sucedió en Chile a partir de la noche del 11 de septiembre de 1973, cuando el ejército acabó con la legalidad constitucional imponiendo un sistema totalitario que reprimió sin límites a todos los que consideraba “enemigos”. En total, unas 40.000 víctimas a las que se quiere honrar con este espacio. El museo cuenta con zonas diferenciados, como la Plaza de la Memoria, una gran explanada con capacidad para 5.000 personas donde se organizan actos relacionados con la Memoria Histórica; dos salas para exposiciones temporales situadas en el tercer piso, y una Galería de la Memoria, dentro de la cual existe una pequeña sala de cine. Sus colecciones consisten básicamente en objetos y testimonios de las víctimas, así como en las expresiones de solidaridad con ellas que se dieron tanto en Chile como en el resto del mundo durante aquellos años. Se recogen también documentos, publicaciones –gubernamentales o de la resistencia-, procesos judiciales, archivos sonoros, grabaciones… Todo lo que ayude a comprender mejor este doloroso periodo de la historia de Chile.

A unos 10 kilómetros a las afueras de Santiago se encuentra este museo, situado dentro de la ermita a la Virgen del Carmen, erigida en el lugar donde las tropas chilenas, al mando del general San Martín, vencieron definitivamente a las españolas, el 5 de abril de 1818. En noviembre de ese mismo año se colocó la primera piedra del templo, pues el director militar de la contienda, Bernardo O’Higgings había hecho promesa de dedicarle una iglesia a la virgen. La idea del museo, en cambio, surgió mucho tiempo después, y abrió sus puertas en 1956. En su interior alberga una valiosa y ecléctica colección de objetos entre los que destacan los carruajes de la primera aristocracia santiaguina. Hay también una importante muestra de imaginería religiosa, de mobiliario de época y pinturas, tanto nacionales como extranjeras. Es interesante además por los documentos históricos relacionados con el proceso independentista, su valiosa colección de vestuarios –especialmente prendas de la alta sociedad- y sus objetos de arte precolombino, pero su seña de identidad es un gran mural de la Batalla de Maipú, realizado por el artista chileno Pedro Subercaseaux. A la salida, es recomendable pasarse por el restaurante de comida típica El Chancho con Chaleco, un clásico de Maipú.

Con catorce salas en las que aprender de forma divertida sobre temas tan diversos como astronomía, energía o robótica este museo está pensado, como bien dice su nombre, para que el visitante interactúe con los objetos que se le presentan. Un lugar donde tocar no está prohibido y en el que preguntar es casi obligatorio. Surgido al albor del nuevo milenio, este museo no mira al pasado sino al futuro. Ha recibido numerosos premios, tanto por su arquitectura como por sus innovadores proyectos y es uno de los más visitados de la ciudad. Cada día acuden niños de todos los colegios de la capital y otras ciudades, y los fines de semana es un clásico para las familias. En sus salas es posible aprender sobre robótica, electromagnetismo, energías alternativas o ciudades inteligentes, pero sus creadores no quisieron olvidar tampoco que se encuentra en un país de larguísima tradición minera, por lo que una de sus salas está dedicada precisamente a este actividad, centrándose en los procesos de extracción, los usos del cobre y la historia de la minería en Chile. Para los más pequeños, la Sala Ciudadela ofrece sesiones de cine 3D y multitud de talleres en su sala Teatro. Además, en todas las visitas se dedica un tiempo a hablar de la Tierra y la fuerza de la Naturaleza, con especial atención a los terremotos, tan habituales en Chile.

Divido en tres grandes naves y un total de 20 salas distintas, el museo se presenta estructurado por etapas históricas, siendo la primera la que va desde un poco antes del descubrimiento hasta 1826, poco después de la independencia del país. En la segunda etapa nos encontramos un periodo de tan sólo 50 años (1827-1883), abarcando los años de la I República hasta la Guerra del Pacífico, que enfrentó a Chile con sus vecinas Bolivia y Perú; y en la tercera nave se trata el periodo más reciente, desde la Guerra Civil chilena de 1891 hasta los años de la Guerra Fría. Como es lógico tratándose de un museo militar, las etapas se dividen en función de grandes batallas y su colección se centra en la evolución del Ejército en cada una de ellas. Pero no se trata de una colección de objetos dispersos sino de recreaciones de la sociedad de cada momento: una tertulia, las cafeterías, la vida en el fuerte, o detalladas maquetas para explicar las grandes batallas. Por supuesto, no faltan las colecciones de armamento, los estandartes, uniformes y galones de cada cuerpo el Ejército. Destaca el importantísimo labor de conservación y restauración que el museo está llevando a cabo con sus archivos, ya sean en papel, pintura o textil –uniformes, banderas y estandartes-, después de que un incendio en el año 2000 destrozase buena parte de ellos.

Imprescindible para los amantes de la Historia en todos sus aspectos, este museo presenta una inmensa colección de todo tipo de objetos que hacen que un paseo por sus salas se convierta en un completo viaje al pasado perfectamente ordenado por épocas, algo de agradecer para quieran detenerse en determinados momentos pasando otros por alto. Así, es posible visitar, divididas por salas, una antigua ciudad indiana, los últimos años de la colonia, la independencia, los medios de transporte que revolucionaron los sistemas de producción, la gran crisis de los años 20, la incipiente democracia chilena desde los años 30 hasta 1973 y multitud de salas más. Y no sólo eso. El museo también ofrece distinta colecciones, destinadas a elementos concretos como el textil y vestuario, artes decorativas, muebles, pintura y estampas, numismática, libros o fotografía. Sólo de este arte, el Museo posee más de 100.000 piezas, un tercio de las cuales han sido digitalizadas para disfrute de todos y se pueden admirar en la web creada para tal fin Fotografía Patrimonial (www.fotografiapatrimonial.cl/) El museo encuentra alojado desde su nacimiento en el antiguo Palacio de la Real Audiencia de Santiago, un espléndido emplazamiento que sirve como antesala a las maravillas que guarda en su interior.

Un repaso a los 4.500 años de civilización precolombina, donde destacan las momias Chinchorro, típicas de la cultura indígena de Chile y más antiguas que las archiconocidas momias egipcias. La exposición permanente no se reduce a la cultura chilena, sino que quiere ser un referente de la historia anterior a la conquista en toda Latinoamérica, una iniciativa pionera que después imitaron otros países. Así, encontramos piezas de lugares como el Caribe, Colombia, Ecuador, toda la selva amazónica y los Andes centrales y del Sur. Además, el mundo andino, el legado d los chamanes o la gran civilización inca han ocupado en los últimos años sus exposiciones temporales. El museo surgió a iniciativa del arquitecto chileno Sergio Larraín García-Moreno, que durante años buscó, seleccionó y guardó él mismo las obras de arte del mundo precolombino y que en la década de los 70 decidió buscar una institución que continuara su legado. Con el apoyo del entonces alcalde de Santiago, se pudo fundar finalmente este museo, que abrió sus puertas al público en diciembre de 1981. Situado a unas pocas calles de la Plaza de Armas, el centro ocupa un distinguido edificio de la época colonial, de estilo neoclásico y que anteriormente fue sede de la Biblioteca Nacional.

Si pasea por el Parque Quinta Normal, una de las grandes áreas verdes de Santiago, el visitante se encontrará con un imponente edificio decimonónico rebautizado como Edificio París. Mirando su majestuoso porte y sus dos pisos de altura, rematados por una gran cúpula, pocos podrán creer que el edificio, construido en hierro y acero, fuera fabricado a miles de kilómetros de allí. Concretamente en París, donde el arquitecto francés Henry Pic lo diseñó para la gran Exposición Universal que tuvo lugar en la capital francesa en 1889. Un encargo que sólo tenía una condición: que fuera desmontable. Así, una vez terminado el evento, fue desarmado pieza a pieza y trasladado por barco hasta Valparaíso y, posteriormente, por tren hasta Santiago. En la actualidad, acoge en su interior al Museo Artequin http://www.artequin.cl, una innovadora propuesta en la que arte, educación y entretenimiento se dan la mano. Muy enfocado a los más pequeños pero apto para todos los públicos, en este museo es posible disfrutar de reproducciones de conocidas obras del mundo de la pintura y escultura, explicadas de forma interactiva y amena. La mejor forma para que pequeños y mayores conozcan la historia de los movimientos artísticos que más han influido en el arte occidental.

Nada mejor para imaginarse la vida de la alta burguesía en el Chile de principios de siglo que el Palacio Cousiño. En las decenas de habitaciones del inmueble no falta detalle: desde tapices a mobiliario y de sedas a brocados, todo ello mandado traer desde las grandes capitales europeas para capricho y disfrute de Isidora Goyenechea, viuda del empresario del carbón Luis Cousiño y proveniente ella misma de una de las familias más ricas de la ciudad, gracias a su participación en el negocio minero. De líneas rectas y sobrias, en estilo clásico, y con tan sólo dos pisos, fue la primera casa con calefacción y ascensor en Santiago y para su construcción se hizo llamar a un arquitecto francés –Paul Lathoud- y un paisajista español, Miguel Arana, quien se ocupó del esplendoroso jardín que rodea a la casa. Justo enfrente del palacio se encuentra el Parque Almagro, que da nombre al barrio que se extiende en los alrededores y para el que el ayuntamiento de la capital prevé una profunda remodelación en los próximos años. Entre los proyectos están la creación de dos torres gemelas, de 33 pisos cada una, y la llegada del metro a la zona.

Un gran desconocido para turistas y lugareños que guarda en su interior los restos de grandes personalidades de la cultura o la ciencia, como Víctor Jara y Max Westenhofer, y la de la mayoría de presidentes chilenos, incluido Salvador Allende, que se suicidó durante el golpe de Estado que llevó la dictadura de Pinochet al país. Quizás sea esta la razón de que en el cementerio se encuentre desde 1994 el Memorial del Detenido desaparecido y el ejecutado político, en recuerdo a los miles de desaparecidos, torturados y asesinados de la dictadura. Realizado en mármol blanco, en la parte superior se lee la inscripción: “Todo mi amor está aquí y se ha quedado pegado a las rocas, al mar, a las montañas...”. Bajo ella, una interminable lista, también tallada sobre la piedra, recuerda con nombre y apellidos a los detenidos y muertos. El cementerio, fundado en 1821 y al que se accede a través de una imponente entrada situada en la plaza de la Paz, acoge mausoleos de gran vistosidad y multitud de estilos, además de esculturas y jardines, lo que convierte al conjunto en un curioso lugar de gran riqueza arquitectónica.

Exposiciones culturales, teatro, ballet, ciclos de cine, encuentros internacionales, ferias y congresos se dan cita en esta antigua estación reconvertida hoy en gran centro cultural de Santiago. Más de 20.000 metros cuadrados distribuidos en cuatro plantas en los que además de salas para todo tipo de artes escénicas se encuentran dos restaurantes y una cafetería. Fue en 1905, cuando Chile se preparaba para los fastos de su primer centenario como país independiente, cuando el presidente de la República puso en marcha el proyecto para esta gran estación, que sería el centro de comunicaciones del país y desde donde partían también los trenes con destino a la vecina Argentina. Para su construcción se hizo venir de Francia al arquitecto Emilio Jecquier, chileno pero instalado en París, que le dio un estilo neoclásico de gran belleza que le valió para ser declarada Monumento Nacional en 1976. Sin embargo, una década después dejó de funcionar, quedando el espacio abandonado. Fue en 1990 cuando se decidió dar un nuevo uso a la vieja estación, que sería inaugurada en 1994 como centro cultural y que en 2009 ganó el premio Internacional Reina Sofía por su trabajo en pos de la conservación del patrimonio y difusión de la cultura.

El año 2010, cuando se cumplían doscientos años de independencia y existencia de la República, marcó un hito en la historia chilena y sirvió como meta y punto de partida para multitud de proyectos regeneradores de la ciudad. Uno de ellos fue el Proyecto Centenario, al amparo del cual se creó este Centro Cívico Cultural, situado en el subsuelo del gran estaque de agua que predomina sobre la Plaza de la Ciudadanía. Inaugurado en 2006, consta de 7.200 metros cuadrados en los que ofrece grandes salas de exposiciones y donde se alberga la Cineteca Nacional y una Galería con una amplia muestra de artesanía proveniente de las distintas regiones del país. Una Galería de diseño y un espacio dedicado a la cantautora Violeta Parra completan el espacio de este recomendable y novedoso centro cultural que ha colaborado para que Chile ocupe un importante espacio en el panorama artístico mundial. El centro se encuentra en el llamado Barrio Cívico, uno de los principales lugares turísticos de Santiago por la cantidad de edificios y monumentos que en él se encuentran.

Fue la primera iglesia fundada por los Agustinos a su llegada a Chile y es por ello que, aunque su nombre oficial siempre fue Nuestra Señora de Gracia, durante siglos se la ha conocido como la Iglesia de San Agustín. Corría el año 1609 cuando se puso la primera piedra y un siglo más tarde obró el milagro. En su interior se encontraba el Cristo de la Agonía (también conocido como Señor de Mayo), una de las esculturas más importantes de su tiempo, cuando tuvo lugar el trágico terremoto del 13 de mayo de 1647. La iglesia, como tantos otros edificios, quedó destruida, salvándose de manera milagrosa el Cristo al completo, aunque la corona de espinas quedó sobre la garganta. Este acontecimiento hizo aumentar la devoción por la talla, -la primera realizada en Chile, a manos del fraile peruano Pedro de Figueroa en 1612-, y desde entonces cada 13 de mayo sale en procesión por toda la ciudad, lo que le ha dado el sobrenombre de Señor de Mayo. Además de esta conocida figura, el tempo de San Agustín es pictóricamente muy interesante por su cúpula pintada, el altar destinado a Santa Rita y las numerosas colecciones de artistas chilenos que conserva.

Centro neurálgico de la ciudad y lugar histórico de la misma, pues surgió como eje central en torno al cual se iría construyendo el resto. Una mirada rápida alrededor de la plaza permite al visitante hacerse una idea de la evolución de esta urbe: la silueta de la catedral metropolitana contrasta con la moderna estructura de cristal del edificio de oficinas Plaza de Armas, en el que se sitúan las sedes administrativas de algunas de las más importantes empresas nacionales e internacionales. Continuando nuestro recorrido visual nos encontramos con la Iglesia del Sagrario y, en el lateral norte, la oficina central de Correos –que fuera en su día casa del conquistador de Chile, Pedro de Valdivia-el Museo Histórico Nacional y el Ayuntamiento. El centro de la plaza se encuentra presidido por el Monumento a la Libertad de América –también conocido como de Ayacucho, por haber sido encargado por la vecina Perú para conmemorar esta batalla–. Una estatua de mármol blanco que los chilenos conocen como la “fuente de los lagartos” y que está considerada el kilómetro 0 de Chile. Pero más allá de los monumentos que se encuentran en ella, la Plaza de Armas es un lugar de encuentro y ocio para los chilenos; repleto de caricaturistas, saltimbanquis y mimos que buscan la complicidad de lugareños y turistas para ganarse unas monedas.

No puede irse de Santiago de Chile sin visitar el Palacio de la Moneda, un lugar que en sus dos siglos de existencia acumula buena parte de la Historia de Chile. Hoy es la sede del Presidente de la República, como lo era en 1973, cuando las imágenes del golpe militar, con el edificio en llamas y los militares corriendo por sus pasillos se repitieron por las televisiones de todo el mundo. En sus orígenes (1785), el palacio fue creado, como su propio nombre indica, para albergar la Fabrica de la Moneda y desde 1805 allí se acuñaron tanto las últimas monedas del imperio español como las primeras del Chile independiente, labor que se continuó realizando allí hasta 1920 aunque ya desde antes se destinó también a alojar a los presidentes de la República. La entrada a su interior no está permitida, por lo que el visitante no podrá admirar las pinturas, lámparas y alfombras que decoran sus inmensos salones, pero sí es posible ver, como si de Buckingham se tratara, el cambio de la guardia presidencial. Una ceremonia que dura 45 minutos (se celebra en días alternos, a las 10 de la mañana) y que suele encandilar a los turistas, que no dudan en llegar con antelación para asegurarse un buen lugar.

Inabarcable oferta cultural, centro gastronómico de primer orden y sede del tradicional Parque Forestal. Sobran las razones para acercarse hasta este barrio donde podrá pasear durante horas sin aburrirse ni un momento, observando sus monumentos históricos, las grandes casonas que aún conservan sus fachadas originales y los pequeños edificios de una sola planta, recuerdo de otros tiempos. Declarado zona típica en 1997, su oferta gastronómica crece por momentos –en los últimos años se han instalado entre sus calles el Restaurante Nolita www.nolita.cl , el nuevo Liguria www.liguria.cl, un clásico de Santiago, o la vinería Bocanáriz www.bocanariz.cl, que ofrece más de 300 vinos diferentes. Además, es imprescindible echar al menos una ojeada por la boutique hotel Casa Lastarria un alojamiento con tan sólo 14 habitaciones, todas ellas exclusivas, alzado sobre un antiguo palacete del año 1927. Un regalo al gusto y los sentidos… para quien pueda permitírselo. Por su parte, también los diseñadores y artistas han mostrado su interés por abrir sus tiendas en la zona por instalarse en sus calles, pero la cultura no está sólo entre las calles del barrio; también el Parque Forestal organiza periódicamente grandes actividades culturales y recreativas, generalmente en torno a los jardines del Museo de Museo de Bellas Artes.

Darse a un cálido baño a 1.800 sobre el nivel del mar, al abrigo de la impresionante cordillera de los Andes es un sueño que se hace realidad en el pequeño pueblo de Baños Morales, a 92 kilómetros de Santiago. Una excursión que se puede hacer en el día o pernoctando en alguna de las cabañas de turismo rural que hay cerca de los Baños. Allí, las aguas de estas piscinas termales se mantienen a una temperatura estable de 25 grados todo el año lo que le hace recibir cientos de turistas cada año. De una tonalidad marrón, se dice que estas aguas ricas en yodo, sodio y potasio poseen propiedades curativas para enfermedades relacionadas con los huesos y la piel. Además, es posible solicitar los servicios de masajes con barro y aguas medicinales. El centro se encuentra abierto todo el año y siempre se admiten visitantes, pero la mejor época para tomar un baño es entre octubre y marzo. En cualquier caso, si desea acercarse en invierno, es aconsejable informarse de que la nieve no impide el paso hasta ellas. Un poco más alejadas de la capital se encuentran las Termas de Plomo, pozas naturales en las que el agua también está caliente, aunque el acceso es un poco más complicado que a Baños Morales.

Existen dudas sobre el origen del nombre que se da al cerro, pero son muchos los historiadores que apuntan a que la denominación se debe a la existencia de una antigua cantera de piedra blanca que fue ampliamente aprovechada en el siglo XVIII para multitud de construcciones, entre ellas los cimientos del mismísimo Palacio de La Moneda. En cambio, no se utilizaron para construir la Parroquia de la Virgen de Montserrat, que se erige sobre la colina y presume de ser el primer templo católico fundado en el país gracias a la intervención de doña Inés de Suárez, extremeña que, junto a Pedro de Valdivia, participó en la fundación de Santiago. Corría el año 1545 cuando se construyó la ermita, aunque el edificio actual se levantó en 1834, debido a que los anteriores fueron destruidos en varios terremotos. Declarada Monumento Nacional en 1990, todavía hoy es costumbre acudir en romería a la ermita y pasar el día en las faldas de la montaña. Su idílico emplazamiento junto a frondosos viñedos hizo que los vecinos comenzaran a denominarla “la Viñita”, nombre con el que se la conoce más que por el original. En su interior, la imagen de la Virgen Morena, que, ésta sí, se mantiene intacta desde 1574, se ha convertido en la patrona extraoficial del hampa santiaguina, pues a ella van a rezarle muchos de los que salen de la cárcel, de ahí que se le conozca también como “virgen de los lanzas” (delincuentes, en Chile).

Considerado uno de los pulmones de la ciudad, el Parque O’Higgings no dejará indiferente a nadie, por la variedad de estilos y usos que le dan los santiagueños. Cada año, se convierte en el centro neurálgico de las Fiestas nacionales y la Parada Militar que el país celebra en torno a los días 18 y 19 de septiembre, en conmemoración de la proclamación de la Primera Junta Nacional de Gobierno, con la que se inició el proceso independentista. Y cada fin de semana acoge una especie de mercadillo en el que cada cual es libre de intercambiar o vender lo que precise. Como prueba clara del eclecticismo que se da cita en el parque, baste con decir que dentro del mismo nos podemos encontrar con el Museo del Huaso, con el que se rinde homenaje a los vaqueros y que cuenta con una interesantísima colección de ponchos y sombreros o con el gran estadio MoviStar Arena, utilizado principalmente para grandes conciertos. Para la práctica del deporte quedan el Centro Deportivo, la Piscina Olímpica, el Club de Tenis y la Escuela de tiro con arco, todas ellas situadas también dentro del parque. Y para no dejar la cultura de lado, también nos encontramos con el Teatro la Cúpula www.teatrolacupula.cl , que ofrece espectáculos asequibles –en precio y temática- a todos los públicos.

Arte y Naturaleza se dan la mano en este gran espacio verde con vistas a la Cordillera de los Andes en el que podemos disfrutar de una muestra de más de 30 esculturas permanentes, además de otras que se instalan en el parque de forma ocasional. Inaugurado en diciembre de 1986, su nacimiento se debe, una vez más, a los múltiples fenómenos meteorológicos que cíclicamente afectan a Chile. En esta ocasión no fue un terremoto, sino el desbordamiento del río Mapocho en 1982, que anegó toda la zona de la ribera y se llevó por delante numerosas casas y zonas de cultivo. El desastre fue aprovechado por las autoridades para crear algo diferente, dando así lugar al Parque de las Escultura, cuyo primer habitante permanente fue precisamente una imponente figura en homenaje a la Pachamama (como se conoce a la madre tierra en Latinoamérica) de la escultora chilena Marta Colvin. Poco a poco se fueron añadiendo obras de otros destacados escultores nacionales y se inauguró una sala de Exposiciones dedicada a los jóvenes talentos. Desde 2002, este museo al aire libre es además la sede del Festival Internacional de Jazz que cada año (en el verano austral) se celebra en la capital chilena.

Un moderno centro de Ecoturismo con más de 30 años de experiencia que ha sido declarado santuario de la Naturaleza y área protegida por el Gobierno nacional. Situado junto al pueblo de San Alfonso, a unos 50 kilómetros de Santiago, el lugar se extiende a lo largo del valle del Cajón del Maipo, a orillas del río del mismo nombre. Un lugar para disfrutar de la Naturaleza sin echar en falta ninguna de las comodidades a las que el visitante esté acostumbrado. El centro ofrece alojamiento en cabañas totalmente equipadas y en las áreas comunes, el turista puede pueden disfrutar de la piscina, sala de juegos, zona de picnic y barbacoas… Además, para quienes prefieran no cocinar, cuentan con restaurante propio con todo tipo de comidas y ofrecen espacios para encuentros de trabajo u ocio con capacidad para 300 personas. Son muchas las actividades que proponen desde la Cascada de las Ánimas -sendas, paseos a caballo, juegos al aire libre…- pero la más demandada por los visitantes es sin duda el Rafting por el río Maipo, cuyas aguas bajan bravas después de haber transcurrido por toda la Cordillera de los Andes. Un intenso paseo fluvial de casi 20 kilómetros en cuyo recorrido se encuentra la espectacular cascada que da nombre al lugar.

Temperaturas moderadas, sol en abundancia, pocas lluvias durante la época de cosecha y buenos terrenos han convertido a Chile en un productor de vino de primer orden. Aunque en un principio se dio a conocer en el mercado por su buena relación calidad- precio, en los últimos años está ganando prestigio con algunos caldos de altísima calidad. Todo ello sumado a un incipiente turismo enológico que, por supuesto, también encontramos en Santiago. A una hora del centro, en Pirque, podemos visitar la Viña Concha y Toro www.conchaytoro.com, regida por la compañía del mismo nombre, una de las mayores productoras del país. Fundadas en 1883, el Centro Turístico del Vino de Concha y Toro ofrece tours guiados de unas dos horas de duración en los que es posible recorrer los viñedos, pasear por el espléndido jardín, degustar sus vinos y, por supuesto, visitar la bodega Casillero del Diablo –el vino más famoso de Chile-, en la que, según la leyenda, habitaba el demonio –rumor difundido por su fundador para evitar los robos–. Dentro de la ciudad, es posible visitar la Viña Santa Carolina (desde 1987) y la Viña Aquitania, fundada por enólogos franceses más recientemente, en 1984.

Para disfrutar del aire libre en Santiago, bien merece la pena realizar una excursión al Monumento Natural El Morado, situado a 93 kilómetros de la capital, en el término municipal de Baños Morales. Ya sea en coche o en autobús, el acceso es muy sencillo y las opciones que ofrece, inacabables. Desde senderismo a paseos a caballo, pasando por la escalada y el montañismo para los más arriesgados, esta zona que sigue la cuenca del Río el Volcán es uno de los principales atractivos turísticos, por sus vistas y su interesante flora silvestre. Un parque no especialmente grande, unas 3.000 hectáreas, pero que esconde en su interior una espectacular sorpresa: las vistas del glaciar San Francisco, recompensa para quienes terminen la ruta que propone el parque. Son en total unos ocho kilómetros que le llevarán a la laguna de El Morado, a 2.400 metros sobre el nivel del mar. Y para quien todavía tenga fuerzas, es posible continuar hasta la base misma del glaciar. Pero si lo que quieren es reponer fuerzas y descansar, en la zona existen numerosos tipos de alojamientos –cabañas, albergues, camping...- para todo tipo de turistas. Es importante tener en cuenta, eso sí, que el parque sólo permanece abierto durante el verano austral, entre los meses de octubre a marzo, ya que el resto del año soporta unas bajísimas temperaturas.

Desde este cerro de Santa Lucía comenzó el conquistador Pedro de Valdivia a fundar Santiago. Una efeméride que quedó para siempre en su nombre, pues corresponde a la fecha en que sus tropas se apoderaron del cerro, el 13 de diciembre de 1540, día de Santa Lucía. Una simple montaña rocosa utilizada en un principio como frente avanzado para la defensa de la ciudad (todavía se conserva un imponente fuerte de principios del siglo XIX: el castillo Hidalgo, que tras años de abandono luce ahora sus mejores galas y funciona como centro de eventos) que con el tiempo se ha ido convirtiendo en un precioso parque ajardinado. De especial importancia fue el impulso renovador que le dio a la zona Benjamín Vicuña Mackena, alcalde de la ciudad hacia 1870, que lo dotó de parques, jardines y caminos y fuentes como la vistosa fuente Terraza de Neptuno, que da acceso al parque a través de unas escaleras de gran porte. Uno de sus mayores atractivos tiene lugar cada día, a las 12.00 de la mañana. A esa hora, desde los primeros años de la Independencia, un cañonazo marca el mediodía, recuerdo de unos tiempos en los que se avisaba a la pequeña ciudad de Chile de que había llegado la hora de comer.

No es tan conocida como el Corcovado de Río de Janeiro, pero la estatua de la Virgen María que preside el cerro de San Cristóbal es también símbolo de la ciudad en la que se encuentra. Modelada en hierro colado y hueca por dentro, la imagen tiene 14 metros de altura, a los que se suman los ocho que mide el pedestal sobre el que se encuentra. Fundida en los talleres parisinos de Val d’ Osne, la escultura pesa más de 36 toneladas, que fueron instaladas en lo alto del cerro -880 metros- en el año 1908. Un cerro que es el más alto de la ciudad y que de ahí precisamente recibe su nombre: los viajeros de la época comenzaron a llamarlo San Cristóbal, patrón de los caminantes, porque su altura les servía de guía para llegar a Santiago. Hoy es una gran área recreativa, -en ocasiones llega a estar masificado- que dispone de rutas de senderismo, jardín botánico y hasta parque zoológico, además de un espectacular centro cultural, la Casa de la Cultura Anahuac, construida por el arquitecto chileno Carlos Martner. Para llegar a la cumbre de este gran Parque Metropolitano que se extiende a lo largo y ancho del cerro de San Cristóbal, nada mejor que el funicular, inaugurado en 1925, y que todavía hoy mantiene sus tres paradas iniciales.

Música, teatro, cine, arte y danza se dan cita en este especio de 22.000 metros cuadrados situado en el centro de Santiago. Un lugar en el que descubrir las nuevas propuestas escénicas y artísticas gracias a su intensa y variada actividad, que lo mismo acoge a la Orquesta Sinfónica de Chile que conciertos de música moderna, una nueva versión de Hamlet u obras experimentales y polémicas. Dividido en dos espacios diferenciados, al centro se accede a través de un amplio patio que llamará la atención del visitante por la superposición de luces de colores, conseguida gracias a una gran cristalera de diferentes tonalidades. Imposible no ver en el patio el “gran pez”, una estatua gigante en forma de pescado realizada a partir de jirones de ropa usada y que cuelga desde lo alto del techo. Otro pez destaca en una de las salas: se trata de una réplica del gran Pez de Mimbre que en los años 70 construyó el artista Alfredo Manzano (más conocido como Manzanito), una de las piezas emblemáticas del edificio y que se perdió después de la ocupación militar el edificio. Porque la historia de este edificio ha sufrido también los vaivenes de la historia chilena. El centro se inauguró como museo en 1972, pero con el golpe de Estado fue re convertido en la sede del Gobierno del general Augusto Pinochet.

“El Disneyland chileno” lo llamaron algunos periódicos cuando se anunció en Santiago la construcción de un inmenso –es el quinto más grande de Latinoamérica- y moderno parque de atracciones. Corría el año 1977 y eran pocos los chilenos que por entonces habían estado en uno de estos centros dedicados por completo a la diversión de grandes y pequeños. Ideal para ir en familia, el parque no defraudará tampoco al aficionado a los parques temáticos. Siete montañas rusas, cine 3D, espectáculos, multitud de atracciones acuáticas y hasta el tradicional carrusel. No le falta de nada a este parque de atracciones que tiene como norma inaugurar una nueva atracción cada año y en el que la diversión está más que asegurada. En su historia destacan varios hitos, como haber inaugurado la primera montaña rusa con giro completo de Sudamérica, en 1995, y la de haber mantenido la promesa de no derribar ningún árbol –o replantarlo, en caso de extrema necesidad- de los que se encontraban en la zona, lo que le permite tener hoy una de las reservas arbóreas más variadas de la capital. Una buena razón para dejar a los niños montados en las atracciones y dedicarse a pasear por sus frondosos alrededores.

Con sus 82 metros de largo (casi el doble de una piscina olímpica) por 25 de ancho, la piscina Tupahue se asemeja a un espléndido lago natural. Diseñada en los años 60 por el arquitecto y paisajista chileno Carlos Martner García, autor de numerosos espacios públicos a lo largo de todo Chile, se aprecia en su construcción la preocupación del autor por integrar el diseño en su entorno, combinando lo que ha creado la Naturaleza con lo que la mano del hombre pueda realizar. Efectivamente, nada queda al azar en esta construcción de forma irregular que se confunde con el entorno repleto de vegetación y en la que ni la cascada artificial parece ajena al lugar. La piscina impresiona desde fuera pero no es hasta que uno entra al interior del recinto cuando llega la verdadera sorpresa: el Mural Tupahue, formado por miles de piedras de colores –muchas de ellas provenientes del mismo cerro, en el que antes se emplazaba una cantera– y realizado por los muralistas Juan O’Gorman, mexicano, y María Martner, de origen chileno, en lo que se considera un símbolo de fraternidad entre los dos países. No se queda atrás la piscina Antillén, inaugurada dos décadas más tarde – el 8 Diciembre de 1976- y diseñada por la misma mano de Martner. Situada a casi 1.000 metros sobre el nivel del mar, ofrece unas espectaculares vistas de toda la ciudad, es todavía más larga que la anterior (92 metros por 25 de ancho) y en ella destacan los grandes muros de piedra. Las piscinas abren del 25 de noviembre al 15 de marzo todos los días salvo los lunes.

Salir en Santiago implica, como poco, terminar desayunando fuera de casa y lo más habitual es que después de pasar un rato por los pubs del centro, los más marchosos se dirijan a las grandes discotecas en las que pasar la noche hasta el amanecer. Entre ellas destaca Santiago New (http://www.santiagonew.cl/), una de las mayores de la ciudad. Con sus happy hours, entrada gratis para las chicas, sesiones de strip-dance y noches temáticas… el Club Santiago News, -autodenominado ‘La capital del carrete’- es el lugar perfecto para los que quieran disfrutar de la noche chilena en su máximo esplendor. Situada en la calle Manuel Rodríguez 1863, es un inmenso local dividido en varios ambientes, con pantallas gigantes y un espectacular juego de sonidos. Una de sus especialidades es la celebración de cumpleaños y despedidas de soltero muy especiales. Otro imprescindible de la noche santiaguina es el Punta Brown (http://www.puntabrown.cl en Recoleta, 345). Cuatro plantas situadas en un antiguo edificio industrial donde, además de lo típico en cualquier discoteca, hay karaoke, música en directo y un último piso convertido en cine donde durante toda la noche proyectan grandes clásicos.

Un barrio obrero y activo donde cada año se celebra el aniversario de su creación, decidida para conmemorar el triunfo en la batalla de Yungay, en la que Chile venció a la confederación de Perú y Bolivia en 1839. Aunque a principios del Siglo XX se instalaron en él familias acomodadas, luego terminó poblado por clase media y baja y durante algunas décadas estuvo algo abandonado. El cambio llegó en los años 90, cuando sufrió un proceso de renovación y remodelación que le han convertido en la zona bohemia por excelencia de la ciudad. Destacan en el barrio el Monumento al ‘Roto’ chileno, forma coloquial de referirse al hombre de a pie, al ciudadano normal, y el Centro Cultural Gabriela Mistral, en recuerdo a la premio Nóbel de Literatura que cursó sus estudios en este barrio, donde también residió por algún tiempo Rubén Darío. El Barrio fue declarado Zona Típica en 2009 por el Consejo de Monumentos Nacionales y lo mejor es perderse en él sin objetivo fijo o sumarse a alguna de las visitas guiadas que proponer diversas asociaciones de la zona. Durante su paseo encontrará multitud de bares, pero nada como El Serena (Avenida Brasil, 441) un bar que “siempre estuvo ahí”, desde que los más viejos del lugar tienen recuerdos, pero en el que nadie sabe su historia.

Estudiantes y turistas se dan cita en este barrio donde confluyen la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, la feria diaria de artesanía y un lugar emblemático para los amantes de la poesía. Se trata de La Chascona, la casa que Pablo Neruda construyó para vivir junto a la que sería el gran amor de su vida, la también escritora Matilde Urrutia. El nombre de la casa hace referencia al cabello, rojizo y encrespado, de Urrutia, su tercera mujer y con la que viviría hasta sus últimos momentos, pocos días después del golpe militar de 1973. Situada en la falda del Cerro de San Cristóbal, el lugar es hoy una casa museo en la que destacan no sólo sus valiosos archivos sino también su arquitectura, nada convencional, ya que aunque la construcción se encargó al arquitecto catalán Germán Rodríguez Arias, la realidad es que se fue edificando muy poco a poco, convirtiéndose al final en una agregado sucesivo de habitaciones sin estructura concreta. Una pequeña calle peatonal comunica esta casa con la calle Chucre Manzur, un lugar de ambiente bohemio y efervescencia cultural. En la zona destacan bares como el Dos gardenias, en el que la banda sonora de Buena Vista Social Club y un retrato del Ché dan la bienvenida al visitante.

Si es usted un aficionado al ski y sufre cada vez que acaba la temporada, no se preocupe. Justo cuando en el Hemisferio norte se derriten los últimos copos de nieve de las montañas, países como Chile dan la bienvenida al invierno y comienzan a abrir sus pistas, que viven todo su apogeo durante los meses de julio y agosto. Existen numerosas estaciones de esquí a lo largo de todo el país, pero en las cercanías de Santiago destaca el Centro de las Lagunillas y el Valle Nevado, a 65 y 56 kilómetros de la capital respectivamente. Expertos y principiantes son bienvenidos en Las Lagunillas, situado a 2.200 metros de altitud; un lugar que destaca por su ambiente familiar y un esplendoroso entorno natural, gracias a su situación privilegiada en Cajón del Maipo, donde es posible pasear por sus pintorescos pueblecitos, cubiertos de nieve. En total, 13 pistas de diferente dificultad y una amplia superficie para actividades como el snowboard, los paseos por la nieve o la fantástica experiencia del ski nocturno. En Valle Nevado, situado en plena cordillera de los Andes, se encuentra la mayor superficie esquiable de Latinoamérica y una amplia oferta de actividades extremas, como las pistas fuera de cancha o el esquí sobre nieve virgen.

Si le gusta la ópera, el teatro o el ballet, éste es probablemente uno de los imprescindibles en su visita a Chile. Se trata del escenario más prestigioso de la ciudad y el centro cultural más antiguo del país en el que disfrutará de las bellas artes en todo su esplendor. Como muchos otros edificios, a lo largo de sus 150 años de historia ha sufrido el azote del fuego y los terremotos que cada cierto tiempo asolan el país, pero siempre ha vuelto a ponerse en pie manteniendo el estilo neoclásico francés que lucía el día de su inauguración, el 17 de septiembre de 1857, cuando una ópera de Verdi –interpretada por una orquesta italiana traída ex profeso para la ocasión- sonó por primera vez entre sus paredes. Además de la programación tradicional, los responsables del teatro ofrecen visitas educativas, permiten la asistencia a ensayos y cuentan con el programa “Detrás del telón”, que permite asistir a charlas y encuentros con los creadores. Y para los estudiosos, el centro acoge, además, el gran archivo nacional dedicado al arte, el teatro, la danza y la ópera: el Centro de Documentación de las Artes Escénicas (Centro DAE).

Doce torres excavadas en la roca componen este teleférico de Santiago que recorre unos 4,8 kilómetros (el de Madrid no llega a los 2,5) a lo largo de tres estaciones: Oasis, Tupahue y Cumbre, donde conecta con el Funicular, que lleva al santuario de la Virgen. Inaugurado en 1980, de momento aún no ha podido celebrar su trigésimo aniversario debido a que en junio de 2009, tras algunos fallos en el sistema, las autoridades decidieron cerrarlo provisionalmente. Desde entonces, se han propuesto varios prototipos para aumentar su seguridad y su reapertura se antoja cercana, pero todavía no ha sido posible volver a ponerlo en funcionamiento, a pesar de que era uno de los lugares preferidos de los turistas. Con este cierre, Chile no sólo está perdiendo los ingresos que le reportaría el más de un millón de viajeros al año que llegaron a tener, sino que el cielo santiaguino se ha quedado además sin sus tradicionales ‘huevitos’ de colores –había 78, en cada uno de los cuales podían viajar cuatro personas– que se perdían entre las nubes convirtiéndose en un icono de la ciudad.

Aunque no se trate de un deporte de masas, en Chile existe una gran afición por la hípica, celebrándose cada año el Gran Premio Hipódromo de Chile (entre abril y mayo), en el que se deciden cuáles son los mejores caballos de carreras del país. Fundado gracias al tesón de un grupo de entusiastas, el Hipódromo de Chile es hoy un gran centro de eventos en el que el visitante se puede encontrar con una boda, un congreso o una verdadera carrera de caballos, que generalmente se celebran los jueves. El público general se reúne en el paddock, que consta de cuatro alturas, y los más pudientes, en los salones desde los que se puede disfrutar de una buena comida al tiempo que se ven las carreras. El recinto cuenta con un inmenso jardín por el que el visitante puede pasear a sus anchas y que se utiliza en ocasiones especiales para recitales, conciertos o fiestas. En el Barrio República se encuentra el Club Hípico Santiago, ubicado en un majestuoso edificio señorial designado Monumento Histórico y realizado por el arquitecto chileno Josué Smith Solar. Puede albergar a más de 30.000 personas y en él se organizan, además de carreras, multitud de eventos musicales, especialmente conciertos, con el impresionante telón de fondo de los la cordillera de Los Andes.

Nacido inicialmente como el Museo Nacional de Pinturas (1880) con el objetivo de recopilar las obras que se encontraban dispersas en manos públicas y privadas de todo el país, el hoy llamado Nacional de Bellas Artes ha cumplido con creces su propósito. La iniciativa fue del escultor chileno José Miguel Blanco y desde entonces ha pasado de las 140 pinturas con las que se inauguró la pinacoteca a las cerca de 3.000 obras actuales, entre las que figuran también esculturas, grabados y dibujos. Entre las colecciones de arte extranjero destaca una importante colección de pinturas y dibujos italianos, así como diversas estatuillas del África subsahariana, reunidas por el reconocido poeta chileno Vicente Huidrobo durante su estancia en Europa a principios del siglo XX. La pintura española también tiene su hueco en el museo, con diversas piezas entre las que sobresalen la Virgen con el Niño, de Murillo, algunas obras de Sorolla o la imagen San Francisco en Oración, de Zurbarán. El museo no tuvo sede propia hasta 1910, cuando se inauguró el Palacio de Bellas Artes, coincidiendo con las celebraciones del Centenario. Diseñado por el arquitecto franco chileno Émile Jéquier el edificio de es estilo neoclásico y su entrada principal luce una espectacular cúpula de vidrio construida en Bélgica.

De los edificios que dejaron los colonizadores, el que alberga la Iglesia de San Francisco es el más antiguo de los que quedan en pie. Desde que en 1572 se colocó la primera piedra, ha resistido estoicamente los muchos terremotos que han asolado a la ciudad, pero en varias ocasiones le ha costado la torre del reloj. En su interior, predominando sobre el altar mayor, se encuentra una imagen de la Virgen del Socorro, de tan sólo 30 centímetros pero de gran valor histórico por ser la que el conquistador Pedro de Valdivia llevó en su expedición colonizadora desde Cuzco y la cual, según cuentan, le protegió de sus enemigos. Junto a la iglesia, se fundó entonces un convento para los franciscanos, hoy reconvertido en el Museo Colonial en el que, a pesar del nombre, se encuentran principalmente objetos de arte sacro, muchos de ellos guardados por la propia congregación de los franciscanos. Entre sus obras destaca una serie de 54 telas pintadas al óleo en el siglo XVII en Cuzco en la que se representa la vida y obra de San Francisco de Asís.

Situada en la céntrica Plaza de Armas, esta catedral de estilo neogótico es uno de los símbolos de la ciudad, pues desde sus inicios siempre hubo aquí un gran templo, aunque no siempre ha sido éste que vemos hoy. La primera edificación fue dañada por el gran terremoto de 1648 y desde entonces, hasta tres catedrales distintas han ocupado este espacio, siendo la actual la quinta y, de momento, definitiva. Levantada en 1748, la construcción fue dirigida por el arquitecto Antonio Acuña, pero de la fachada, de estilo neogótico, se encargó el italiano Joaquín Toesca, y las torres que sobresalen en lo alto se agregaron a finales de 1800. El exterior austero contrasta con el interior, repleto de abundante decoración. Cuenta con un templo central conformado por tres naves y frente al altar mayor se encuentran los asientos tallados en madera destinados a los sacerdotes. Destaca el órgano fabricado en Londres hacia 1756, y, en la nave izquierda, una sucesión de pequeños altares dedicados a diversos santos, siendo el más importante de ellos el del Patrón de la Ciudad, Santiago. Desde la catedral se accede a la aledaña Parroquia del Sagrario, donde se encuentra una imagen de la Virgen del Carmen, talla encargada a París por una de las familias más adineradas de Chile. A pesar de no ser zona de pescadores, el pueblo chileno siempre le ha demostrado una gran devoción, y el 16 de julio su festividad se celebra por todo lo alto.