Guía turística: qué hacer y ver en Buenos Aires

Aunque algo alejado del centro por la zona norte, en el barrio de José León Suárez, éste es un sitio al que debe ir cualquier amante incondicional de la carne. Hay algo característico de este mesón, y es su ambientación: un enorme comedor de lo más rústico repleto de mesas de madera, casi siempre abarrotadas, con una cocina expuesta donde se pueden ver colgadas gran cantidad piezas de todo tipo de carne, sean troceadas o aún enteras, y las enormes parrillas y hornos donde los cocineros trabajan los platos. La primera impresión es la que da el comedor de un gran colegio o la carpa de un pueblo en fiestas. Pero, tras esta apariencia tan peculiar, esperan una gran cantidad de tipos de carne, sea ternera, lechón, pollo, etc. cocinadas de varias y diversas maneras, todas ellas típicamente porteñas. Su menú, unido a su ambiente, hacen de esta comida algo especialmente peculiar y con garantías. Se trata de un sitio que se ha ganado poco a poco el reconocimiento tanto de los propios porteños como de los especialistas, exclusivamente debido a la calidad de sus platos que, aunque bastante conocidos en los últimos años, llevan preparando desde la década de los ochenta.

Con más de veinte años de historia, este restaurante es toda una referencia culinaria no solo en la ciudad. Su dueño, Hugo Chavarrieta, ahora un famoso hostelero de Buenos Aires, abrió el local como una empresa familiar y ha ido adquiriendo el reconocimiento hasta convertirse en uno de los restaurantes más punteros, famoso por la calidad de su parrilla. La fórmula del éxito: una selección minuciosa de sus carnes y una impresionante colección de vinos y cavas, que comprende cerca de 48.000 botellas y es el reclamo de cualquier enófilo que pase por la ciudad. Su menú comprende más platos a parte de la parrilla, en su mayoría algo menos usuales como son los riñones, mollejas o criadillas, pero que tienen la fama de satisfacer hasta al comensal más reticente. Si pides la carne, no te sorprendas al ver al mozo partirla con una cuchara antes de servirla, pues se trata de un ritual del restaurante originado como prueba de la ternura de sus platos. Todo esto se ha ido uniendo al frecuente paso por sus mesas de figuras populares, como los músicos Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat, para convertirlo en el frecuentado local que es hoy, de modo que, antes de ir, no dejes de reservar mesa con antelación.

En el barrio de Palermo, en la esquina que une la Calle Guatemala con la de Borges, hay un restaurante para los viajeros nostálgicos, pues se trata de un local famoso por la preparación de comida española. Aunque no el único, ya que en la ciudad se refleja una gran influencia mediterránea, éste hace honor a su nombre. El sitio se divide en dos locales, ambos con una apariencia de bodegón típica: por una parte, accediendo por la puerta de la esquina, un recogido local llamado almacén donde encontrarás varias mesas altas y que está más orientado a comer a modo de picoteo. Aquí hay que ser previsor, porque antes de la hora de comer ya puedes encontrarlo abarrotado. Por otra parte, el restaurante está más orientado a comer o cenar con más tranquilidad, rodeado de un ambiente típico y con un menú primordialmente español aunque también contiene platos propios. Una vez te sientes y hayas pedido las bebidas, has de saber que aquí los platos son siempre para compartir, y, si se trata de una parada entre paseo y paseo, es más recomendable ir a cenar que a comer, y mejor pronto, ya que este restaurante es famoso por sus sabrosas y abundantes raciones.

Esta franquicia de pizzerías argentinas se ha ganado a pulso un sitio en el paladar de esta ciudad desde su inauguración en 1986 por el español Manuel Fajardo. Bajo su apariencia de comida rápida cosmopolita, estos locales esconden una de las comidas básicas más típicas de Argentina como son las empanadas y la pizza, preparadas ambas de manera tradicional en los enormes hornos que ocupan sus cocinas, y servidas en medio de una decoración con motivos típicos de la ciudad. Aunque, además de sus platos estrella, se sirven también platos para todos los públicos, desde ensaladas o pasta hasta las llamadas minutas, que se componen de comida de preparación rápida como arroz, filetes, hamburguesas y demás. Además de su comida, juega con un valor estratégico, ya que cuenta con la mayoría de sus locales repartidos por el noreste de la ciudad, de manera que este restaurante supone un sitio perfecto donde parar, tan sólo un rato, para descansar de un paseo por las zonas de visita obligada en la ciudad como Palermo, toda la zona del Congreso y la Plaza de Mayo, Recoleta, el barrio de Las Cañitas, San Telmo o Almagro.

El alma del tango, con sus amores y sus penas, tiene su cuna en este local de dos siglos de antigüedad. Instalado en la Avenida de la Independencia de San Telmo, en lo que, en otro tiempo, fue un almacén del que hereda su nombre y un edificio anexo en la acera de enfrente, este restaurante ha sido un indiscutible punto de reunión para los más grandes artistas de esta cultura tan porteña. A día de hoy, aunque afamado, en absoluto resulta un atractivo exclusivamente turístico, si no que es frecuentado por una variada multitud de gente unida por la música, ya que ofrece una de las maneras más agradables de unir una cena típicamente argentina con un ambiente cargado de folklore de la ciudad. Entre sus paredes y sus platos, es imposible no sentirse parte del ambiente, sea cenando en el restaurante o acudiendo a la cena-show que ofrece en una de sus salas. Una forma de cenar que resulta imposible de olvidar, ya que combina actuación de diversos artistas de renombre con el disfrute de la empanada, el bife de chorizo, la pesca del día o cualquiera de los platos porteños que componen el menú del restaurante.

Este edificio es capaz de narrar por si mismo su propia historia y a su vez la del barrio donde se ubica. Al caminar por la Plaza Dorrego verás sus cúpulas que te guiarán desde allí. Cuando llegues no tengas prisa en entrar, ya que su importancia radica en su exterior. Observa bien, porque hay detalles que hablan sobre su origen. Por una parte, el ecléctico estilo de su fachada refleja el desarrollo artístico en la ciudad. Los elementos neo-coloniales se unen aquí a los clásicos dando lugar a una imagen del antes y el después. Por otra parte, la grandeza del edificio se encarga de recordar que el barrio de San Telmo fue en su día el hogar de las familias pudientes. Éstas se trasladaron al norte a finales del siglo XIX debido a la fiebre amarilla. No obstante, los habitantes más representativos del barrio siempre han sido los marineros. El mástil que ves frente a la iglesia cobra sentido como icono de esta gente, famosa por su fidelidad a San Pedro. Pese a esto, no mucha gente sabe que el nombre real de esta iglesia es el de Nuestra Señora de Belén. El nombre es confundido ya que desde principios del siglo XIX ésta ha acogido a la parroquia de San Pedro.

He aquí el símbolo de respeto entre naciones. Con motivo del centenario de la Revolución de Mayo, en la que el pueblo argentino derrotó a los ejércitos ingleses en su lucha por la independencia, el Reino Británico otorgó a la ciudad esta torre, hasta hace poco llamada Torre de los Ingleses, la cuál fue situada en la Avenida del Libertador, en la zona de El Retiro. Actualmente funciona como centro de información sobre los museos de la ciudad, pero también tiene un atractivo propio, ya que, accediendo al sexto piso, se puede visitar su mirador. Aunque no sea de los más altos de la ciudad, ofrece una vista muy especial debido a su ubicación en mitad de la explanada que configura la Plaza Aérea unida a la de San Martín, al norte de la ciudad. En su fachada, para los curiosos, se hallan los escudos del Reino Británico que atestiguan la procedencia del edificio. Este fue uno de los varios monumentos que fueron donados a la ciudad en su centenario por diversos países, como el Monumento a la Carta Magna de España entre la Avenida del Libertador con la de Sarmiento o el de Cristóbal Colón situado en el Parque homónimo que fue obsequiado por Italia.

Recorriendo una de las arterias principales de la ciudad, la Avenida de Mayo que conecta el puerto con el Monserrat, atravesamos obligatoriamente las plazas de Mariano Moreno y el Congreso. Parar una vez allí es casi algo instintivo al ver la imponente figura del edificio del Congreso presidiendo esta explanada verde y marrón en medio de la urbe. Dentro de ésta, custodiando la entrada al mismo, se levanta el Monumento a los dos Congresos, que supone todo un conjunto alegórico: arriba, la figura de una mujer que representa a la República, pisando las serpientes identificadas con el Mal, y apoyada en un arado, símbolo del trabajo. Rodeándola, más figuras representativas de la Asamblea de 1813 y del Congreso de 1816, declamador de la independencia. Estas figuras se levantan sobre una enorme fuente en representación del Río de la Plata, constituyendo así un auténtico himno visual a la construcción de la República. Otro de los monumentos que ofrece esta plaza está situado en frente, alejándose varios metros del Congreso, y es el famoso Pensador de Rodin, una estatua perteneciente al grupo Las puertas del infierno de Dante que fue construida de la fundición del propio molde original, por lo que no se considera réplica si no variante de la misma. Si te sitúas frente a esta estatua, obtienes la fotografía perfecta, al tener posando ambos monumentos situados en fila, con el Congreso como fondo. ¡Clic!

Bienvenido al último monumento de la ciudad, al símbolo de la juventud, la belleza y la esperanza. A lo largo del ineludible paseo que demanda el barrio de La Recoleta, deberás pasar por la Plaza de las Naciones Unidas, y allí tu vista se verá atraída inmediatamente por una flor de aluminio de más de veinte metros de altura que nace sobre un cercado de agua. Se trata de este curioso monumento, peculiar por su corta edad, ya que nace en 2002. Esta Floralis Generalis supone no solo una obra de arte, si no también una obra de ingeniería aerodinámica, ya que cuenta con un sistema de mecanismos que hacen abrirse por las mañanas y cerrarse al anochecer los seis pétalos de cuatro mil kilos que la componen. Su diseñador, Eduardo Catalano, tomó este nombre, flor genérica, del latín para simbolizar cualquier especie floral. Para poder apreciarla, encontraras varios senderos que rodean el monumento, rediseñados al instalarse para ofrecer diferentes puntos de vista del mismo, y desde ahí merece la pena que recorras al menos parte de la extensa zona verde que lo rodea para disfrutar de unos minutos de tranquilidad y poder ver el paisaje que forma el monumento desde cierta lejanía.

Como una gran parte de los edificios religiosos o gubernamentales de la ciudad, esta basílica constituye una porción de historia de la independencia argentina, en este caso, principalmente, frente a las invasiones españolas. Uniendo la Calle del Teniente General Juan Domingo Perón con la Calle Reconquista, se erige este Monumento Histórico Nacional al que debes entrar sin dudarlo si pasas por ahí, ya que esta iglesia del siglo XVIII, tercera en levantarse en ese emplazamiento, además de suponer un punto de interés arquitectónico y artístico para los estudiosos, guarda en su memoria diferentes usos, pues ha servido de biblioteca, escuela o sala de reunión para artistas, y todo un icono de la revolución, ya que fue desde su atrio donde Santiago de Liniers dirigió el ataque a Plaza de Mayo contra las invasiones inglesas. Guarda además un friso que retrata a Manuel Belgrano, líder del ejército del Norte, ofreciendo a la Virgen un bastón de mando, pues se dice que éste oró en su capilla antes de conseguir la victoria en la Batalla de Tucumán frente a los españoles, consiguiendo así la independencia de las catorce Provincias del Río de la Plata y pasando este hecho a la historia con el carácter de milagro.

Este templo no es solo un punto de interés religioso. Supone un verdadero mapa de la historia de Argentina. En el barrio de Monserrat, conocido por ser el campo de batalla frente a las tropas inglesas en 1807, se erige esta basílica cuyos inicios se remontan a 1751, cuando aún era una sencilla iglesia dominica pues no se le concedió el título de basílica hasta 1910. Una de las torres fue reconstruida tras su destrozo por el fuego inglés, pero en ella puedes apreciar las réplicas de los balazos que ostentó antes de su renovación, y descontando este y algún otro arreglo puntual, la estructura presenta la misma imagen clásica colonial desde su nacimiento. En el interior de la basílica se encuentran además dos banderas inglesas de la primera invasión y dos españolas, arrebatadas en la campaña del Alto Perú. Tras la expulsión de los dominicos en 1823 por Rivadavia , fue empleada como Museo de historia Natural, y en sus torres se instalaron un observatorio de astrología y un gabinete meteorológico, pero tan solo doce años después les fue devuelta. Curiosamente, aunque no es muy sabido, en lo alto de las torres se sitúan dos veletas, una de las cuáles es un perro que hace honor al origen del término dominico, que del latín viene a ser los guardianes del señor. Este edificio, declarado Monumento Histórico Nacional, es una parada en el camino capital que redondea el paseo por el histórico barrio.

Separando dos de las tres partes que forman la histórica Plaza Lavalle, tendrás que alzar la vista para admirar este monumento al General Juan Lavalle esculpido por el italiano Pietro Costa en 1887 de veintidós metros de altura. Esta construcción ostenta además el ser la única de su clase en la ciudad, ya que no podremos encontrar ninguna otra torre estatuaria en nuestro viaje. Tras toparnos con su presencia imponente, perceptible desde lejos al venir desde la Avenida de Córdoba o del 9 de Julio, por las calles Libertad o Tucumán, merece la pena tomarse un tiempo para observarlo desde una distancia que nos de perspectiva. Lo primero que recibirás será la impresión que conlleva el apreciar la altura del monumento con el cambio de perspectiva, pero tras esto, al bajar la mirada, puedes examinar los catorce escudos de mármol asignados a cada una de las provincias del Río de la Plata. También las diferentes leyendas inscritas sobre éste héroe nacional descendiente directo de Hernán Cortés, y su influencia en la guerra por la independencia de Argentina. Tras este paseo, estamos en una zona ideal para enlazar a través de la Diagonal Norte hacia el río, o subir a la Avenida de Córdoba para dirigirse al oeste.

Resulta imposible pasar por la Plaza de Mayo y que no te fijes en la fachada de esta catedral, tan alejada de los cánones habituales y más cercana a la imagen de un templo romano o griego. Finalizada la construcción de su fachada en 1821, esta joven catedral debe su corta edad a cuatro derrumbes desde finales del siglo XVI, tiempo en que se levantó como una modesta capilla de arcilla. Las endebles estructuras que la formaban fueron precipitándose una a una y reconstruyéndose hasta principios del siglo XIX, cuando se levantó la edificación actual y se plantaron sus doce columnas, representando a los doce apóstoles, en su parte posterior, así como el mural sobre el reencuentro de José con sus hermanos y su padre Jacob, que remite a la unión de la provincia de Buenos Aires al resto del país tras la guerra civil. Tras pasar esta imponente entrada, aún te espera el interior de una capilla que es ejemplo de la arquitectura y decoración religiosa clásica, desde su ya mítico suelo de mosaico veneciano hasta sus cúpulas, decoradas con motivos bíblicos. Pero el gran tesoro que guarda esta iglesia es el mausoleo del general José de San Martín, uno de los máximos iconos libertadores de Sudamérica frente a la colonización, héroe nacional y Padre de la Patria, sus restos son un punto de interés turístico, cultural y popular.

Su llamativa fachada no te pasará desapercibida si te encuentras paseando por la Plaza de Mayo. Este edificio evoca historia desde el primer vistazo y debido a su aspecto, deja muy grabado el recuerdo de su imagen, con su característico tono rosado, sobre el origen del cuál, desde el siglo XIX, circula el rumor de ser la fusión entre el rojo de los federales y el blanco de los unitarios, protagonistas de las guerras civiles de aquella época. Aunque comúnmente se achaca dicho color a la mezcla resultante de pintura con sangre bovina, una técnica muy común en la historia de la pintura. La tierra donde crece este edificio ha sido la planta de muchos edificios oficiales desde finales del siglo XVI, cuando nació como Fortaleza Real, hasta hoy, que constituye la sede gubernamental de la república conteniendo el despacho del Presidente de la Nación y siendo testigo y atrio de discursos políticos o manifestaciones civiles. Si te sientes atraído por la historia del país no puedes dejar de acercarte, en fin de semana o festivo, para realizar una visita por sus salas, despachos, vestíbulos y el museo que configuran un edificio que, a la vez, alberga y constituye una buena parte de historia de Argentina.

Cruzar la Avenida del 9 de Julio que separa la cara marítima de la zona interior de la ciudad, es una excursión indispensable. Al pasar por la cara norte, chocarás inevitablemente con la Plaza de la República, que reconocerás al momento por el gran obelisco de 67 metros que la corona y que supone el icono indiscutible de la ciudad. Situado sobre el suelo que, cien años antes, pisaba una iglesia dedicada a San Nicolás de Bari donde se izó oficialmente una bandera argentina por primera vez. Este monumento fue levantado en el año 1936, conmemorando el cuarto centenario de la fundación de la ciudad, de una manera apresurada (en tan solo 60 días) que suscitó toda clase de polémicas. Objeto de protestas y burlas por parte de los porteños, durante los primeros años esta estructura estuvo cerca del derribo pero con el tiempo la controversia fue cesando hasta que los ciudadanos lo asimilaron como una parte de la ciudad que, a día de hoy, se ha vuelto una seña de identidad. En las últimas décadas, el obelisco ha sido testigo de numerosos actos de manifestación o celebración oficial, no oficial, legal e ilegal, desde actos como vestirle con las banderas argentina y alemana para celebrar los 150 años de relaciones entre ambos países, hasta colgar furtivamente desde su cúspide un cartel de Greenpeace en favor de la protección del clima.

Los amantes del cuero sabemos que Argentina es uno de los sitios predilectos en este campo. Desde hace años, el tratamiento de este tejido ha sido uno de los iconos asociados a este país. Es en su capital donde encontramos los mejores puntos para adquirir prendas de todo tipo. Concretamente en la Calle Murillo, más al norte de la Avenida de San Martín. Aquí se concentran alrededor de cincuenta locales dedicados a la venta de cuero en más o menos cuatro manzanas. Aunque no el es el único, sí es el más popular debido a la cercanía de las tiendas y la variedad que contienen. Encontramos cualquier prenda o accesorio, sean chalecos, pantalones, cazadoras, botas, guantes, sombreros, bolsos, o cualquier cosa que podamos buscar en éste género. La amplia oferta es, además, una manera de encontrar una gran variedad de precios y calidades. Desde que la pionera Murillo 666 se asentó en esta calle a mediados de los ochenta, rápidamente le siguieron otras casas como SLM, Donna, o la especialista en cuero italiano Siciliano. A pesar de la gran cantidad de tiendas de cuero que se reparten por el resto de calles comerciales de la ciudad, ésta es una que asegura encontrar algo si se anda buscando este género.

En el barrio de La Recoleta tienes una cita si quieres llevarte un trocito de Hispanoamérica. Desde finales de los años setenta, en los fines de semana acuden a este ecléctico barrio artesanos venidos de diferentes puntos. Aquí exponen sus trabajos, que se mueven siempre entre la utilidad, el diseño y el arte proveniente de cada cultura. Los puestos se suceden entre diferentes tipos. Puedes encontrar diseñadores de ropa desde lo más tradicional hasta lo más actual, vajillas artesanales características de diferentes países del continente, telares decorativos o útiles con motivos típicos, comidas caseras, o incluso auténticas piezas artísticas vendidas por los propios autores. Todo acompañado de pintores y otros artistas que trabajan al aire libre. Constituye una de las mejores maneras para que investigues el barrio. Puedes acercarte en la mañana para familiarizarse con las calles y los atractivos de la zona. Luego comer en cualquiera de sus pizzerías o restaurantes para pasear luego la feria. Para redondear el día tienes los cines con cena al aire libre del Village o cualquiera de sus numerosos pubs.

Cualquier domingo es bueno para que te acerques a la Plaza de Dorrego. Hacerlo es introducirte en el ambiente siempre festivo y ecléctico de su Feria de San Telmo. Desde el centro de la plaza, se extienden por las calles puestos de todo tipo. Éstos convierten tu paseo en una experiencia nada habitual y siempre entretenida. Desde la plaza, el ambiente es inundado por el sonido del abundante gentío que pasea, unido a las voces de los comerciantes. A esto se suma el ruido que hacen los puestos ambulantes con sus calentadores para las empanadas y el mate. Este festival tiene como artista principal los puestos, sea en la puerta de sus propios comercios o sencillamente levantados en la calle. Debido a su albedrío, es mejor pasear para ver qué puedes encontrar que ir buscando un género concreto. Los puestos aportan una diversidad de color al concurrido barrio y conforman una forma diferente de ir de compras. Mezcla a los comerciantes con los artistas haciendo imposible no parar cada pocos pasos para desviar la vista. Los músicos callejeros, tangueros, los mimos, o los actores en las calles consiguen sorprenderte si pasas por allí. No sabrás nunca qué puedes encontrar al doblar cada esquina.

Las compras en los viajes también están para que revuelvas entre los cachivaches de las tiendas de ocasión y de segunda mano. Se trata de uno de los grandes placeres de recorrerse una ciudad desconocida por primera vez. El Buen Orden es uno de esos locales. Por su escaparate ya se adivina su singularidad. Cuando entres en ella será como hacerlo a una fiesta de disfraces a la que no has sido invitado o, mejor, pensar que eres tú quien la organizas y el responsable de escoger todo el vestuario. Pero lo que allí se vende es para la vida real y, por muy estrambótico que te parezca, su punto vintage es parte de su gran atractivo. Una demostración que hoy en día casi cualquier tipo de ropa bien combinada puede tener un hueco en nuestro armario. Pero si eres de los que descartas estas opciones, puedes ir a lo seguro con complementos de firmas conocidas como Louis Vuitton o Balenciaga, así como con otros artículos de cuero a buen precio.

Una de las firmas argentinas que más pasiones despiertan en los últimos tiempos es la del diseñador de zapatos Marcelo Cantón. Creada junto a su socio Diego Trivelloni en 2001, la tienda situada en El Salvador, 4673 vende los modelos clásicos de la casa: zapatos brillantes de toque retro, con cordones y poco tacón, aunque con el tiempo también han ido innovando en sus colecciones. La geometría juega un papel básico en el diseño, según afirma Cantón, debido a su formación de arquitecto, así como los materiales. La manera de elaborar los zapatos es prácticamente de autor, ya que todos están fabricados a mano, y cuentan ya con famosas clientas como la it-girl Alexa Chung. Según sus propietarios, los zapatos Mishka están pensados para una mujer con personalidad que busca calidad y comodidad al mismo tiempo pero sin por ello renunciar a un diseño original. El último reto de la firma es la traslación de esos mismos valores a su propia colección de ropa.

Uno de los centros comerciales más modernos de Buenos Aires, con una clara intención de enfocarse a la mujer del siglo XXI, abrió sus puertas en 1990 en este barrio de moda. A pesar de su juventud, entre 2007 y 2008 sufrió una completa remodelación, tanto del exterior como del interior. Adoptó el lema “pasión de mujeres” y adquirió una nueva imagen, añadiendo mayor oferta de marcas a las ya disponibles en sus 150 locales. Aunque no es el más grande ni el más asequible para todos los bolsillos, sí te merece la pena su visita durante el periodo de liquidación para poder aprovechar y completar tu ruta de compras con las estupendas tiendas outlet cercanas, en el mismo barrio de Palermo._x000D_ Dada su excelente ubicación, muchos escogen Alto Palermo para pasear o simplemente para hacer una parada y comer algo en un patio con capacidad hasta para 730 personas. Conviene que sepas que dispone de wifi en todo el recinto y a través de sus redes sociales puedes acceder de vez en cuando a cupones descuentos y otras promociones._x000D_

En el barrio de San Telmo, si no vas muy despistado, te toparás con esta tienda de elegante logotipo y perenne ubicación desde hace más de 35 años. Los actuales propietarios, Héctor Horacio y María Inés Gil, ponen al servicio del cliente su extensa experiencia como anticuarios para que encuentres todo lo que buscas sin tener que revolver demasiado. Sus miles de productos abarcan un largo periodo de tiempo, desde finales del siglo XIX hasta el término del XX, y se distinguen por su buena conservación y magnífica calidad. Algunos famosos, como Catherine Deneuve y Ferragamo, se han visto atraídos por la fama que ha ido ganando este negocio porteño, que además ha logrado ampliar su clientela tras la apertura de otro local en la calle Estados Unidos. La segunda referencia de Gil Antigüedades está  especializada en vestidos de novia, ropa de fiesta y demás singulares accesorios. En su página web se facilita un número de teléfono en caso de que quieras concertar una cita previa antes de la visita.

El barrio del Retiro acoge este distinguido centro comercial, en un edificio de corte neoclásico del siglo XIX ideado por el arquitecto inglés Waldorp, que fue inaugurado para sus efectos en 1988.  Si lo que deseas es comprar con clase, este es el lugar idóneo, ya que en él se concentran grandes y prestigiosas firmas internacionales como Ferragamo, Tiffany & Co, Max Mara, Carolina Herrera o Swarovski. Como su propio nombre indica, Patio Bullrich perteneció a esta familia acaudalada y en su día fue una casa de remates que suministraba objetos a caprichosos coleccionistas, pero también animales y ganado. Dado su gran éxito, en 1995 se decidió invertir sobre su aspecto arquitectónico a cargo de Pfeifer & Zurdo para otorgarle un lavado de cara e incorporar elementos contemporáneos, logrando así un equilibrio entre pasado, presente y futuro. Además, el Patio Bullrich trata de ser un centro cultural por lo que no es raro que en tu visita te encuentres con conciertos, exposiciones de arte, festivales de cine o presentación de colecciones de moda.

Cuando traspasas la puerta del número 1860 de la Avenida Santa Fe, en el barrio de Recoleta, se abre ante ti una de las librerías más espectaculares del mundo. Ubicada en el antiguo cine-teatro Grand Splendid, conserva la majestuosidad de tal lugar, inaugurado en 1919 y por donde pasaron los grandes intérpretes del tango. Desde el año 2000 es la sede central, y más grande, de la cadena de librerías, también editorial, El Ateneo, que reparte el resto de sus sucursales por toda la ciudad y forma parte del grupo Ihlsa. El edificio fue proyectado por los arquitectos Peró y Torres Armengol y en la posterior reforma para transformarlo en librería, dentro de los 2.000 apabullantes metros cuadrados que ocupa, se conservó la distribución primitiva: la cúpula central pintada por el italiano Nazareno Orlandi, el telón, los palcos y el escenario reconvertido hoy en cafetería. Si eres un amante de las librerías, en Buenos Aires la oferta es espléndida. Quizás también te interese conocer la Librería Clásica y Moderna (Callao, 892) y la Librería de Ávila, la más antigua de la ciudad (Adolfo Alsina, 500).

Si a menudo Buenos Aires es conocido como el París latinoamericano, aquí se encuentra una de las razones para tal denominación.  Los arquitectos originales de estas galerías, Francisco Seeber y Emilio Bunge, quisieron recrear a finales del siglo XIX el lujo y la elegancia de los grandes almacenes Bon Marché de la capital parisina para trasladar ese ambiente al otro lado del océano. Su impresionante interior atrae cada mes a más de 900.000 personas, muchos turistas y compradores, pero también curiosos atraídos por la magnificencia del lugar. La cúpula central, gran reclamo arquitectónico  junto a las bóvedas de vidrio, se llenó de murales artísticos desde la remodelación a la que fue sometido el edificio en 1945. Firmas como Chanel, Christian Lacroix o Lancôme -junto a marcas deportivas, de perfumería, complementos y restaurantes- ocupan uno de los más de 150 locales que posee las desde 1992 llamadas Galerías Pacífico. Importante que sepas: no cierra ningún día de la semana y se encuentra en la céntrica avenida de la Florida.

Integrado en un edificio construido en 1910 como pista de patinaje en al barrio de Recoleta de Buenos Aires, hasta los años 60 no comienza  su andadura como sala de exposiciones de arte. Su colección permanente constituida por 1020 obras -desde pinturas, esculturas, grabados, dibujos, temperas, acuarelas, fotografías y cerámicas, hasta textiles, frescos y nuevos soportes e instalaciones- se incrementa anualmente por los 16 premios adquisición del Salón nacional de Artes Visuales, que acogen sus salas. Escuela al Palais, compuesto de charlas, cursos y eventos musicales destinado a todas las escuelas del país, y los frescos que decoran el interior del edificio, realizados por la escuela de Alfredo Guido en 1934, han convertido el Palais de Glace en un referente de la expresión artística contemporánea argentina.

Desde sus inicios en el año 1996, la fundación se ha convertido en uno de los referentes desde el punto de vista artístico para la ciudad de Bueno Aires. Seminarios, conferencias, conciertos y cursos completan junto con exposiciones temporales, un programa cultural centrado en los grandes movimientos artísticos del siglo XX, junto con la actualidad en lo que a propuestas fotográficas,  de diseño y música electrónica se refiere. Sin dejar de lado su carácter fundacional, desarrolla con prestigiosas instituciones culturales, programas basados en el intercambio y proyectos de educación. Su librería pone a tu disposición un catalogo de publicaciones del arte argentino, latinoamericano e internacional, que junto a su cine, eventos especiales y un canal propio de televisión, completan una amplia oferta cultural, trasformando el antiguo edificio del siglo XIX, en un emblemático punto de referencia para el arte contemporáneo en Buenos Aires.

Se trata de un centro cultural ubicado en el tradicional y prestigioso barrio de La Recoleta, al norte de la ciudad de Buenos Aires. Ocupa el edificio del antiguo Asilo General Viamonte y es uno de los espacios culturales más importantes de la ciudad. Inaugurado en diciembre de 1980, adquiere su nombre actual en 1990. Se desarrollan en él una amplia gama de actividades que comprenden muestras y exposiciones de artes plásticas, conciertos, representaciones de teatro, danza, presentaciones de libros, recitales poéticos y dramáticos, performances, música electroacústica informática y expresiones videográficas. En su interior se ubica el Museo de Ciencia Participativa “Prohibido No Tocar” un lugar especialmente adecuado si viajas con jóvenes y niños, donde la experiencia interactiva les acerca a los fenómenos físicos. Este centro ofrece anualmente gran variedad de cursos y talleres, tanto para niños y adolescentes como para adultos, abordando diferentes propuestas dentro de las artes visuales. La terraza muestra una serie de muros recortados a manera de ruinas con vista panorámica de la ciudad.

El museo de Arte Moderno de Buenos Aires, MANBA, surge de la mano del crítico de arte Rafael Squirru, en al año 1956. Desde su creación ocupó diferentes espacios a lo largo de la ciudad hasta que en 1986 se le otorgó el edificio actual, una antigua fábrica de cigarrillos Piccardo, situada en el corazón del Barrio de San Telmo. El museo abarca tanto arte argentino como obras internacionales, desde 1920 hasta la actualidad. La variedad de la colección acompaña el desarrollo del arte moderno, centrándose en la intención de acercar a la sociedad las tendencias de vanguardia. El museo cuenta con una Biblioteca y Centro de Documentación que pone a disposición del público material bibliográfico, hemerográfico y documental especializado en arte argentino e internacional del siglo XX hasta la actualidad.

Los amantes del séptimo arte tenéis en el Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken una parada obligatoria. Ése es su nombre completo, debido a la persona que donó su colección particular, el ensayista, académico e investigador argentino, por medio de su mujer una vez ya fallecido. El centro se creó en 1971 con la intención de velar por el legado cinematográfico nacional, así como para ayudar a su divulgación y reconocimiento. Gracias a la mediación de los historiadores Jorge Miguel Couselo y Guillermo Fernández fue posible su apertura, aunque desde entonces su residencia ha sido itinerante, llegando a situarse en varias sedes, hasta que, por fin, en 2011, se estableció definitivamente en el barrio de La Boca. Una de las mejores anécdotas del museo fue protagonizada en 2008 por la película Metrópolis, de Fritz Lang, la primera en ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En ese año fue encontrada en la filmoteca argentina la única cinta completa del filme, aquella que contenía las escenas que en el resto de países habían sido censuradas después de su estrenó, en 1927.

Símbolo de Argentina y de su ciudadanía, al menos así la veían muchos de sus compatriotas, María Eva Duarte de Perón es el mayor mito que haya dado jamás el país de la Pampa. Una leyenda que forjó en tan solo 33 años de vida, siete de los cuales pasó como esposa del presidente Juan Domingo Perón. Esta colección dedicada a su memoria, más allá del homenaje, pretende rendir cuentas con la Historia del país y servir como testigo de una época para las generaciones venideras. En las distintas salas se conservan muchos de los objetos personales de la actriz, más tarde convertida en figura política. Documentos audiovisuales, fotografías, libros, accesorios, complementos y una amplia variedad de vestidos conforman buena parte de un surtido que alcanza las 3.000 piezas. Además, dos iniciativas paralelas llaman la atención: el Museo Evita Itinerante, que recorre el país, y el Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón, fundado en 1998. Para reservar una visita guiada, es necesario que te pongas en contacto antes con el museo.

Una de las últimas incorporaciones a la milla de los museos bonaerense es el Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires. Lo localizarás en el sur de la ciudad, dentro del tradicional barrio de San Telmo. El MACBA –no confundir con el museo del mismo nombre de Barcelona-, abrió sus puertas en septiembre de 2012 y divide su oferta cultural y pedagógica en cuatro categorías de referencia: las exposiciones permanentes, las muestras temporales, el programa educativo y las actividades culturales. En sus propias palabras, “se propone ser un foro de reflexión y acceso a las distintas tendencias del arte contemporáneo y, en particular, a la abstracción geométrica”. De hecho, las instalaciones fueron inauguradas con la exposición Intercambio Global: abstracción geométrica desde 1950. Por todo ello, el MACBA está considerado como un auténtico centro especializado y un laboratorio de investigación en el siglo XXI. Información práctica: conviene que sepas que su día de cierre es el martes y que el miércoles la entrada general cuesta la mitad del precio normal. Todos los días ofrece visitas guiadas por las tardes.

El Palacio de Aguas Corrientes, uno de los monumentos más simbólicos de Buenos Aires, alberga en su interior esta particular colección. En él se encuentran los Grandes Depósitos Distribuidores, responsables de abastecer a la urbe gracias a sus 72 millones de litros de agua. Al igual que el resto de grandes ciudades, Buenos Aires tuvo que planificar la distribución del suministro de agua potable para prevenir enfermedades y garantizar un sistema sanitario que en el pasado había provocado letales epidemias. Entre los curiosos objetos que podrás observar en la galería del museo, se encuentran cañerías y otras piezas antiguas del siglo XX, así como maquetas, planos y material gráfico con las recomendaciones de la época. El edificio, obra del arquitecto noruego Olaf Boyre, que trabajó junto al ingeniero sueco Carlos Nystönner, fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1989. La entrada al museo es gratuita pero, ojo, el horario de admisión es de 9 a 13.00h de lunes a viernes.

La voz de Gardel causa el efecto de un canto de sirena cuando entras sigilosamente en este tranquilo y acogedor inmueble. Aquí el artista argentino nacido en Toulouse convivió con su madre durante seis años, entre 1927 y 1933, antes de emprender su viaje de regreso a Francia. Totalmente reformada y transformada para vivir una nostálgica experiencia, en los años 80 del siglo XX se convirtió en La Casa del Tango, pero a comienzos del siglo XXI su propietario la donó al Gobierno, quien la acondicionó para abrirla al público como casa museo en 2003. Aunque la cocina es una de las pocas partes de la casa que permanecen originales, el acondicionamiento y la última distribución permiten recrear la vida de Gardel gracias también a la rica memorabilia expuesta acerca del rey del tango, también conocido cariñosamente como el zorzal criollo. Discos de vinilo, guitarras, gramófonos, fotografías, retratos, un piano, recortes de periódicos, libros y demás objetos de interés se reparten en diferentes estancias abiertas a un patio cubierto muy luminoso. Conferencias, proyecciones de películas y ciclos de conciertos completan el programa dinámico del museo que también oferta visitas guiadas a diario.

La gran mansión de la familia argentina de origen español Errázuriz Alvear, declarada monumento histórico artístico en 1997, sirve de emplazamiento para dar a conocer los objetos y mobiliario que atesoraron durante su vida. El matrimonio vivió a comienzos del siglo XX en Francia y a su regreso a Buenos Aires, en 1916, ocuparon esta residencia de corte neoclásico proyectada por el arquitecto francés René Sergent. La vigente colección se compone de más de 4.000 elementos y pone especial atención en las artes decorativas europeas y orientales, así como en preciadas esculturas y pinturas (siglos XVI-XIX). Junto al edificio, la mayor parte de las obras fueron traspasadas por los Errázuriz Alvear al Gobierno en 1935 bajo la premisa de establecer allí un museo, que abriría dos años más tarde. Las aportaciones de la condesa Rosario de Zubov y de Vittorio Asinari di Bernezzo conforman en su variedad el conjunto más destacado de América de miniaturas europeas de los siglos XVI al XX. Este pequeño y exquisito viaje al pasado merece un gran colofón. No dejes de reservar algo de tiempo para disfrutar en el jardín de un aperitivo o tentempié.

El museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires se sustenta sobre la extensa colección de Eduardo F. Constantini. Después de una exhibición itinerante por Europa y América, a finales del siglo pasado este coleccionista privado y mecenas abogó, a través de su fundación, por la construcción de un edificio donde mostrar permanentemente su magnífico tesoro artístico. En 2001 fue inaugurado en el barrio de Palermo el espacio físico de esta pinacoteca que albergaría numerosas obras -más de doscientas- de grandes artistas latinoamericanos modernos como Diego Rivera, Frida Kahlo, David Alfaro Siqueiros, Antonio Berni o Joaquín Torres García. El proyecto arquitectónico, escogido por concurso entre más de 450 propuestas, es obra de los argentinos Gastón Atelman, Martín Fourcade y Alfredo Tapia. Su objetivo de integrar el museo en el diseño urbanístico de la ciudad y en la realidad cotidiana de los ciudadanos coincide con el de su fundador, Eduardo F. Constantini, al defender el Malba como un “espacio cultural abierto y participativo, donde el protagonista es el público”.  Existen visitas guiadas, ciclos de cine  y cursos culturales al servicio del visitante que apoyan dicha intención. Atención, cierra los martes.

Una de las principales pinacotecas del país. Para muchos la más importante, pero no siempre estuvo ubicada en la actual Casa de Bombas, edificio de 1870. La primera colección del MNBA fue exhibida en las galerías Bon Marché, hoy Galerías Pacífico. La colección fue recibiendo donaciones y diferentes adquisiciones hasta que, finalmente, tuvo que encontrar un lugar en el que reorganizar y acoplar todas las obras de manera estable. Desde la inauguración de la actual sede, en 1933, el edificio ha sufrido distintas transformaciones, como la construcción de un pabellón en 1961 para acoger las exposiciones temporales. Su oferta se reparte entre alrededor de 12.000 obras de arte que van desde la Edad Media hasta el siglo XXI, con artistas ilustres como Rembrandt, Goya, Picasso, Rubens, El Greco, Renoir o Cézanne, además de centrarse también en el arte argentino del siglo XIX. Una impresionante biblioteca con 150.000 ejemplares y un auditorio completanla visita que podrás adelantar gracias a las 18 audioguías en castellano descargables a través de su página web. La entrada es también gratuita.

Parte del skyline bonaerense está determinado por los altísimos edificios de este barrio ultramoderno que se asoma sin complejos al Río de la Plata. Los enormes rascacielos también forman parte del distrito económico, dedicado a los negocios y a las finanzas, y la mayoría pertenecen a las muchas compañías internacionales que tienen aquí su base de operaciones del país. Pero no siempre fue así. A finales del siglo XIX el ingeniero Eduardo Madero obtuvo el permiso del Gobierno para dotar a la ciudad de una infraestructura portuaria. Entre 1911 y 1930, aquella se sustituyó por un nuevo proyecto, pero cayó en el olvidó hasta que en 1989 se optó por la recuperación definitiva de la zona. Puerto Madero representa hoy otro Buenos Aires, el de la opulencia y el lujo, y en él también existe una agitada vida social frecuentada por las clases más pudientes. La arquitectura es otro de sus atractivos. En 2001, el español Santiago Calatrava inauguró el Puente de la Mujer, en consonancia con el homenaje brindado desde el nombre de las calles a las figuras femeninas más importantes del país.

Estupenda propuesta para que conozcas una cultura diferente sin salir de Buenos Aires. La comunidad china se concentra en Belgrano, en el norte de la ciudad y, como en otras partes del mundo, han logrado recrear una pequeña parte de su gran país. El bullicio callejero da paso al olor de la sabrosa gastronomía china, el mayor de los reclamos de esta convergencia de calles que se abre con un tradicional y monumental arco oriental. Woks, arroces, mariscos, carnes blancas y rojas te esperan en los fogones de los restaurantes de la calle Arribeños, que con el tiempo han ido recibiendo con los brazos abiertos la tradición culinaria de otros países asiáticos. Del mismo modo, la procedencia de la gente que vive en el barrio es cada vez más diversa, por lo que muchos han empezado a denominarlo más genéricamente Barrio Oriental. Para visitarlo, lo mejor es que escojas una ocasión especial, si es posible: El Baño del Buda, el Festival de la Luna o el muy famoso Año Nuevo Chino, cuya fecha de celebración oscila entre los meses de enero y febrero.

Antiguo foco de peligrosidad veinte años atrás, la recuperación del Palermo viejo ha supuesto la renovación de la ciudad en muchos sentidos. Buenos Aires ya no es solo tango y carnes a la brasa. Hoy, entre las calles de Serrano y Honduras y la plaza de Julio Cortázar, se reparten tiendas y locales de moda en las que merece la pena curiosear aún cuando no se tenga pensado comprar nada. Muchas de ellas conservan la arquitectura y las estructuras de antaño. El añadido de SO-HO remite a los barrios del mismo nombre en Londres y Nueva York y significa que esta zona vanguardista de la ciudad se sostiene en el mismo ambiente bohemio y vanguardista. Lo más recomendado para el visitante es disfrutar de sus bares y de la atmósfera en la calle. Antes de abandonar el barrio, un poco más al norte, se encuentra Palermo Hollywood, donde se ubican estudios de cine y productoras. Una excusa para tomarte una copa en sus pubs o cenar en alguno de sus restaurantes de alta cocina.

Estás ante una de las mayores atracciones del Parque Tres de Febrero y también de la ciudad. Construido por mediación de la representación nipona en Buenos Aires, fue inaugurado en 1967 por los entonces príncipes Akihito y Michiko, sirviendo para estrechar la relación entre los dos países. Con posterioridad, la Fundación Cultural Argentino Japonesa se hizo cargo de la gestión del jardín promoviendo una auténtica vida cultural e inmersión en la identidad japonesa a través de un nutrido número de actividades. Desde lecturas de cuentos tradicionales o jornadas de manga y animación en el jardín, hasta la celebración de la tradicional ceremonia del té y avanzadas lecciones en gastronomía nipona. Para entrar, los adultos han de pagar 24 pesos, pero para los menores de 12 años y mayores de 65 el acceso es gratuito. Las visitas guiadas son únicamente los fines de semana y se recomienda hacer parada en el exquisito restaurante. Es uno de sus secretos mejor guardados.

Localizado en la zona norte de la capital, dentro del barrio de Palermo, este corazón verde ocupa una extensión total de casi siete hectáreas. El área mayor reproduce distintas variedades de la flora argentina, mientras que la zona más pequeña está dedicada a ejemplares de los cinco continentes. Desde 1937 recibe además el nombre de Carlos Thays por la persona que lo impulsó a finales del siglo XIX y en todo este tiempo ha acumulado más de 5.000 especies vegetales, lo que le ha permitido ganarse la distinción de Monumento Histórico Nacional. El impresionante conjunto natural urbano está presidido por un edificio de ladrillo rojizo semejante a un castillo y se completa con bellas esculturas y jardines por los que pasear plácidamente en invierno o en verano, aunque tu interés no sea especialmente el mundo natural. Para el que sí lo sea, le gustará saber que periódicamente se organizan actividades para adultos, como talleres, conferencias, seminarios y también visitas guiadas.

Alejada del llamado microcentro y declarada patrimonio intangible de Buenos Aires, a poco más de 20 minutos en taxi hacia el interior, llegarás a uno de los lugares más auténticos de la ciudad. Cada domingo, además del resto de días de fiesta, se reúnen aquí miles de personas venidas desde todas las provincias para reivindicar las raíces, los orígenes y la gran diversidad que posee la nación argentina. Como si de una gran verbena se tratase, hay barbacoas, parrilladas, artesanía, música, orquestas y baile. Abundantes grupos folclóricos y asociaciones, peinados y vestidos con sus trajes tradicionales, se suben al escenario para representar distintas coreografías en un ambiente abierto y hospitalario. Según su coordinadora, Sara Vinocur, la Feria de Mataderos se inició en 1986 con el propósito de ser un lugar para recuperar el espacio público tras la dictadura militar. Una manera de rescatar la identidad argentina, muchas veces olvidada desde la cosmopolita Buenos Aires.

Este entramado de plazas y avenidas es al mismo tiempo una de las grandes zonas verdes de la ciudad y uno de sus pulmones. Su nombre, que es en realidad Parque 3 de Febrero, se lo debe a una contienda, la Batalla de Caseros. Fue abierto por primera vez a los habitantes de Buenos Aires el 11 de noviembre de 1875 por el presidente Nicolás de Avellaneda, sucesor de quien había propuesto su construcción, Domingo Faustino Sarmiento. En 1891, el Director de Paseos Públicos, el paisajista francés Carlos Thays, se encargó de su gestión para trabajar en las mejoras del parque y en la incorporación de elementos escultóricos. Como el monumento dedicado al presidente Sarmiento, realizado por Auguste Rodin. Durante el siglo XX, también experimentó distintas ampliaciones. En 1914, se inauguró El Rosedal, una de las áreas más populares del parque gracias a su embarcadero y a su puente de reminiscencia griega. Dada su gran extensión, sin haber abandonado la zona, podrás acercarte al Monumento de los Españoles, el planetario, o el velódromo de la ciudad.

Prepárate para ver casi de todo lo que te puedas imaginar en este vibrante mercadillo. San Telmo, situado en el barrio del mismo nombre, concretamente en la plaza Dorrego, es un festín con más de doscientos stands a donde acuden cada domingo numerosos coleccionistas y curiosos en busca de tesoros. El comienzo de este gran cambalache se remonta a 1970, cuando una serie de comerciantes adquirieron un puesto, sin coste y de manera vitalicia, para despachar su peculiar, valiosa y añeja mercancía. Hoy en día, hay una lista de espera para aquellos que quieren optar a uno de esos puestos, a los que se accede mediante sorteo, y, una vez conseguido, sus titulares no pueden delegar la responsabilidad de atenderlo en otra persona. Amenizada por espectáculos callejeros, San Telmo es una aventura donde rebuscar entre objetos de todo tipo y de muy distinta procedencia. Discos de vinilo, monedas, joyería, libros, botones, marroquinería... Si no encuentras lo que buscas aquí es que probablemente no existe.

El fútbol es una fiebre en Argentina. Por ello, acercarse al estadio del Boca Juniors es hacerlo a uno de los monumentos deportivos más importantes del país. La actual sede fue inaugurada el 25 de mayo de 1940 en un partido frente al San Lorenzo, donde además el equipo local pudo celebrarlo con una victoria. La Bombonera, obra del arquitecto yugoslavo Viktor Sulcic, bajo las órdenes del ingeniero José L. Delpini, debe su nombre a que aquel descubrió una gran similitud entre su proyecto y una caja de bombones regalada mientras trabajaba en él. Una anécdota que ha trascendido mundialmente a pesar de que en el año 2000 fuese bautizado con el nombre de uno de los presidentes del club, Alberto J. Armando. Con una capacidad que ronda los 50.000 espectadores, el estadio de este equipo fundado en 1905 por argentinos de ascendencia italiana, se distingue por sus característicos colores azul y amarillo y por haber visto jugar a estrellas como Roberto Mouzo, Hugo Gatti, Maradona, Martín Palermo o Riquelme.

Como antigua ciudad de tradición pesquera, antes de la megalópolis en la que se ha convertido, Buenos Aires conserva el barrio de La Boca. Dentro de él, Caminito es una calle de apenas 100 metros que va a morir a una de las cuencas fluviales de la ciudad. Este museo al aire libre, muy cercano al estadio de fútbol de La Bombonera, está formado por un buen número de casas irregulares y de altura asimétrica cuyas fachadas están pintadas de diferentes y llamativos colores. Los vecinos cuentan que antiguamente los pescadores aprovechaban la pintura sobrante de sus barcos para aplicarlas a sus casas y por eso Caminito tiene ese aspecto tan inconfundible. Merodeando por los alrededores, posiblemente te encuentres con artesanos, pintores y bailarines de tango, que aprovechan para dejarse ver ante el gran número de turistas que recorren la zona cada día.

Pocas necrópolis en el mundo merecen tanta atención como la mencionada. El campo santo del barrio de Recoleta es un lugar lleno de anécdotas, mitos y leyendas, que atrae a turistas y viajeros por igual como si se tratase de una misteriosa ciudad dentro de la gran urbe. Su inauguración se remonta a 1822 -fue proyectado por el ingeniero francés Próspero Catelin- con la intención de inhumar únicamente los restos de las personas católicas. En 1863 esa norma cambió y el cementerio aceptó otros credos. El asombro ante las esculturas monumentales de mausoleos, tumbas y lápidas te llevará seguramente a querer inmortalizar el momento con más de una fotografía, ya que cada en esquina, de las más de cinco hectáreas que ocupa, se ofrece una visión poética y artística de la muerte. Dentro del también llamado Cementerio del Norte, que fue además el primero de la ciudad, descansan personajes como Eva Perón, el escritor Adolfo Bioy Casares o los presidente Hipólito Irigoyen y Raúl Alfonsín.

Como ocurre en todas las grandes ciudades, desde Buenos Aires es difícil ver el cielo por la noche. Las miles de luces de la ciudad lo iluminan impidiéndote apreciarlo. Pero a diferencia del resto, ésta cuenta con uno de los planetarios más modernos y sofisticados del mundo. Desde él puedes observar el cielo estrellado, su historia y sus secretos. Cuando te acerques paseando por los parques de Palermo te encontrarás, no muy lejos del Rosedal, un edificio peculiar. Es quizás más parecido a una nave espacial de ciencia ficción que a un centro científico. Merece la pena seguir ese impulso de curiosidad que nace al verlo y adentrarse en él. Accederás al museo de la primera planta, donde guarda auténticas maravillas como un fragmento de meteorito metálico hallado en los sesenta o una auténtica piedra extraída de la luna. Pero es arriba, en su cúpula de veinte metros de diámetro, donde se encuentra el verdadero atractivo de este lugar. Aquí se disponen de unas 320 butacas orientadas hacia su parte superior, totalmente cubierta por una avanzada pantalla. En ella, se muestra el espectáculo audiovisual más importante hasta la fecha en su clase. Está realizado por el Museo de Historia Natural de Nueva York en colaboración con la NASA. Todo esto forma una actividad accesible a personas de cualquier edad que, les interese más o menos el tema, no olvidarán fácilmente.

Esto es una oportunidad para perderse en la naturaleza y descansar del asfalto. Subiendo unos kilómetros a las afueras del norte de la ciudad, se cruza en nuestro camino el Tigre. Éste delta del Río de la Plata es un auténtico cúmulo de pequeñas islas, leyendas y vida animal y vegetal. Para visitantes o naturales de la zona, es un destino predilecto con el que escapar de cualquier preocupación. Una vez llegues depende de ti y de la experiencia que busques. Hay que elegir una de las dos variedades principales que existen para explorar este rincón del mundo. Puede que busques un viaje para descansar y disfrutar de las historias que guarda la travesía, acompañadas del paisaje único, desde la comodidad de una embarcación. Hay entonces unas cuantas empresas que ofrecen distintos tipos de barcos, desde catamaranes de motor hasta pequeñas lancha-taxis. La mayoría de ellos cuentan con una cubierta de sillones, música, e incluso parrillada a bordo. Por otro lado, si prefieres mojarte y vivir una experiencia totalmente desde dentro, hay una segunda opción. Desde varios puntos a orillas del Tigre se reparten establecimientos donde alquilar una amplia variedad de canoas. Este peculiar transporte, con posibilidad de espacio hasta para seis personas en una travesía que dura en torno a unas dos horas.

Vale la pena salir a las afueras de la ciudad a pueblos cercanos como Los Cardales, Lobos o San Antonio de Areco. Allí existe una alternativa para aquellos que prefieran indagar un poco en la Argentina más rural y tradicional. Las fiestas gauchas, aunque están muy enfocadas al turismo, son siempre una buena opción para conocer la cara más costumbrista del país. La jornada comienza por la mañana y lleva prácticamente todo el día en una hacienda, o pampa. En ellas se organizan una serie de actividades para acercarnos a este modo de vida. Podrás conocer los métodos de trabajo en el campo, pasear a caballo o en carruaje, llamado sulky, y asistir a parrilladas o barbacoas al aire libre en las que se degustan variedad de carnes y vinos propios de la zona. Por la tarde, exhibiciones ecuestres como las domas de caballos o las corridas de sortija, un juego tradicional que se practica a caballo. Actividades, todas éstas, que se llevan a cabo en medio de una gran ambientación. Ésta abarca desde el atuendo de los encargados hasta la decoración de las antiguas y auténticas haciendas,que se reparten por los alrededores de la capital. Normalmente, a media tarde ya se vuelve a la ciudad, con lo que aún tienes tiempo para dar un paseo si te quedan fuerzas y ganas después de la intensa actividad.

Buenos Aires es una ciudad en la que se puede hacer muy complicado el aburrirse. Pero entre la amplia oferta de actividades que se despliegan por sus calles, la Ciudad Cultural Konex es una de las que destacan de las demás. Principalmente, debido a lo insólito de sus espectáculos. Para aquél que quiera vivir emociones diferentes, cualquier porteño le dirigirá al barrio de Abasto. Allí, no dudes en visitar éste complejo cultural que, especialmente de viernes a lunes, ofrece espectáculos de música, cine o teatro, entre otros. Tanto en espacios cerrados como al aire libre, así que si tienes suerte y coincide la experiencia será mucho más agradable. Eso sí, mejor habiendo cogido las entradas con antelación y llegar con tiempo. Las colas suelen hacerse bastante largas, aunque siempre hay gente que aprovecha para vender allí latas de refrescos o cerveza a bajo precio. Una vez dentro te sorprenderá el peculiar edificio de principios del siglo XX, que ha querido ser mantenido en lo posible con su arquitectura original. Éste se reparte en diferentes salas y terrazas, además de un bar que, aunque algo elevado de precio, siempre tiene algo de ambiente para hacer tiempo o para después del espectáculo.

Por la noche, Buenos Aires es una ciudad repleta de vida social, música y copas. Entre los diferentes puntos de concentración, hay una cita en Palermo para aquel que quiera vivir la agitada noche porteña. En el centro de este barrio se extienden varias manzanas que forman la zona de Las cañitas. A partir de las nueve de la noche, comienzan a abrir sus puertas toda una multitud de locales y pubs con oferta para diversos estilos y edades. Queda ya lejos de su antigua imagen de casas de clase alta con enormes jardines y tranquilidad en sus calles. Esta zona ha sido uno de los focos donde, en los últimos años, se ha exteriorizado el crecimiento económico del país dando lugar a nuevos edificios y un ambiente joven y moderno. Con una cierta debilidad por un estilo más internacional que folklórico, los pubs de esta zona se definen entre su música y su cocina. En su interior priman tanto las zonas de copas y baile como las cartas de comida de todo el mundo. Entre éstas, verás que el sushi es uno de los protagonistas. Una de las dinámicas más común es, de hecho, que el local se abarrote de comensales a primera hora para ir convirtiéndose en una discoteca a medida que avanza la noche.

En la Calle Alsina vivió y murió uno de los referentes musicales de esta ciudad, Luca Prodan. Fue líder del grupo de rock Sumo, que fue acogido con gran cariño por el país en los años 80. Todo un icono de artista sensible, rebelde y comprometido que, a día de hoy, todavía representa los movimientos culturales transgresores y emergentes de Buenos Aires. Años después de su prematura muerte, su casa se ha convertido en un local promotor de la cultura y el arte en su nivel más cercano. Cada noche acoge a gran cantidad de personas, en su mayoría jóvenes o artistas, para realizar continuos pases de cine, exposiciones, conciertos o hasta teatro. Es una de las mejores opciones para introducirse en la noche porteña. Aquí también acuden cada fin de semana multitud de personas para escuchar música predominantemente rock y tomar copas con amigos. Pero su valor es que, sobre todo, éste es uno de los lugares donde se cuece el alma inquieta y cultural de la ciudad. Tras sus puertas repletas de garabatos y pintadas que dicen Luca vive, te espera el caldo de cultivo para el arte y la cultura popular de un Buenos Aires urbano en su forma más pura y sin adulterar.

Este medio de transporte es la manera perfecta de formar parte de la otra cara de esta ciudad, la de su día a día. Junto a los autobuses, supone el principal sistema de transporte para los ciudadanos. Pero es aquí, bajo su asfalto, donde se encuentra el alma de sus habitantes. Desde la inauguración de su primera línea en 1913, la primera de su clase en Latinoamérica, el SUBTE ha crecido enormemente. Alberga cada día a miles de estudiantes y trabajadores porteños que lo usan para desplazarse y supone para Buenos Aires, como ocurre en el resto de capitales del mundo, uno de los iconos de la ciudad moderna. Resulta una manera mucho más atractiva de lo que pueda parecer para acercarnos a algún punto del mapa. Esto se debe a que, aunque resulte difícil de explicar, el utilizar este transporte supone entrar un poco en la atmósfera real de la ciudad alejada del turismo. Si tienes suerte, además, puedes cogerte la Línea A en Plaza de Mayo para viajar bajo la Avenida de Rivadavia, ruta por la que circulan todavía sus vagones más famosos, que se conservan en funcionamiento desde 1913. Entrar en su interior te resultará casi un viaje al pasado sentado en sus bancos de madera.

Será difícil no verte seducido por la cultura que vive hasta en lo más hondo Buenos Aires. Ya sea a los ojos, a los oídos, o por ambas. La ciudad te ofrece inacabables maneras de vivirlo. El tango callejero con el que te encuentras cualquier día paseando por las calles de San Telmo, Palermo o Recoleta, reúne a cientos de artistas aficionados o profesionales. Éstos se echan a la calle para rendir homenaje a esta característica cultura porteña. A lo largo y ancho de la ciudad, también se despliegan decenas de locales donde se alternan las cenas o las copas con los espectáculos tangueros. Sitios de lujo como el mítico El viejo almacén o La Ventana de San Telmo, La Esquina Carlos Gardel en el Barrio del Abasto, o el Querandí en Monserrat. Pero el consejo popular es que, si encuentras en tu camino cualquier local donde suene un tango, no dudes en entrar a ver. Por otra parte, los más atrevidos tienen una posibilidad que puede sonar interesante. Recibir clases de tango, sea por un día o por varios, es tarea fácil. Multitud de sitios imparten algunas lecciones de baile. Desde la mayoría de tanguerías, que suelen contar con aulas para su enseñanza, hasta escuelas especializadas. La Escuela Argentina de Tango en la zona del Congreso, Academia Carlos Copello en Abasto. La manera más amena es acercarte por una de las milongas que tienen lugar en diversos locales en cualquier barrio del centro. Aquí se reúne la gente para bailar y suelen dar antes clases para poder participar.

Este teatro supone para muchos una de esas cosas que hay que hacer al menos una vez en la vida. Cualquier persona cercana a la ópera, el teatro, la música o la danza no podrá evitar acudir aquí. Se sitúa entre el Obelisco de la Avenida 9 de Julio y la Plaza Lavalle. Además de sus más de cien años de edad y el ser Patrimonio Histórico Nacional desde 1989, al edificio le precede una garantía que lo sitúa entre las mejores acústicas del mundo. Se sitúa así junto a la Scala de Milán o la Ópera de París. Éste hecho le ha dado fama mundial y lo ha convertido en todo un emblema del arte. Hoy, es el mayor representante de esta ciudad y de su intensa debilidad por las artes escénicas. Es realmente difícil no sentirse tentado de entrar al edificio para ver alguna función, ya que éste continúa teniendo una gran actividad diaria por lo que es una de las mejores opciones que ofrece la ciudad para pasar una velada. Su amplia variedad de obras abarcan todo tipo de géneros, estilos artísticos, gustos y bolsillos. Hay localidades más lujosas, otras más baratas, e incluso algunos días, dependiendo de la función, se abre la entrada gratuitamente. Una actividad que, eso sí, siempre es mejor prevenir con antelación.

Una fórmula imprescindible para formar parte de la ciudad es iniciarse en la cultura del mate, la infusión sudamericana por excelencia, compuesta por esta yerba autóctona. Aunque hasta hace poco tiempo esta era una cultura intrínsecamente casera, poco a poco en los últimos años han ido apareciendo locales donde sentarse para probar la bebida en su formato característico, que es un termo especial para ésta. Hoy, empiezan a ser una alternativa a los cafés bastante popularizada, con locales repartidos por las zonas principales de la ciudad, como La Pulpería o el Mister Mate de San Telmo, que fue uno de los pioneros en este campo, Las Cabras en Palermo, Cunamá en el Barrio Norte, el Raíces en el barrio de Nuñez, o el Amanda, que tiene sucursales repartidas por todo el centro. Para que acompañes la infusión. Como alternativa, otra manera natural de disfrutar de la infusión que se tiene en la región es acercarse, ya sea con amigos o con ganas de charlar, a cualquier zona verde para tomar un descanso sentados en un banco o en el césped.

Este emblemático café resulta una puerta a otro tiempo, un lugar donde sentarte para sentirte rodeado de la mezcla de historia y arte que dan forma a Buenos Aires. Desde que fue abierto en 1858, este café ha ocupado el mismo sitio en la Avenida de Mayo durante ciento cincuenta años, y durante ese tiempo ha sido, si no el que más, uno de los mayores referentes culturales de la ciudad, pero alejado de asemejarse con un museo, galería o teatro. Se trata de un punto vivo y dinámico, un sitio al que han acudido a leer, conversar o actuar figuras políticas y artísticas durante toda su historia, desde Carlos Gardel hasta Federico García Lorca. Hoy, cuando entres por su puerta de madera, bajo su ya mítico cartel, encontrarás un sitio donde desayunar, almorzar o picar algo a media tarde con una taza de café en uno de sus cinco salones, rodeados de recuerdos en forma de dibujos y esculturas que lo convierten prácticamente en un museo y de mesas repletas de gente que continúan dando una gran vida al local. Una de las opciones más agradables, es la de cuadrar tu horario de visita con uno de los espectáculos que el café suele presentar en su bodega, ya sea una representación, un show de tango o un recital literario.

Existe una forma perfecta para hacer una breve parada en el paseo a media tarde, y es entrar en cualquiera de las heladerías que encontramos en varios puntos de la ciudad. El cariño que tiene Argentina por el helado es solo comparable al de Italia, de la que heredan esta cultura culinaria tan popular en todo el mundo. Lo primero que sorprende al verlo es su diversidad. No predominan las cadenas si no que se equiparan a los locales artesanales, lo que hace que cada uno nos ofrezca una sensación diferente, preferiblemente al disfrutar de sus sabores en las terrazas que acostumbran a tener a pie de calle. Si estamos paseando por San Telmo, conviene incluso desviarse, si se da el caso, para saborear el chocolate patagónico de la heladería Dylan de la calle Perú o acercarse a la Calle Florida para entrar en La Abuela Goye, una heladería artesanal que cuenta con un mostrador de cerca de sesenta variedades. Más al norte, en la zona central de La Recoleta, encontramos Arkakao, uno de los sitios más famosos entre los porteños debido al sabor único de sus helados cremosos, artesanales y de tipos especialmente refinados. No obstante, en cualquier paseo por la ciudad se comprueba que no es difícil encontrar una de las otras muchas heladerías a la que entrar para probar su peculiaridad.

La pizza es la herramienta perfecta para mezclarte entre la gente como un porteño más, pues este país, que tanto ha bebido de diferentes culturas europeas, entre otras de Italia, se ha adueñado entre otras cosas de uno de sus aspectos culinarios más característicos. Resulta realmente complicado pasear por el centro de la ciudad sin encontrarte, en la mayoría de sus calles, una pizzería. Desde el estilo más rústico y casero hasta el más moderno, los locales de la ciudad se abarrotan principalmente a la hora de comer. Y es que este tipo de restaurante, además de contar con lo popular de su plato, tienen algo a su favor y es la poca amistad que tienen los porteños con el comer con prisa, de pie o caminando. Para gran cantidad de trabajadores que tienen su descanso a mediodía, estas pizzerías son una buena opción para comer de una forma bastante rápida y, de la misma forma, para nosotros que estamos de paso, supone una manera perfecta de hacer un alto en el camino. Sea paseando de Palermo a San Telmo, el Puerto Madero, La Recoleta o cualquier barrio del centro y alrededores, siempre hay una pizzería a mano donde parar un rato para comer una porción de pizza.

Para cuando ya te hayas familiarizado con la cocina argentina, aún quedan opciones algo más exóticas que probar, y una de ellas es este restaurante de la Calle Rocha, en La Boca. Todo un ejemplo de clase y alta cocina, desde que Francis Mallman, uno de los chefs argentinos más afamados y reconocidos, ocupó en 1999 este antiguo casón de los años veinte. Este local se ha cuidado de crear una atmósfera de lo más refinada y bien cuidada, consiguiendo que al entrar se mezcle la sensación que otorga su decoración vintage con una carta que repasa una lista de los platos principales de la gastronomía de Patagonia, provenientes del sur de Argentina y Chile. El menú, de esta forma, se compone en gran medida de una preparación de verduras y quesos al estilo del sur, llamativos por los exóticos aderezos, y una selección de carnes algo más parecida a la cocina más puramente argentina, pero diferenciadas por su peculiar preparación. Tras la comida o la cena, el restaurante se guarda uno de sus ases, pues cierran el menú con una lista de postres, mezcla de frutas y dulces, que redondean tanto en su preparación como en su presentación la fineza característica de su local.